Llegar a las páginas de Cultura es como atravesar un campo minado tras las bombas que estallan en Irak un día sí y otro también en una guerra que no es guerra, la campaña de Afganistán, que según nuestro Gobierno tampoco es una guerra (pero en donde han perdido la vida una veintena de compatriotas), y nuestra propia guerra nacional contra el terrorismo, tanto etarra como islamista, que tampoco es bélica sino mediática y que ahora se libra en los periódicos con lazos azules y manifestaciones. Y quedan las guerras del fútbol que cuando no las declaran los directivos las hacen los jugadores, que no hay jornada en donde no acaben a puñetazos o botellazos. Y cuando llegamos a la balsámica Cultura nos encontramos con más muertos, como ocurre hoy con Jean Baudrillard, el filósofo posmoderno y látigo de la sociedad de consumo, y José Luis Coll, conquense y maestro del absurdo. Y para remate leemos en El Mundo el demoledor informe sobre la televisión basura. Nadie respeta el Código de Autorregulación que impide programar series no apropiadas para los niños en los horarios de tarde. El observatorio de Contenidos Televisivos y Audiovisuales (OCTA) presentó ayer sus conclusiones que por obvias da vergüenza reproducirlas, pero como se trata de eso, de falta de vergüenza, nos hacemos eco de ellas. En un informe titulado ¿Qué ven los menores de edad en horario superprotegido? La OCTA concluye que los magazines y los reallities de la tarde son el principal foco de contenidos inadecuados para los menores; infidelidades, traiciones, insultos, actitudes sexistas, lenguaje soez, visión procaz del sexo y altas dosis de violencia caracterizan estos programas y todo ello adobado con una visión sensacionalista y morbosa». Los programas que acumulan más protestas son «Tal para cual» (Antena 3 ), los resúmenes de «Libertad Vigilada» (Antena 3), «Aquí hay tomate» (Telecinco) y las series de animación «Padre de Familia» (La Sexta) y «Shin Chan» (Antena 3). ¿Y que hace el Gobierno?, pues nada, mirar para otro lado. Las cadenas privadas de TV son concesiones públicas y, además, sin ponernos legalistas, si puede intervenir en Endesa y puede negociar con una banda terrorista, es que puede hacer imponer sanciones y velar por el cumplimiento del precepto constitucional que le obliga a velar por la infancia. En ABC podemos leer que Francisco Ayala, que el próximo día 16 cumplirá 101 años, presentó sus obras completas en el Instituto Cervantes. Dice Ayala que ha escrito mucho porque ha vivido mucho y que ha conocido a lo largo del siglo XX dos épocas que no se parecen en nada, pero lo mejor ha sido el cambio en las personas: «Me asombro -dice- de que las mismas personas, los mismos individuos que una fecha proclaman unas ciertas cosas, al día siguiente, pero al día siguiente, proclamaban la contraria ¡Y eran las mismas personas!» Evidentemente Ayala es testigo de la Historia (con mayúsculas).

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