«Como los sanitarios nos cuidan y curan cuerpo y mente, los artistas cuidan del espíritu«. Elena Blanch González, Decana de la  Facultad de Bellas Artes de la Universidad Complutense de Madrid, ha escrito unas reflexiones sobre la situación actual y lo que vendrá a partir del COVID-19.

La Cultura y el Arte como refugio y reflejo de la sociedad que emerge tras la pandemia
Elena Blanch González

Es demasiado pronto para hacer predicciones de cuándo volveremos a la normalidad, sin embargo, la COVID-19 va a transformar el mundo. Cuando despertemos de este letargo nada será igual. De hecho, los cambios ya se están empezando a producir y el impacto del coronavirus ya se ha hecho notar en muchos ámbitos, como la educación, la ciencia, la cultura o el arte.

Son muchas las voces que pintan para nuestra sociedad un panorama desolador tras la pandemia, especialmente en la economía, pero los artistas tenemos el deber de esculpir un futuro mejor. Sin duda son muchas las incógnitas por resolver, serán muchos los retos que tendremos por delante, pero como toda crisis, la de la pandemia trae consigo también inmensas oportunidades.

1. La cooperación frente a la confrontación
En esta etapa en la que aún estamos inmersos hemos recuperado el sentimiento de ciudadanía. Los lazos de solidaridad, de apoyo, de cercanía, ya sea con nuestros mayores, con los que nos cuidan y hasta con los que nos gobiernan, se han hecho más fuertes. Todos nos sentimos miembros de un mismo grupo, da igual que estemos en barrios, ciudades o países distintos, todo el planeta empieza a sentirse parte de algo común. El grupo ya no es una idea, son personas concretas, con sus nombres, sus problemas, sus fragilidades y sus necesidades. Los frágiles, los más débiles, ya no son el problema de los poderes públicos, son también nuestro problema, son parte de nuestras vidas.

Empezamos a ver a países como China o Corea, no como algo ajeno o que compite con nosotros, sino como un colectivo humano con el que compartir experiencias y de los que aprender lo que hacen bien y, a su vez, enseñarles nuestras fortalezas. Un nuevo paradigma se abre camino, el bien común por encima del bien individual, hacerlo todos mejor por el bien del grupo y del planeta.

Los artistas están liderando esta propuesta poniendo su arte al servicio de la ciudadanía. Museos que abren sus puertas al mundo digital, permitiendo que la colectividad disfrute de algunas de las obras más importantes de la humanidad, festivales de música solidarios en plataformas digitales, artistas que ponen a disposición de todos el savoir-faire para que fabriquemos sus obras con nuestras manos y podamos disfrutar de ellas plenamente, del proceso creativo también.

2. El acceso a la cultura como derecho, como necesidad humana
En tiempos de confinamiento la humanidad ha redescubierto la importancia de la cultura. Cultura para ocupar sus mentes, para evadirse del miedo que sufrían, para traer sonrisa a sus rostros, para ocupar su tiempo y sacarles del hastío. La cultura ha recuperado un espacio entre nosotros. El conocimiento, el arte, el saber… nos han hecho recuperar el optimismo. Nos sentimos mejor con su cercanía, nos sentimos más plenos y nos mantiene vivos.

En un momento en el que las personas han emergido para mostrar que no son solo el objeto social, sino también el sujeto, el arte debe ser sensible y empático para, además de entretener, reflejar el momento que nos está tocando vivir. Los artistas han sabido desplazar un concepto frío del arte para ofrecer una respuesta humanizada como referente. De este cambio son protagonistas los artistas, sus creaciones y los ciudadanos que las disfrutan.

Han surgido de esta crisis oportunidades para la creación artística. El arte pugna por recuperar su papel curativo y, de manera análoga a como los sanitarios nos cuidan y curan cuerpo y mente, los artistas cuidan del espíritu. Los artistas también asumimos el reto de ayudar a pasar página y plasmar con belleza lo vivido para que las imágenes ocupen su parte en el imaginario colectivo, cuando los abrazos vuelvan a estar entre todos nosotros.

3. Capacidad para enfrentarse al folio en blanco
En momentos de incertidumbre a todos nos viene la imagen del pintor frente al lienzo en blanco o del escultor frente al bloque de mármol con los que el artista creará un mundo de la nada. Por un lado, este síndrome del lienzo en blanco hace que el artista adopte una determinada actitud ante la vida: la actividad frente a la pasividad. Por eso, son muchos los artistas que se han arremangado y puesto su ingenio, tiempo, pericia y maquinaria al servicio de los demás. Los artistas queremos ayudar, no solo que nos ayuden, y de ahí las innumerables iniciativas para crear mascarillas, gafas, etc.

La otra cara del síndrome del lienzo en blanco es una necesidad de responder preguntas. Cómo reflejar el momento vivido, los errores sociales cometidos y, sobre todo, dar respuestas a la gran incógnita, qué sociedad y qué valores queremos después del shock que estamos viviendo. El arte es un instrumento eficaz para representar, analizar y criticar la realidad, tiene el reto de dar nuevas respuestas y enfoques.

El artista debe tomar la iniciativa de su creación, ha de abandonar la comodidad de aplicar las exigencias del mercado, para proponer sus soluciones creativas e innovadoras a la ciudadanía, al grupo del que forma parte y al planeta. Hemos de devolver a los ciudadanos, en composiciones bellas, lo que han sentido, lo que han sufrido, la muerte de nuestros seres queridos, la soledad, la solidaridad y la esperanza. Todos esos pensamientos y el profundo cambio que los humanos estamos teniendo en esta etapa se reflejará inevitablemente en las obras de los artistas.

En definitiva, son múltiples los impactos que la pandemia está teniendo en nuestra sociedad. La cultura y el arte son reflejo de algunos de ellos, pero son también nuestro refugio ante la incertidumbre de los futuros tiempos que nos va a tocar vivir.

Elena Blanch González, Decana de la  Facultad de Bellas Artes de la Universidad Complutense de Madrid. Foto UCM

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