Madame Ursinos… o cuando la mermelada viene de París.

Por Andrés Merino.
La Guerra de sucesión al trono de español, a principios del siglo XVIII, no cuenta con excesiva bibliografía en el campo de la ficción. Siendo abundantes las tesis doctorales y ensayos sobre la contienda podrían contarse todavía más publicaciones dedicadas a perfiles biográficos de los monarcas y jefes militares que la protagonizaron. Pero los escritores suelen decantarse por la crisis social del XVII o la Guerra de la Independencia. En nuestro país, tanto novelistas como historiadores siguen usando, para ambientarse en ese periodo dieciochesco, la gran serie de libros que el diplomático y escritor Alfonso Danvila editó entre 1923 y 1940, que bajo el título “Las luchas fraticidas en España” describe con mucho acierto el periodo comprendido entre la muerte de Carlos II y el definitivo asentamiento de Felipe V en el trono español, que suele centarse en la época de sus segundas nupcias, con la italiana Isabel de Farnesio.

José Miguel Carrillo de Albornoz ha escogido la figura de la Princesa de los Ursinos, mentora del entonces joven monarca, para su última novela, “El manuscrito secreto”. Y ha encontrado en los mejores textos de Dávila sobre la poderosa mujer algo más que unos cuantos ejes cronológicos sobre los que basar su relato, que descansa de forma llamativa en aquellos, sean datos puntuales como fechas de entrevistas, viajes o batallas, como en pensamientos de la protagonista, que redacta en primera persona unas supuestas memorias. Para adornar el perfil se ha escogido el camino más fácil: las memorias catárticas “del yo pecador”, “el poder que reuní y no supe aprovechar”, el “qué tonta fui, cómo me la jugaron en el último momento”. A pesar de que la mera descripción de la vida de Maria Ana de La Trémoille es capaz de despertar el mejor interés de cualquier lector de novela histórica, en ocasiones el autor consigue anularlo con espesos soliloquios mal concebidos, mal construidos y peor ubicados.

La estancia en París de una pareja de españoles, que descubren por casualidad los escritos en el interior de un bargueño, es la trama marco. El escritor construye un relato paralelo tomando prestadas identidades reales de “amigos” y algún otro personaje nacido de su invención que no se distingue en absoluto de los primeros. Primavera de 2006. Los novios viajan a París para presenciar el torneo Roland Garros, pero según la obra viven un sueño de empalagosa mermelada, descrito con una prosa cuasi infantil, en medio de continuas repeticiones de sustantivos y adjetivos, de obsesivas alusiones a lo bien que les va económicamente, al acrisolado éxito de él como macho hispánico y a la belleza y enérgico carácter de ella. En suma, un canto ridículo a la capacidad innata de los protagonistas por divertirse y saberse sencillamente superiores –perdón, quizá superiormente sencillos-. Diálogos que rayan la vergüenza ajena completan un panorama en que uno se pregunta si de verdad los duques de Terranova se habrán sentido halagados. Según avanza la lectura lo hace también la convicción de que hacerles partícipes de semejante profanación de la memoria de los antepasados de muchos de sus primos –por cierto, sobreabundantemente citados- no puede quedar impune en cuanto a amistad se refiere.

Este panorama desolador se une a la percepción de que la edición no ha sido revisada ni siquiera en galeradas, dada la cantidad de erratas presentes. Algo que casa muy mal con el estilo emprendedor de una editorial, Styria, que cuenta con la extraordinaria trayectoria de sus impulsores, con valía más que demostrada y abundantes capturas en anteriores caladeros literarios. Una auténtica lástima.

“El manuscrito secreto”
José Miguel Carrillo de Albornoz

Barcelona, Ediciones Styria, 285 pág.

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