Laoconte

Bronce para un dolor infinito

 Andrés Merino Thomas

Cuando los aqueos simularon su retirada de Troya y dejaron aparentemente tras de sí aquel enorme caballo de madera, el más famoso de la historia de la mitología, un sacerdote de Apolo Timbreo alzó su voz y pronunció palabras sabias que acabarían costándole la vida: “desconfío de los griegos incluso cuando traen regalos”. Su nombre era Laocoonte. No pudo evitar que sus conciudadanos cayeran en la artimaña. Virgilio relata en la Eneida que fue la propia diosa Atenea la que envió dos serpientes para que le devorasen, a él y a sus hijos. Aunque el conjunto escultórico más conocido sobre la leyenda fue creado por la escuela de Rodas y constituye una de las herencias en mármol más preciadas del helenismo, hoy contemplada en los Museos Vaticanos, los amantes del arte más exclusivo pueden acercarse a ver de cerca, hasta finales del próximo enero, una singular interpretación del relato en las Salas de exposiciones temporales del Palacio Real de Madrid. Nos referimos a una pieza de Giovan Battista Foggini que forma parte de la muestra “Brillos en Bronce. Colecciones de Reyes”, un excepcional recorrido por objetos artísticos de pequeño y medio formato, poco conocidos, obras maestras en tal metal atesoradas por los monarcas de las dinastías Austria y Borbón en España entre los siglos XVI y XIX.

El Laocoonte del broncista florentino acabó en la colección regia española en 1803. Era una de las casi cien piezas que Carlos IV adquirió al conde de Paroy, que las había acumulado procedentes de compras en ciudades italianas o como consecuencia de la dispersión de buena parte de la colección real francesa tras la caída de la monarquía de Luis XVI y María Antonieta. En el caso que nos ocupa, Paroy se había hecho nada más y nada menos que con una obra de quien recibió en 1687 el honroso título de Primer escultor de los Médici. En ese mismo año, Foggini había adquirido en Borgo Pinti la fundición que había pertenecido al mismísimo escultor Giambologna. Cuando el autor de nuestro Laocoonte realizó su obra maestra, en 1720, hacía mucho tiempo que de su taller salían pequeños bronces para su venta en Florencia, la península italiana y otros selectas cortes europeas. 

En su estudio específico sobre la pieza, María Jesús Herrero Sanz subraya que el Laocoonte es atacado en el mismo altar en el que presentaban sacrificios. Uno de sus hijos está prácticamente muerto, mientras que el otro parece aún intentar escapar de la agresión. Aunque otras versiones del pasaje relaten que las serpientes surgieron de las aguas y que, tras devorar a sus hijos, el propio sacerdote acudió a enfrentarse con los animales, es inevitable fijar la mirada, al observar al trío en lucha, con la expresión de dolor de un padre que sufre los embates de un destino fatídico. Nos hallamos ante un bronce de dolor infinito. ¿Es dolor por la impotencia ante el destino de Troya?, ¿ante el destino de jóvenes, niños?, ¿dolor ante la muerte que llega segando árbol y frutos? A no menor debate nos desafía una pieza que a mediados del siglo XIX estuvo en la Biblioteca de Palacio. ¿Cómo es posible que se representase una muerte tan trágica con un rostro sereno? Un final así no puede aceptarse. Un estudio anatómico de tal envergadura no puede corresponder a un gesto heroico, majestuoso, a medio camino entre la tragedia que agota el grito y consume la fuerza de una dignidad inacabable que se opone a lo que ya no podrá ser evitado. O precisamente, lo grandioso del bronce que hoy nos ocupa es esa quiebra academicista de lo que podríamos llamar el principio de la serenidad clásica, o del clasicismo sereno, o como el lector de estas líneas quiera llamarlo. Nuestras disculpas: no somos antropólogos del arte. Pero una pieza así invita a escribir sobre el dolor sobrehumano. Porque, al final todo arte, como el dolor, tiene algo de poético.

 

“Laocoonte” (Hacia 1720)

Giovan Battista Foggini (1652-1737)

Bronce (57 x 43 x 22 cm)

Palacio Real. Patrimonio Nacional. Madrid

 

Exposición: “Brillos en Bronce. Colecciones de Reyes”

Organiza: Patrimonio Nacional

Patrocina: Fundación Banco Santander

Comisarias: María Jesús Herrero Sanz y Rosario Coppel Areizaga

Sede: Salas de Exposiciones Temporales. Palacio Real de Madrid. C/ Bailen, s/n

Madrid, 13 de noviembre de 2009 a 24 de enero de 2010

Entrada gratuita

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