Fundación Canal expone obras de Duchamp, Man Ray, Picabia y Stieglitz donde la máquina es objeto e instrumento de arte.

En el centenario del primer Manifiesto del surrealismo de André Breton (Manifeste du surréalisme, 1924), Fundación Canal acoge la exposición «Surrealismos. La era de la máquina»  que desvela la influencia que la máquina ejerció sobre el movimiento surrealista. En Nueva York, tras la Primera Guerra Mundial, el arte abraza la industrialización, la máquina toma protagonismo como objeto del arte y al mismo tiempo se erige como instrumento crítico para su creación. Es la apertura de un camino que conduce al arte contemporáneo.

Como suele ser habitual, en esta sala de exposiciones de Fundación Canal (Sala de Mateo Inurria, 2, Madrid), se muestran obras de gran interés con un discurso expositivo muy elaborado. El recorrido cuenta con más de 100 piezas entre las que hay pinturas, fotografías, grabados, dibujos, revistas, catálogos y libros, esculturas y objetos ready-made, presentadas en cuatro secciones: El nuevo mundo y la “fotografía pura”; Del desnudo artístico al cuerpo como máquina; De la abstracción a la máquina; y Eros y máquina. Con piezas de Duchamp, Man Ray, Picabia y Stieglitz, autores que rompieron la tradición academicista y se adentraron en una nueva era de modernidad: la era de la máquina.

En 1915, Paul B. Haviland, fotógrafo y miembro influyente del grupo Photo-Secession de Nueva York, afirmaba en la revista 291 “Vivimos en la era de la máquina”. Si bien nos encontramos en un tiempo en que la tecnología define gran parte de nuestras vidas, ya hace más de un siglo, esa frase premonitoria cobraba cada vez más sentido.

La exposición «Surrealismos. La era de la máquina» se enmarca, precisamente, en los albores del siglo XX. Nos encontramos ante una sociedad devastada por la Primera Guerra Mundial. La confianza en la tecnología como factor de progreso se había desvanecido tras los millones de fallecidos y las ciudades europeas arrasadas.

En el campo del arte, ya se estaba fraguando una ruptura con las corrientes artísticas anteriores. De alguna manera, se demandaban nuevas manifestaciones en consonancia con la sociedad moderna del momento, basada en la ciencia, la industria, la tecnología y, por ende, en la máquina. Ésta, abría una nueva cultura en cuyo horizonte debía recalar el arte que, de ahora en adelante, contaría con la reproducibilidad técnica del objeto, de la imagen y de la propia obra de arte.

En este contexto surge, entre otros, el movimiento Dadá, antiarte, que propone que el objeto industrial seriado sea obra de arte y fragmenta mediante el collage la unidad del significado. Esa fragmentación simbolizaba la sociedad resquebrajada y un intento de romper con el orden establecido y la tradición.

Abandonan el pincel y el lienzo para experimentar con los nuevos avances técnicos de la reproducción mecánica y, especialmente, con la fotografía, que era su base. El arte abraza la industrialización, la máquina toma protagonismo en el arte y al mismo tiempo se erige como un nuevo y fascinante instrumento crítico para su creación.

Así, el reconocimiento de la cámara fotográfica y de la fotografía como medio de expresión artística contribuyó a que el americano Alfred Stieglitz (1864-1946) buscara la consolidación de la fotografía como obra de arte. Conocedor de la cultura europea, Stieglitz además introdujo la vanguardia en Estados Unidos, abriendo el exclusivo grupo Photo-Secession, las pioneras galerías The Little Galleries y 291 y la revista Camera Work. Estos espacios establecieron el germen de un arte americano que rápidamente engendró una identidad propia y única.

El Man Ray fotógrafo revisitó el desnudo artístico en sus solarizaciones de desnudos femeninos, aumentó la temperatura erótica de algunos de sus objetos con humor, y encajó en el cielo nocturno el amor de los amantes. La fórmula de representación corpórea descrita puede apreciarse en la litografía A la hora del observatorio – Los amantes (1934) de Man Ray, donde unos carnales labios rojos sustituyen una gran nube en un cielo nocturno. También sus sugerentes fotografías de desnudos femeninos como La Prière (La oración) (1930) y su famoso Violín de Ingres (1924) atraviesan ese deseo y el misterio erótico del surrealismo.

El feliz encuentro de artistas rebeldes refugiados en Nueva York a raíz de la guerra, como Marcel Duchamp (1887-1968) o Francis Picabia (1879-1953), a los que se les une Man Ray (1890-1976), de origen americano, configura el nacimiento del movimiento Dadá antes de que surja en Europa. El objeto industrial seriado, fruto de la máquina, aparece por vez primera en la historia del arte, para quedarse definitivamente.

El afianzamiento de las nuevas conquistas científicas y técnicas, los aparatos de laboratorio, los motores de automóviles, la optometría, las matemáticas, los aeroplanos, barómetros y otros instrumentos constituye un momento histórico que marcará para siempre la obra posterior de estos artistas que evolucionarán hacia el surrealismo.

Precisamente, será Dalí (1904-1989) quien más adelante, y dentro del surrealismo, aportará el concepto del arte como “máquina del pensamiento”, una ventana abierta a un mundo onírico, al inconsciente, a lo irracional y a lo artificial.

En la portada del catálogo de la galería Julien Levy (1936), Dalí evidencia una vez más su obsesión por las Venus. Con el retrato de un busto femenino con rostro cuasi androide y, haciendo uso de su característico método paranoico-crítico, oculta las obras expuestas en la exposición del catálogo en una serie de postales que se despliegan de los pechos de la mujer. La mente de Dalí es una máquina que no para de inventar, y el erotismo y la sexualidad el motor que la nutren de energía.

Pero la máquina en el movimiento surrealista no es sólo el instrumento, también es el sujeto del acto creativo y el modelo de la obra de arte. Descontextualiza el objeto cotidiano, juega con su significado y lo dota de una nueva función, rompiendo las expectativas convencionales y permitiendo la libre asociación de ideas.

El movimiento y la velocidad fueron referencias de la modernidad, y la cinética se convirtió en objeto de estudio de muchos de los surrealistas. En la exposición se pueden ver algunas piezas precursoras de arte cinético. Destaca el curioso experimento de Duchamp, Los Rotoreliefs (Relieves de rotor) (1935), resultado de su afán por encontrar la tercera dimensión a partir del movimiento espiral. Se trata de discos ópticos, de diferentes colores, colocados en un fonógrafo a 33 revoluciones que, al girar, crean sensaciones hipnóticas y de profundidad. Estas “tuercas giradas” reproducen el movimiento automático de la pintura. Una vez más, Duchamp demuestra que arte y ciencia giran a la par.

Datos de interés:
Surrealismos. La era de la máquina
Fundación Canal (Mateo Inurria, 2, Madrid)
Fechas: Del 7 de febrero al 21 de abril de 2024
Horario: Laborables y festivos: 11:00 a 20:00 h, excepto los miércoles: 11:00 a 15:00 h.
Entrada gratuita