El Museo Sorolla, museo de titularidad estatal perteneciente al Ministerio de Cultura y Deporte, ha inaugurado la exposición ‘La edad dichosa. La infancia en la pintura de Sorolla’ en el Museo Sorolla. La muestra, organizada junto a la Fundación Museo Sorolla, reúne una selección de piezas para acercar al público a la representación de la infancia en la obra de Sorolla, un tema que acompañó al artista a lo largo de toda su carrera.

Está compuesta de 41 lienzos y 3 dibujos. 19 proceden del Museo Sorolla y la Fundación Museo Sorolla y las otras 25 procedentes de instituciones y coleccionistas particulares, entre los que destaca la colaboración especial de la Fundación María Cristina Masaveu Peterson. Algunas de las piezas se exponen por primera vez al público desde principios del siglo XX.

Además, estas obras se complementan con fotografías de época, una cuna y una canastilla originales de la familia Sorolla y un ejemplar de la revista para niños ‘La edad dichosa’, editada por Carlos Frontaura entre 1890 y 1892, y que da nombre a la exposición.

Sorolla, como sus contemporáneos, pintó numerosas obras en las que los más pequeños se erigieron en motivo principal. Son sus maternidades, las escenas de familia, los numerosos retratos infantiles, los cuadros donde los niños representan la ‘alegría del agua’ y son, también, pinturas en las que el maestro se acerca a otros tipos de infancias, menos afortunadas, más duras, marcadas por el trabajo infantil o la enfermedad, pero siempre retratadas con respeto y dignidad.

La muestra, comisariada por las conservadoras Sonia Martínez Requena y Covadonga Pitarch Angulo, podrá visitarse hasta el próximo 19 de junio.

La edad dichosa

La representación de la infancia acompañó a Joaquín Sorolla Bastida a lo largo de toda su carrera. Entre las muchas cualidades de Sorolla la prensa de la época destacó la de ser un magnífico pintor de niños. Fue con cuadros donde los más pequeños son los protagonistas –como ¡Triste herencia!– con los que consiguió los mayores reconocimientos de su carrera y sus mayores éxitos comerciales y, sin embargo, hasta ahora no se había realizado una aproximación sistemática a la representación del niño en la pintura del valenciano. Organizada por el Museo Sorolla, museo estatal dependiente del Ministerio de Cultura y Deporte, y la Fundación Museo Sorolla.

La infancia en la pintura de Sorolla propone una aproximación lo más amplia posible al mundo de la infancia en la España de entresiglos, a través de la pintura de Sorolla. Es por ello que el acercamiento es diverso, nada simplista ni trivial. Se inicia en el núcleo de la intimidad familiar donde las maternidades acaparan todo el protagonismo, pasa por la representación magistral de los propios hijos del pintor, abriéndose luego al ámbito infantil del estatus social, y culmina captando todo un mundo de faenas infantiles, que no solo pasan por las esperadas del juego, el divertimento o el estudio de los niños de las clases más pudientes, sino también por el trabajo infantil o el desamparo de los pequeños de las clases más populares. Finalmente se aborda el reverso de la dicha, la enfermedad o la mortalidad infantil.

Comisariada por las conservadoras del Museo Sorolla, Sonia Martínez Requena y Covadonga Pitarch Angulo, la exposición nace de una larga investigación, que profundiza no solo en el estudio de la pintura de Joaquín Sorolla sino también en el conocimiento de la infancia en la sociedad de entresiglos. Fruto de ello, se ha reunido una cuidada selección de obras, que aunque aborda los cuadros más conocidos del pintor, las famosas escenas de “alegría del agua”, presenta también, por primera vez al público, una selección de obras de colección particular totalmente inéditas. La exposición se articula en tres secciones:

El centro de la familia

Sorolla fue un hombre eminentemente familiar. Huérfano a los dos años, encontró en la familia creada junto a su esposa Clotilde García del Castillo, el pilar firme sobre el que sustentar su vida como hombre y como pintor y una inagotable fuente de inspiración. Con el nacimiento de sus tres hijos, María Clotilde, Joaquín y Elena, aparecen en su pintura escenas de una nueva intimidad. Son obras como El primer hijo o Madre donde el autor refleja el nuevo concepto de maternidad que ha ido imponiéndose a lo largo del siglo XIX, el de la madre devota que cría a sus hijos.

Ellos serán, además, fuente inagotable de inspiración para su padre que los retratará en numerosas ocasiones, cuadros donde la familiaridad con el modelo y libertad que concede pintar para uno mismo llevarán a Sorolla a realizar sus mejores retratos de niños. La exposición reúne, además, por primera vez, una selección de retrato infantil por encargo, en su mayoría procedente de colecciones particulares, donde podemos ver cómo, aunque a veces Sorolla debe plegarse al gusto de los comitentes, el naturalismo y la calidad con la que capta los rasgos infantiles lo posicionan como el gran retratista que fue.

El mundo de los niños

En la sociedad de finales del siglo XIX y principios del XX quedó patente que los niños debían de ser niños. Tras las ideas de la Ilustración que promovían una infancia gozosa y culta –por ejemplo en el Emilio, o De la educación de Jean-Jacques Rousseau– pronto se entendió que el juego y el estudio eran facetas importantes a cultivar por los que serían los adultos del mañana, para crear una sociedad mejor. Este tiempo para formarse y educarse, para aprender sentado en un pupitre y disfrutar con los barquitos y las muñecas, fue captado por los pinceles del artista en cuadros optimistas y alegres que muestran pequeños aplicados en sus lecciones, con sus juguetes favoritos y, como no podía ser de otra forma en Sorolla, disfrutando del agua.

Las pinturas que le dieron más fama y por las que fue más reconocido por el gran público son las protagonizadas por niños sanos y felices disfrutando del mar, cuadros como La hora del baño, en los que la luz rebota en las enormes telas blancas y brilla en las olas. Estos pequeños que disfrutan en la orilla del Mediterráneo, corren en la playa, descansan en la arena o trepan por las rocas representan la vuelta a la arcadia perdida, y celebran los años efímeros de la infancia, un tiempo que nunca volverá. Ellos serán considerados por Sorolla como “la alegría del agua”.

La otra infancia

Más allá de los hijos de familias burguesas acomodadas que posan en los retratos de encargo, o de los que pasan el tiempo estudiando o jugando despreocupados, encontramos también como protagonistas de los cuadros de Sorolla a niños de clases sociales más humildes que deben trabajar para contribuir al sustento de sus familias. La aproximación de Sorolla al trabajo infantil está exenta de crítica social, y simplemente muestra a los más pequeños realizando todo tipo de tareas manuales, destacando las que tienen que ver con la pesca o las actividades afines. Si bien no utiliza a los más pequeños para personificar su censura a las desigualdades de la sociedad en la que vive, el pintor las alude en cuadros como La limosna.

Por otro lado, Sorolla utiliza su tema favorito –el mar– para representar la enfermedad en la infancia, como podemos ver en Estudio para «¡Triste herencia!». Esta vez el agua oscura y amenazante será el telón de fondo de estos niños que carecen de la salud que tiene el resto de granujillas de playa que pueblan otros cuadros del pintor. La maternidad gozosa que va unida a la alegría por la llegada de los hijos tiene un reverso perverso, que es la pérdida de los mismos, tal y como se puede ver en Cabeza de niño en el lecho, que se expone por primera vez en esta ocasión. Sorolla también representará la mortalidad infantil, en un momento en el que, pese a los avances conseguidos, esta todavía alcanzaba unos índices muy elevados en la sociedad.

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