Crónica de una desilusión global
Andrés Merino Thomas
Hay una profesión en España que ha hecho frente, con verdadero esfuerzo, a los sucesivos cambios de gobierno acaecidos desde la transición democrática. Su labor, institucional en grado sumo, exige a sus miembros un sentido de estado por encima de cualquier militancia política. No quiere eso decir que deban sustraerse a legítimas opiniones personales o a convicciones ideológicas, absolutamente propias de todo ser humano, pero es cierto que su labor diaria precisa de equilibrios de toda índole en beneficio de la nación. Nos referimos a quienes pertenecen a la carrera diplomática. Sólo al concluir su periodo de vida en activo, los embajadores pueden permitirse el lujo de publicar algo parecido a memorias o recuerdos, en los que proporcionan visiones, particulares o generales, de acontecimientos que forman parte de la pequeña o gran historia de nuestras relaciones internacionales. Ellos han sido testigos de primera fila, cuando no directos organizadores de los mismos. No pocas veces han formado parte de grandes organismos a nivel planetario, de cuya actividad informan genéricamente los medios de comunicación y de los que la opinión pública tiene, por desgracia, una visión incompleta o, lo que es peor, sesgada. Javier Rupérez (Madrid, 1941) es uno de los más conocidos de nuestro país. Acaba de editar los recuerdos de su última etapa en el servicio exterior, en este caso como Director ejecutivo del Comité contra el terrorismo del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, con rango de Subsecretario general de la ONU – el cargo más alto desempeñado por un español en la institución-, al que llegó tras su estancia en Washington entre 2000 y 2004 como embajador de España en Estados Unidos.
La lectura del volumen, publicado por Almuzara, ha constituido una auténtica sorpresa para quien escribe estas líneas, no tanto por las posturas mostradas por el diplomático, bien conocidas por su trayectoria pública, sino por el enfoque agudo y valiente con el que se abordan en el texto temas espinosos en las actuales relaciones internacionales. No es frecuente leer un análisis tan crítico y realista, desde una objetividad respetuosa pero veraz, a la Organización de Naciones Unidas. La ONU viene gozando de un doble halo de buena y mala fama que se emplea a conveniencia por estados y grupos de presión de todo el mundo en apoyo de infinidad de posturas. El trabajo del autor al frente del citado comité, dedicado a fondo al análisis y propuesta de medidas de solución del fenómeno terrorista, es buen ejemplo de ello. La propia indefinición del que parece ser el mayor problema político y social al que se enfrenta el mundo a comienzos del siglo XXI es, más que una paradoja, un insulto a la inteligencia. En ese sentido, el capítulo que dedica Javier Rupérez a la controversia sobre una definición universal del término es la demostración más clara del magma de intereses encontrados disfrazados de multilateralismo en el que parece haberse convertido el simbólico bloque de piedra y cristal al borde del East River en la Primera Avenida, entre la 42 y la 48. No puede acusarse al autor, precisamente, de no saber qué es terrorismo, pues él mismo fue objeto de un cruel secuestro por parte de ETA durante un mes en 1979. Que a fecha de hoy, a pesar de contar con más de una docena de convenciones internacionales contra la lacra desde los años sesenta, no se haya conseguido avanzar más allá de discusiones para perfilar el alcance de expresiones como “sujeto terrorista”, “acto de terror”, “estado que lo practica” y otras nebulosas semánticas merece calificativos más duros que los empleados en el texto.
En su ensayo, de forma sutil, Rupérez define la ONU como una fotografía de encuentros y desencuentros. Pone el dedo en la llaga al romper el tópico que establece como verdad absoluta el espejismo de que ha concluido la hegemonía norteamericana en beneficio de una aparente multipolaridad. Es cierto que hay potencias emergentes, y que Estados Unidos ha descubierto que cada vez deberá contar más con ellas. Pero estamos muy lejos de un igualitarismo universal, proclamado en el mundo de las ideas pero impracticable en la realidad. El autor no teme ser tachado de políticamente incorrecto, pues precisamente dedica muchas páginas a esbozar las características geoestratégicas del hasta hoy extendido antiamericanismo, que parece haberse detenido expectante tras el triunfo electoral del presidente Obama. Que el libro haya sido editado inmediatamente antes de ese triunfo –aún hoy pleno de incógnitas- le confiese un especial valor que nos hace recomendarlo especialmente a las generaciones de jóvenes diplomáticos españoles y a quienes se preparan para formar parte algún día de nuestro servicio exterior.
“El espejismo multilateral. La geopolítica entre el idealismo y la realidad”
Javier Rupérez
Córdoba, Almuzara, 215 pág.
ISBN: 978-84-92573-26-4
Parece un libro interesante, lástima que costará una pasta. Me contentaré con ir a una librería, leer el índice, la cubierta y, puede que, la primera página o algún aspecto que considere interesante.
Gracias por la crítica
javier swift
Coincido con el comentario de Javier Swift, un buen libro, pero existe Biblioteca
Pública para poder leer.
No obstante, el artículo de Andrés Merino es de «chapeau»!
La diplomacia es eso: diplomacia. Dicen que «el arte de mentir sin que se enteren».
Saludos.
Gonzalo Cuesta.
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