Del 13 de marzo al 16 de junio
Palacio de Cristal, Parque del Buen Retiro de Madrid
Organiza la exposición el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía
El Palacio de Cristal, por su doble carácter de recinto y, al mismo tiempo, volumen transparente, es un excelente transmisor de los mundos fantásticos que Abakanowicz viene creando desde que era niña. Dentro de él, la artista ha ideado con la ayuda de Miguel Berroa y BAT Spain, una gran carpa de lona a manera de refugio protector de los objetos que integran el mundo imaginado por ella, que en esta ocasión, está conformado por grandes figuras de acero inoxidable alusivas a la leyenda del Rey Arturo (Parsifal, Galahad, Merlín, Lancelot…) representativas de la última producción de la artista, y por figuras de niños (bambini) realizadas en hormigón.
“Inspirada por el peculiar espacio del Palacio de Cristal, decidí construir una carpa cuyo interior albergara una imagen metafórica de sueños y visiones que mora entre la realidad objetiva y el mundo personal de los sueños inefables”, comenta Magdalena Abakanowicz al referirse a este proyecto.
A partir del texto del catálogo de Mary Jane Jacob, especialista en la obra de Abakanowicz, de esta instalación puede extraerse una doble lectura de indudable actualidad. En primer lugar, sus caballeros y criaturas míticas dirigen nuestro pensamiento hacia los ideales de los caballeros de la mesa redonda, cuyos actos estaban guiados por los principios, la moralidad y la ética. Su compromiso de no participar en batallas injustas parece haberse perdido en un mundo en el que la fuerza militar castiga por igual a soldados y civiles. Pero en el Palacio de Cristal, estos caballeros conviven con los llamados bambini de Abakanowicz, unos niños que, en su presencia, están seguros. Por otra parte, el aspecto tecnológico y futurista de sus figuras, las convierte en máquinas poderosas, que, en el entorno de El Retiro, nos recuerda la presión que ejerce el mundo poblado sobre el mundo natural.
Los materiales siempre han sido esenciales en el significado de las creaciones de Magdalena Abakanowicz. Como afirma Mary Jane Jacob, este caso no es una excepción: la presencia acerada de los caballeros recuerda a las armas y alude a la máquina.
La primera exposición individual de Abakanowicz, en 1960, muestra grandes composiciones en gouache o al óleo, sobre papel o tela, realizadas entre 1957 y 1960. Los estilizados motivos de plantas o flores que utiliza, ya apuntan algunos rasgos que permanecerán en toda su trayectoria artística: por un lado, su fascinación por la naturaleza, y el monumentalismo y por otro, su manera característica de distribuir sus obras en el espacio, unificándolas en una sola creación.
A mediados de 1960, Magdalena Abakanowicz realiza en grandes tapices tridimensionales los llamados Abakans, un derivado de su apellido. Los Abakans son objetos textiles de estructura compleja, de apariencia orgánica e interior vulnerable y expuesto. Mariusz Hermansdorfer, especialista en su obra y autor de uno de los textos del catálogo, señala: “en aquel momento, para elegir el medio textil como hizo ella, algo tradicionalmente plano y decorativo, se necesitaba un valor excepcional, confianza en sí misma, y determinación.” Junto a la Composición de Formas Blancas, son expuestos por primera vez en la Bienal Internacional de Tapicería de Lausana en 1962, donde causaron sensación. Además de ser exhibidos en las sucesivas ediciones de la Bienal de Lausana, se mostraron en varias importantes exposiciones colectivas en Francia, Alemania, Noruega y Holanda. Se convirtieron en la revelación de la VIII Bienal de São Paulo en 1965, donde se concedió la medalla de oro a Magdalena Abakanowicz, confirmando ya su estatus de artista de proyección internacional, su originalidad y su estilo único.
En 1970, el universo de los Abakans cambia gradualmente. Rollos de cuerda gruesa, nudos retorcidos, lazos, laberintos de cordones y fibras comienzan a llenar el espacio entre las composiciones tridimensionales. Ello marca otro punto de inflexión en el arte de Abakanowicz, casi tan importante como su primer Abakan tridimensional. Aquí finalmente se deshace de todas las fronteras que separan las diferentes disciplinas artísticas. También marca el comienzo de una nueva etapa en su arte, en la que su fascinación por lo orgánico, por la biología y la vitalidad se convierte en una reflexión existencial y en un análisis de la naturaleza humana.
En los años setenta Abakanowicz trabaja en las Alteraciones, una metaserie que comprende las series de Cabezas, Figuras Sentadas, Espaldas y Embriología. La multiplicación y repetición de formas caracteriza todas las composiciones, sin embargo, las primeras formas musculares y uterinas de los Abakans queda reemplazado por figuras bastas de arpillera de las Alteraciones, que representan huevos o capullos cuyo desarrollo hubiese sido interrumpido para que no llegasen a engendrar vida.
Con todos los matices interpretados en la totalidad de la obra de Abakanowicz, las Alteraciones transmiten la reflexión de la artista sobre la condición humana, reflejando tanto los miedos y las preocupaciones universales que han acompañado al hombre desde los albores de la historia, como los experimentados personalmente por la artista mientras vivió bajo la presión de un sistema totalitario. Esta multitud de figuras grises con rostros idénticamente apagados y vacíos expresan la experiencia común de las masas sometidas a la presión ideológica, de gente esperando ordenadamente en colas interminables en las tiendas. Enfocadas en la experiencia de la artista mientras vivió en un estado socialista, transmiten el sentido de aislamiento del resto del mundo, la disciplina totalitaria y los efectos del lavado de cerebro que se hizo a una sociedad que no tenía acceso a otra información que no fuera la permitida por las autoridades.
En 1985, Abakanowicz realiza Catarsis, una composición de 33 figuras monumentales al aire libre, distribuidas en el llamado Spazi d’Arte, cerca de Pistoia, en Italia. Las figuras realizadas en bronce crean una atmósfera que ha sido comparada a la que evoca un cementerio con sus hileras de lápidas. En ellas, por primera vez, Abakanowicz escoge un material duradero para asegurar la longevidad de la obra.
A Catarsis le sigue otro proyecto monumental en espacio abierto. En 1987, Abakanowicz erige una escultura en piedra de 30 metros de largo en el jardín de las esculturas del Israel Museum de Jerusalén. Está compuesta por 7 círculos enormes para los que utilizó bloques de piedra natural. Su nombre, Negev, hace referencia a una árida región del sur de Israel donde la artista encontró el material apropiado.
Su siguiente proyecto en espacio abierto, encargado por el Comité Olímpico para el Parque Olímpico de Seúl, comprende 10 cabezas de animales monumentales. En 1993, Abakanowicz trabaja en un proyecto para el jardín de esculturas del Hiroshima City Museum of Contemporary Art. Cuarenta objetos de la serie Espaldas se instalan en la colina que fuera el último refugio de los supervivientes de la explosión atómica de 1945. También en este caso, al igual que en Catarsis, el bronce es el material elegido.
Abakanowicz se siente cada vez más atraída por el bronce, con las posibilidades que ofrece, el potencial expresivo del material y su durabilidad. Utiliza el bronce en numerosas esculturas monumentales y en la serie Encarnaciones, (1985-1987). Realizada al tiempo que Retratos anónimos, Encarnaciones está compuesta por varias docenas de autorretratos y cabezas de animales. Estas dos series representan importantes novedades en la evolución de su arte.
Constantemente explorando nuevos materiales, en un momento dado, Abakanowicz comienza a utilizar madera en sus esculturas monumentales. Aunque el árbol, con su vitalidad, está presente en el arte de Abakanowicz desde sus comienzos, hasta 1981 no ejecuta su primer gran proyecto en madera (Troncos). Seis años después comienza a trabajar en la serie Juegos de guerra, utilizando madera como medio principal mediante troncos de gran parecido al torso humano.
El árbol sirve de modelo para otro proyecto, un diseño para la ampliación del principal eje urbano de París titulado Arquitectura arbórea (1991). Abakanowicz imagina un «bosque» de edificios monumentales en forma de árboles que ofrecen un espacio con viviendas, oficinas y comercios, y sus estructuras, fabricadas por el hombre, cubiertas de una gran variedad de plantas que envuelven el exterior en una gruesa capa verde. Arquitectura arbórea inspira la serie Árboles como manos, realizada a principios de los años noventa. Hechas en bronce, instaladas en parques o en un entorno urbano, del tamaño de árboles reales, se introducen llamativamente en el paisaje.
Durante este mismo período continúa con el tema y amplía la serie Cabezas, en la que Abakanowicz crea formas de animales metafóricos, cuyo ejemplo más monumental es el anteriormente mencionado «espacio del dragón» en el Parque Olímpico de Seúl. Sus anteriores representaciones de multitudes humanas encuentran ahora su equivalente en rebaños de bestias construidas del mismo material.
En la actualidad, Abakanowicz trabaja simultáneamente en varios proyectos y continua desarrollando todos los temas principales de su arte. La artista se acerca al mundo onírico y de la niñez frustrada, brutalmente truncada por la guerra, mundo que complementa con su aguda percepción de la vida moderna y que expresa a través de formas que poseen mucho en común. Sólo cambian la consistencia del material utilizado y el escenario. Esta línea de trabajo queda perfectamente reflejada en la exposición La Corte del Rey Arturo, que actualmente puede visitarse en el Palacio de Cristal, pues se ve impregnada de sus vivencias infantiles en los bosques y lagos polacos, en los que, según la propia artista, cohabitaban poderes extraños con fuerzas mágicas de las fiestas religiosas populares del lugar.
Datos de interés:
13 de marzo – 16 de junio de 2008
Palacio de Cristal, Parque del Buen Retiro. Madrid
«La Corte del Rey Arturo» de Abakanowicz
Organizada por el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía
Coordinación: Soledad Liaño
Diseño del montaje: Miguel Berroa
Diseño del Catálofo: Carmen de Francisco
El catálogo de la exposición se plantea con un carácter retrospectivo, combinando una revisión de obras anteriores con las realizadas para esta ocasión. Incluye tres ensayos de especialistas en su obra: Mariusz Hermansdorfer, Karoline Hubner y Mary Jane Jacob.
Apuntes biográficos
Magdalena Abakanowicz nació en Falenty (Polonia) en 1930. Se licenció en la Academia de Bellas Artes de Varsovia en 1954. Ha ejercido como profesora en la Academia de Bellas Artes de Poznan y en la Universidad de California. Ha protagonizado alrededor de 100 exposiciones individuales. Su obra se encuentra en numerosos museos, como el Museo Ludwig de Colonia o el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, así como en otras numerosas colecciones públicas y privadas. En la actualidad, vive y trabaja en Varsovia, y puede ser considerada como la artista polaca más conocida en todo el mundo.
Declaración de Magdalena Abakanowicz
«Cuando entré en el Palacio de Cristal, mi primera reacción fue”vamos a construir una carpa que pueda proteger mi realidad, mis esculturas y mis ideas y que pueda llegar a ser un espacio de contemplación, de experiencia”.
Desde el comienzo de mi actividad creadora, el espacio, sus miserias y posibilidades, se han convertido en un factor importante de mi trabajo.
Durante muchos años he construido instalaciones-ambiente permanentes al aire libre en América, Corea, Israel, Lituania, Italia. He expuesto grandes grupos de esculturas fundidas en bronce o hierro, realizadas con hormigón o en piedra. Al mismo tiempo he realizado alrededor de 100 grandes exposiciones en museos como el Metropolitan de Nueva York, el Musée d’Art Moderne de la Villa de París o el Museo de Arte Moderno de Tokio. Organizando cada exposición como una muestra separada en el espacio, cambié el significado de escultura como “un objeto al que mirar” por el de “un espacio de experiencia”
La carpa del Palacio de Cristal, construida con la ayuda de Miguel Berroa, presenta una constante penetración de la lu y, se vuelve blanda y orgánica, su superficie soporta fragmentos poco realistas de la arquitectura. La composición del aire interior cambió.
En la instalación hay once esculturas de acero inoxidable soldados de “La corte del Rey Arturo”. El título vino mientras estaba construyendo cada una de las figuras fascinada por un material y una técnica que nunca antes había utilizado. Tampoco había utilizado nunca formas estáticas que expresaran dinamismo, el misterio del gesto no explicado hasta el último momento. Los cuerpos en acero inoxidable soldado son como armaduras que cubren una carne desconocida, que actúan llenas de energía, ya sea bailando o caminando.
Además están las filas estáticas de los “bambini”: noventa pequeños cuerpos –pequeños y sin cabeza- como si fueran corteza que cae de un árbol. Están inspirados en un niño real que una vez vino a mi estudio y quería hacer de modelo para mí.Los cuerpos están realizados en hormigón y resinas, con un ritmo fuerte, estos cuerpos manifiestan la ley de la naturaleza en la que una multitud de gente o de pájaros, insectos u hojas es un conjunto misterioso de variantes de un determinado prototipo; un enigma del odio de la naturaleza por la repetición exacta-como la mano humana que no puede repetir su propio gesto..
La “Embriología” de acero inoxidable –un grupo de formas ovales, grandes cuerpos que parecen hinchados o inflamados, que empiezan a resquebrajarse, listos para abrirse y multiplicarse como si estuvieran esperando una señal.
Hay una escultura que es una declaración única e independiente: “The Flyer”. Tiene su propia historia dentro de sí misma. Contribuye a su entorno.»