Un iberismo de contrastes

Por Andrés Merino

La Editora Regional de Extremadura ha publicado la tesis doctoral de Ignacio Chato Gonzalo, un estudio minucioso de las relaciones hispano lusas en la segunda mitad del siglo XIX y principios del XX. Para el amplísimo análisis de un periodo de casi sesenta años, el autor ha escogido el acercamiento a través de la correspondencia diplomática entre los gobiernos de Madrid y Lisboa y sus respectivos ministros plenipotenciarios, enviados periódica o puntualmente. Un primer dato que requiere nuestra atención es la abundancia de los servidores de ambos estados, que ocuparon su misión en cortos periodos de tiempo –en ocasiones, días o meses- lejos de la actual costumbre, casi generalizada en occidente, de estancias por periodos en torno a los cuatro años.

Precisamente la inclusión de tablas con los nombres pormenorizados de los diplomáticos desplazados despierta cierta inquietud, pues si puede deducirse una conclusión notoria ésta sería, con excepciones, el escaso tiempo del que éstos dispusieron para analizar en profundidad las relaciones entre ambos reinos peninsulares. Sin negar la valía de quienes emitieron interesantes informes sobre hechos puntuales, resulta sospechoso atribuirles una excesiva capacidad de opinión sociológica, y mucho menos filosófica, sobre la hondura de tan estrecha cercanía basada en la geografía y en una buena proporción de historia común.

Chato presenta un personal panorama del iberismo del que, lógicamente, no puede hurtarse el enorme condicionante que supuso la inestabilidad política del XIX. En ambos países las tensiones entre opuestas visiones de lo nacional, el liberalismo o la inestabilidad de las coronas por paralelas crisis dinásticas marcaron una situación extraordinariamente compleja. El historiador expone y prueba con claridad el recelo portugués ante la sola mención de que el país fuera eventualmente absorbido, un miedo que sirvió para la conformación de su propia identidad nacional. Por contraste, la posibilidad de una reunificación peninsular creaba en España discusiones con los más dispares criterios.

Cuando la monarquía de Isabel II cayó, la candidatura del rey viudo de Portugal, Fernando de Coburgo, fue objeto de amplias negociaciones epistolares, cuya presentación es quizá el capítulo más logrado de la obra que se nos propone. El fracaso de la apuesta de Prim es un auténtico prototipo de la desconfianza que reinó en Lisboa durante décadas. No es difícil suponer que un Coburgo –dinastía que parecía destinada por naturaleza a nutrir tronos europeos como el de Gran Bretaña o Bélgica- aceptaría con verdadera pasión ceñir una corona vacante, pero tal era la inestabilidad general y la cortedad de miras de los políticos de ambos lados del Tajo que fue imposible aceptar.

A pesar del gran esfuerzo documental del autor, en el que llaman la atención numerosas erratas como citar al Conde de Valencia de Don Juan como el Conde de Valencia de San Juan y otros cambios de denominación que denotan escasa revisión del texto, la lectura los dos volúmenes causa, quizá por errores de sistemática, la impresión general de falta de uniformidad en la concesión de dos tipos de protagonismos que debían haber sido considerados de forma más coherente. Nos referimos al equilibrio entre la influencia de la propia situación interna de Portugal y España y la presión, más constante de la que afirma Chato, de las dos grandes potencias cercanas, la Francia del Imperio y la III República y la Gran Bretaña de la Reina Victoria. Una obra de claroscuros.

“Las relaciones entre España y Portugal a través de la diplomacia (1846-1910)”
Ignacio Chato Gonzalo
Mérida, Editora Regional de Extremadura, 2 vol., 567 y 387 pág.

ISBN: 84-7671-771-7 (o.c.)

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