El relativamente desconocido municipio abulense de Bonilla de la Sierra suele aparecer en los listados de los pueblos más bonitos de España. Lamentablemente, su muralla y castillo-palacio ahora también acaban de incorporarse a la Lista Roja del Patrimonio que elabora la asociación Hispania Nostra (www.listarojapatrimonio.org) y que recoge más de mil monumentos españoles que se encuentran sometidos a riesgo de desaparición, destrucción o alteración esencial de sus valores.

Se encuentran en un estado de conservación pésimo. La vegetación se localiza por todas partes y están completamente abandonados.

Los orígenes del castillo y el recinto amurallado se remontan al siglo XIII, aunque las reformas y mantenimientos más importantes comenzaron a realizarse cuando la Villa pasó a ser Señorío de los Obispos de Ávila, como lo demuestran los distintos escudos en las paredes del castillo.

Bonilla está estrechamente vinculada a la iglesia abulense por ser Señorío del Obispado, y su castillo fue utilizado como residencia de verano de los prelados hasta el siglo XIX cuando, por la Desamortización, fue desvinculado del Obispado. Durante su etapa episcopal, en esta villa (Bona-Villa) se levantaron la gran iglesia, las murallas y el actual castillo.

El edificio primitivo es de mediados del siglo XIV, y cuenta con un patio central cuadrado alrededor del cual se distribuyen las estancias, de hasta tres alturas, construidas la mayoría a raíz de la reforma efectuada en el siglo XVI: el porche, la panera formada por tres habitaciones, la torre del homenaje, las caballerizas de ladrillo y adobe, y el llamado patio de los conejos. Se cuenta que en algunas habitaciones y dependencias del castillo aún pueden verse restos de los antiquísimos frescos policromados que las decoraban, dividiendo el lienzo en bandas superpuestas que representaban escenas de torneos y luchas de hombres y animales fantásticos.

Esta fortaleza constituía un refuerzo de la defensa de una de las puertas que existían, hoy desaparecida. Originalmente se entraba al castillo por el lado occidental, protegido por la torre circular de la esquina y la torre del homenaje. Más tarde se abrió otra puerta en el lado suroeste y un acceso en alto en la torre del homenaje, fuera del recinto.

Se conservan las puertas falsas de arco de medio punto, muy restauradas, que eran utilizadas en caso de peligro. La torre del homenaje, de modestas proporciones, es la parte mejor conservada y está dotada de matacanes. Su planta baja es de cubierta plana y tiene pinturas en sus paredes, que se componen de un zócalo en rojo dividido en cuarterones con motivos geométricos y vegetales, a excepción de un caballero con escudo de barras de inspiración mudéjar, y por encima cuenta con las siguientes escenas: dos mujeres conversando, dos hombres con vestidos típicos del siglo XVI, dos caballeros en un torneo y un centauro, entre otros.

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