El próximo cierre de la revista La Clave ensombrece el panorama cultural de la semana. La Clave, dirigida por José Luis Balbín, era un remanso de libertad en un sector cada vez más condicionado por los intereses económicos y políticos. Sobrevivió durante casi una década gracias al mecenazgo de Mercedes Cort, una rica heredera que puso a disposición de Balbín una pequeña fortuna para que editara La Clave sin preocuparse de la financiación de la revista. Recuerdo que Balbín y su subdirector Manuel Soriano acudieron a Telefónica a presentar la revista con gran entusiasmo en un momento en el que todos acudían a la operadora a llevarse una parte del pastel publicitario. Pues bien tras una hora de presentación entusiasmada le pregunté a Balbín qué proyectos tenían para el plan de negocio y la inversión en publicidad y nos respondió como si la cosa no fuera con él: «de eso ya nos ocuparemos otro día». Tuve la oportunidad de colaborar con algunos artículos y nadie me corrigió una coma y la experiencia de la Directora de esta publicación, María Jesús Burgueño, que ha escrito como critica de arte una columna casi desde el principio de la publicación, ha sido similar. Pagaban de forma modesta, pero jamás se han retrasado en retribuir una colaboración. Por sus páginas han pasado escritores de la derecha y de la izquierda con el nexo común de quien tiene algo que aportar en la construcción de esta España en democracia. A Balbín le gustaba la prensa alemana y quería hacer una publicación seria, con poco o nulo espacio para el cotilleo y sí mucho para el periodismo de investigación y de opinión. Publicó grandes reportajes con profusión de cifras y de citas pero se ve que no son buenos tiempos para la lírica. La Clave muere como nació, con la cabeza alta, sin grandes alharacas y pocas lágrimas se derramarán cuando no acuda a partir de la próxima semana a su cita semanal con los quioscos. Deja un buen sabor de boca, igual que el de aquél mítico programa de TV que también dirigió Balbin con el mimso nombre y en el que aprendimos a ver el cine de otra manera y a escuchar opiniones diversas de forma civilizada. Aquella Clave pagó con el cierre el precio de su independencia; en este caso la independencia de la nueva Clave de papel no ha encontrado quien pagara su precio. PD/ Suerte a los que se quedan sin trabajo.

Jesús F. Briceño

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