Real Academia de la Historia Ciclo de Conferencias

Del 27 de marzo al 18 de abril de 2008 Entrada gratuita. Aforo limitado

La Real Academia de la Historia ofrece un Ciclo de Conferencias bajo el título “Marqués de Arriluce de Ybarra” La España oceánica de los siglos modernos y el tesoro submarino español. La primera de las ponencias tratará «La arqueología submarina hoy en España», a cargo de Martín Almagro Gorbea. El viernes 28, Luis Suárez Fernández quién presentará «Las marinas ibéricas en la época de los descubrimientos».

En la presentación del ciclo de conferencias, Gonzalo Anes, director de la Real Academia de la Historia, ha destacado el carácter de gran actualidad y también el gran interés histórico del hallazgo de los pecios que permiten la reciente revisión de las cifras y la cuantía –cultural y económica- del tesoro submarino español. También ha señalado la importancia de los protectores privados en la financiación de las actividades de la Real Academia de la Historia, como es el caso de la Marquesa viuda de Arriluce de Ybarra y de su hija, gracias cuyo patrocinio se celebra este ciclo de Conferencias, y que continúan la generosa labor de mecenazgo que inició su esposo, Fernando de Ybarra y López-Doriga, III marqués de Arriluce de Ybarra.

José Alcalá-Zamora y Queipo de Llano, coordinador del Ciclo La España oceánica de los siglos modernos y el tesoro submarino español, ha señalado tres consideraciones generales que se han querido subrayar fundamentalmente al abordar este ciclo de conferencias. La primera de ellas, la importancia del imperio español, de su trascendencia y valores, en los siglos modernos, uno de los solo dos, con el inglés posterior, que han alcanzado unas dimensiones e influjo mundiales, así como la referencia a las amenazas a que se enfrentó hasta su derrumbe con la Independencia Hispanoamericana. En segundo lugar, el volumen económico extraordinario y proyecciones posibles de ese tesoro submarino, transportado bajo pabellón español, y al que nuestro país tiene indiscutibles derechos de participación, que debe hacer valer con diligencia y energía; por otro lado, ha indicado que este patrimonio perdido –entre naufragios, corsarios y piratas- representa solo el 5 por ciento del conjunto del tránsito marítimo del momento, lo que da idea de su magnífica organización y funcionamiento. Por último, recordar a los españoles de hoy la formidable obra civilizadora y constructora de un continente llevada a cabo por sus antepasados durante los trescientos años de Edad Moderna, que no tiene parangón con la realizada por ninguna otra nación colonizadora, salvo Roma, y que ha ensanchado de modo decisivo las fronteras del pequeño mundo europeo y de la cultura occidental en el planeta.

Por su parte, Martín Almagro Gorbea ha señalado el extraordinario valor cultural de estos pecios por encima de su valor económico y ha denunciado cómo la lógica crematística imperante ha saltado por encima de los intereses culturales e incluso legales en el expolio continuo y creciente de los buques españoles. Según el Sr. Almagro se trata de yacimientos arqueológicos de un gran valor histórico que deben de ser reconocidos como bienes de interés cultural general y Patrimonio de la Humanidad. Los avances técnicos en la detección y expolio de los pecios localizados a grandes profundidades exigen una legislación acorde a la trascendencia de estos hallazgos que deben de ser recuperados y conservados. Su actual inexistencia denota una falta de sensibilidad cultural y una desidia que ya viene de atrás. Ha insistido en que actuaciones como las llevadas a cabo por empresas privadas de prospección de tesoros, serían inconcebibles en cualquier otro escenario que contuviera restos arqueológicos.

La España oceánica de los siglos modernos y el tesoro submarino español
Sólo dos imperios verdaderamente mundiales ha conocido hasta hoy la historia humana, si por tales entendemos los que poseyeron poder político protagonístico, fuerza militar respetable por tierra y mar, horizontes y presencia planetaria, dominio directo de extensos territorios y pujante red comercial y que lograron difundir su cultura, su idioma y su modelo ideológico y sociológico sobre grandes áreas terrestres. Fueron el español y el británico. El primero, entre 1492 y 1826, o, precisando, de mediados del siglo XVI a 1808, y aun, de modo más estricto, en su apogeo, desde 1582, fecha de la incorporación de la corona de Portugal a la Monarquía Hispánica, hasta la aniquilación del poder naval de España por los holandeses en 1639, aunque las posesiones españolas fueran todavía durante 170 años las de mayor importancia. Y el imperio inglés, que, preparado por la resistencia isabelina al orden hispano y, sobre todo, por Cromwell, alcanzó la supremacía desde 1763 hasta finales del siglo XIX, y que, en el plano lingüístico, se impone hoy.

Ambas construcciones imperiales durante algunas décadas coexistieron y, por el fracaso de la aventura exterior ultramarina de Francia, se “sucedieron” en la posesión de las grandes rutas oceánicas y en la explotación y disfrute de los mundos ultramarinos. Pero, a diferencia de otras colonizaciones europeas, España trasplantó sus modos de vida y su cultura a sus reinos hermanos oceánicos, creando en ellos nuevas españas, con sus teatros, imprentas, universidades, iglesias, artes y urbanismo, equiparables a las realizaciones europeas de entonces, como puede aún apreciarse en Lima, Guayaquil, Quito, Cartagena de Indias, Puebla, Méjico o Zacatecas.

A los españoles del siglo XXI nos ha quedado del antiguo imperio –término para muchos peyorativo, pero de vocación a fin de cuentas universalista y de entendimiento- un espléndido legado, que debería ser motivo de orgullo y que permite a nuestro país tener mayor significación en el mundo actual: la magnífica arquitectura civil y militar, la producción literaria hispanoamericana, el idioma común, aquellas concepciones urbanísticas válidas todavía y, además de tantas otras cosas, ese inmenso tesoro submarino, tan codiciado hoy por aventureros sin escrúpulos, del que el Estado español y los españoles son legítimos herederos, y en torno al cual, y desde distintas perspectivas, vamos a ir trenzando las conferencias del ciclo que les ofrecemos.

José Álcalá-Zamora y Queipo de Llano

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El Ciclo esta constituido por diez conferencias:

– Jueves, 27 de marzo. La arqueología submarina hoy en España, a cargo de D. Martín Almagro Gorbea.
– Viernes, 28 de marzo. Las marinas ibéricas en la época de los descubrimientos, a cargo de D. Luis Suárez Fernández.
– Lunes, 31 de marzo. Las Flotas de Indias y la protección del tráfico atlántico bajo los Austrias, a cargo de D. Carlos Martínez-Shaw.
– Miércoles, 2 de abril. El pensamiento monetario castellano y la revolución de los precios en la España del siglo XVI, a cargo de D. Manuel Jesús González y González.
– Viernes, 4 de abril. Las Invencibles de Inglaterra y los ataques al imperio español, a cargo de D. José Alaclá-Zamora y Queipo de Llano.
– Lunes, 7 de abril. Los cañones de España, a cargo de D. José Alaclá-Zamora y Queipo de Llano.
– Miércoles, 9 de abril. El zafarrancho de combate en un navío de línea español del siglo XVIII, a cargo de D. Hugo O’Donnell y Duque de Estrada.
– Viernes, 11 de abril. El tesoro submarino del Imperio, a cargo de D. Juan Manuel Gracia.
– Martes, 15 de abril. El fin del gran tráfico atlántico español, a cargo de D. Luis Miguel Enciso Recio.
– Viernes, 18 de abril. El legado de España: el esplendor de las Españas ultramarinas a fines del siglo XVIII, a cargo de D. Gonzalo Anes y Álvarez de Castrillón.

NOTA DE INTERÉS
Real Academia de la Historia

c/ León, 21(28014, Madrid)

Ciclos de Conferencias

Del 27 de marzo al 18 de abril de 2008

Entrada gratuita. Aforo limitado

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