La luna de miel que ha caracterizado las relaciones entre Cultura y Arco a lo largo de más de una veintena de ediciones se ha roto por un mal entendido, lo que apunta a que el mar de fondo es más profundo que unas simples declaraciones. El ministerio de Cultura que bajo la dirección de César Antonio Molina ha apaciguado los ánimos de casi todos los colectivos de creadores y gestores, y que ha dejado casi sin argumentos a la oposición para propuestas alternativas, se ha embarcado en una polémica con Arco, de esas que al final siempre se cobran alguna víctima.

En un año marcado por la crisis económica, el ministerio de Cultura tomó la decisión de no participar este año de forma institucional en la feria con un stand propio. La decisión, quizá no bien explicada, fue motivo de un comentario crítico por parte de la directora de Arco, Lourdes Fernández, en una entrevista. Llovía sobre mojado porque muchos galeristas con influencias políticas llevan dos años poniendo el grito en el cielo a costa de la selección que ha hecho el comité de expertos de Arco, que ha dejado fuera a medio centenar de galerías españolas -de las de toda la vida-  para primar a las extranjeras.

Ya se sabe que en el mundo del arte casi todo es subjetivo. Un paseo por la feria basta para poner en tela de juicio algunos de estos criterios ya que ciertos expositores han traído una obra manifiestamente mejorable. Con Arco nos pasa como con la fábula del rey desnudo, que a base de que los medios de comunicación ensalzan todo lo que suena a progre, a veces se dan credenciales de obra de arte a verdaderas patochadas ante la hilaridad del propio creador, que debe partirse de asombro ante lo que ha conseguido colar. Para muestra basta un botón: la colección que ha traído el país invitado, India, ha decepcionado a la mayoría; todo el mundo lo comenta, pero nadie se atreve a ponerlo por escrito.

Lourdes Fernández no ha hecho más que decir lo obvio, que echaba de menos la presencia del Ministerio de Cultura. Y como la venganza se sirve en frío, el Director General de Bellas Artes, José Jiménez, esperó a estar en un acto oficial en Arco para, delante de toda la prensa, explicar que el Ministerio no ha abandonado Arco, ya que ha puesto 500.000 euros para compras a través del Reina Sofía y que en este contexto económico hubiera sido absurdo gastarse 60.000 euros en un pabellón efímero cuando ese dinero se puede invertir en obras de arte. También tiene razón José Jiménez y parece lógica la respuesta del Director General de Bellas Artes.

¿A qué viene entonces la polémica? Pues que el problema no es el que se ha presentado como objeto de la disputa y tiene más que ver con el protagonismo de las personas que no de las instituciones y no ocurre sólo con Arco, sino también con alguno de los museos estatales. Arco es Arco gracias al apoyo oficial, desde la más Alta Magistratura del Estado y el Gobierno al Ayuntamiento y a la Comunidad autónoma. El protagonismo es de las galerías, pero no podrían volar solas sin el apoyo oficial. Y los políticos necesitan de Arco ya que es un escaparate que acerca a Madrid y España a los grandes centros de la creación internacional y eso se traduce en votos. Arco y Cultura están condenados a entenderse, aunque quizá sólo lo consigan lejos de los focos de los titulares y con la resaca de unos resultados que no dejarán a ninguno indiferente.

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