Elegido académico de número por la Sección de Nuevas Artes de la Imagen, Fernando Lara ha leído su discurso de ingreso en la Academia titulado El fuego sagrado (Un itinerario personal). Su candidatura fue propuesta en febrero de 2020 por el compositor Tomás Marco y los cineastas Josefina Molina y Manuel Gutiérrez Aragón, quien ha pronunciado la contestación al discurso.

Fernando Lara relata en El fuego sagrado, su itinerario personal, y lo hace en segunda persona, confeccionando un íntimo diálogo, dando voz a sus sentimientos y pensamientos. En esa trayectoria, vida y cine han ido, y van, intrínsecamente unidas.

Como si de una película se tratara, Fernando relata su travesía vital en el contexto de la historia reciente de España, social, cultural y política. Desde las tardes de cine de los jueves de la posguerra, hasta la actualidad. Ya entonces sabía cuál era su vocación, contraviniendo las palabras de François Truffaut quien “aseguraba que ningún niño quería ser crítico de cine […]. Se equivocaba contigo, que ya sabías perfectamente que escribirías de cine cuando fueras mayor, y que ibas a dedicar tu vida a que muchos disfrutasen con él tanto como tú lo harías”.

Creció con el cine y, con su ayuda, aprendió a entender el mundo y el concepto de libertad. Sus primeras notas pasaron a ser artículos y críticas, entre cortes de censura en una España aislada culturalmente y falta de referentes. En La voz de Avilés comenzó a formarse como periodista, y posteriormente en Triunfo se consolidó como crítico cinematográfico y escritor, junto a su amigo Diego Galán.

Fernando Lara desvela la intención de compartir su pasión por el cine con el espectador y lector de sus textos. Considera la crítica un “trabajo de creación” y enumera un decálogo donde manifiesta las directrices para desempeñar su trabajo acorde con una actitud ante la vida cuyas directrices son la formación y la humildad.

Su valiosa aportación al cine, respaldada por las entrevistas y críticas realizadas, dio un paso más al ponerse al frente de la organización de la Semana Internacional de Cine de Valladolid, reto, que además de ofrecerle “satisfacciones personales”, como cualquier buen festival, “supuso algo básico para la cultura de un país”.

Acabó su relato con la mención de la experiencia en gestión pública desde el Instituto de Cinematografía y de las Artes Audiovisuales y su posterior vuelta a escribir desde el ámbito privado, perfilando una esfera facetada del mundo del cine, que continúa con su ingreso en la Academia.

En la contestación, Manuel Gutiérrez Aragón reconoció cómo “vida y cinematografía son dos términos que casi se convierten en sinónimos” en el caso de Fernando Lara, y alabó su profesionalidad, la capacidad del crítico que en la búsqueda de la verdad y del buen juicio ha sabido mostrarse equidistante, para lo que es necesario “una visión de conjunto y un bagaje cultural importante”. Recordó los tiempos difíciles de la dictadura y cómo Fernando Lara poseedor de “honradez intelectual” supo mantener el equilibrio luchando por las libertades.

Gutiérrez Aragón también valoró el excelente trabajo realizado al frente del festival de Cine de Valladolid, situándolo “como referente mundial del cine más innovador”, al tiempo que favorecía el reconocimiento de cineastas españoles con las retrospectivas dedicadas a Josefina Molina, Vicente Aranda y Pilar Miró, entre otros, y ensalzaba el valor de los documentales, creando la sección Tiempo de Historia.

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