La coleccionista Alicia Koplowitz dona al Museo de Bellas Artes de Bilbao una pintura de Luis Paret y Alcázar (Madrid, 1746-1799). Se presenta al público en el contexto de la exposición 110 Años 110 Obras como homenaje a la generosidad y espíritu filantrópico de quienes a lo largo de la historia del museo han contribuido con sus donaciones a la formación y desarrollo de la colección.

El museo amplía con esta donación su excelente representación del artista, ahora compuesta por ocho pinturas: El Divino Pastor (1782), Vista de Bermeo (1783), Triunfo del Amor sobre la Guerra (dos lunetos en pendant) (1784), Vista de El Arenal de Bilbao (1783-1784), Escena de aldeanos (fragmento) (1786), Vista de Fuenterrabía (fragmento) (1786) y La Virgen María con el Niño y Santiago el Mayor (1786).

El catálogo de Paret pone de manifiesto diversas formas de ingreso en la colección: las aportaciones fundacionales del Ayuntamiento de Bilbao (El Divino Pastor y La Virgen María con el Niño y Santiago el Mayor en 1913), las adquisiciones del museo (Vista de Fuenterrabía en 1986 y Triunfo del Amor sobre la Guerra en 1999), las donaciones (Escena de aldeanos por don Plácido Arango en 1996 –felizmente reunida con el otro fragmento de la composición, Vista de Fuenterrabía – y la que ahora se presenta), la dación de BBVA aportada por la Diputación Foral de Bizkaia (Vista de El Arenal de Bilbao en 1996), y la adquisición gracias al patrocinio de BBK y a las aportaciones de los Amigos del Museo (Vista de Bermeo en 2017).

Triunfo del Amor sobre la Guerra (1784)

Entre 1779 y 1789 Luis Paret y Alcázar residió en Bilbao cumpliendo parte de un destierro ordenado por el rey Carlos III por su connivencia con la vida licenciosa del hermano menor del monarca, el infante don Luis de Borbón. Durante este tiempo realizó una obra de madurez que incluye encargos religiosos, composiciones alegóricas y la serie de paisajes de los puertos del Cantábrico, que comenzó con la Vista de Bermeo (1783), adquirida por el museo en diciembre del año pasado, y tuvo su continuación a partir de 1786 gracias al encargo de Carlos III.

En este periodo bilbaíno se sitúa la ejecución de Triunfo del Amor sobre la Guerra, que ingresa ahora por donación en la colección del museo, en donde se reúne con otra obra con el mismo título y características. Ambas pertenecieron a una colección privada inglesa. La que entró al museo en primer lugar salió al mercado a finales de la década de los 90, momento en el que fue adquirida. En 2017 salió al mercado la segunda, ahora donada por doña Alicia Koplowitz. Tras estas vicisitudes, los dos lunetos se reúnen después de dos décadas “en una de esas afortunadas casualidades que no son frecuentes en el mundo de los museos”, tal y como afirma Manuela Mena en el libro que el museo ha publicado con ocasión de la donación.

Los dos lienzos son originales dentro de la producción del pintor por su formato y medidas ‒dos medios puntos de aproximadamente 81 x 160 cm‒, muy diferentes de sus pinturas de caballete, todas ellas de tamaño reducido. La reciente limpieza realizada en el Departamento de Conservación y Restauración del museo ha sacado a la luz una banda de color gris añadida en una restauración antigua que recorre todo el perímetro de las obras. Esto lleva a pensar que probablemente fue incorporada cuando los lunetos fueron separados de su montaje original, pues todo indica que estuvieron encastrados en la pared de una habitación dentro de marcos de estuco blanco con motivos decorativos dorados, según el gusto del siglo XVIII.

También la técnica pictórica difiere de la de sus pequeños cuadros de estilo rococó, con una pincelada delicada y transparente, atenta a los detalles. Aquí Paret se muestra más libre y enérgico, seguramente por el hecho de que los lunetos fueron pensados para ser colocados en alto, enfrentados y con una vista en perspectiva de abajo arriba. El uso de las mismas tonalidades y recursos ‒como el modelado de los volúmenes mediante pequeños trazos‒ confirman que fueron ejecutados a la vez, destinados a un mismo ámbito y, por tanto, con un programa iconográfico complementario. Temáticamente ambas composiciones presentan desnudos infantiles enmarcados por guirnaldas de flores y a punto de comenzar las acciones que los relacionan: el de la derecha soltaría la paloma que “volaría” hacia el niño dormido en el otro luneto situado a la izquierda, que al despertar “lanzaría” la flecha con las tres rosas ensartadas. El color de la piel y la postura más decorosa del primero ha llevado a pensar que se trate de una representación de Venus niña, que porta la corona de laurel como símbolo del triunfo del Amor sobre Marte, encarnado en el niño del otro luneto.

En el libro antes mencionado, Manuela Mena plantea la posibilidad de que las dos obras fueran un encargo de algún notable o comerciante de la Villa y que, por su tema, formaran parte de la decoración de una cámara nupcial.

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