Sensibilidad, emoción, ternura, tenacidad y trabajo

No se puede hablar de una sola cualidad en la persona de Isabel Muñoz, su obra refleja muchos aspectos de su personalidad que sin ellos sería imposible crear como lo hace esta gran artista, Premio Nacional de Fotografía 2016.

“He tenido 25 años de espera para poder entrar en ese Japón de mis sueños, esos jardines secretos que tiene la cultura japonesa”. Sus ojos ven lo que esconde el alma, por eso sabe retratar con pasión los secretos más profundos.

He podido trabajar cerca de Isabel durante la semana de ARCOmadrid 2019, antes de la hora en la que la feria se abría al público ya estaba Isabel junto a sus obras. La he visto llegar la primera y marcharse la última, hablar, contestar y atender a todos los que se acercaban a ver su obra, sin perder en ningún momento su sonrisa.

La historia que ha presentado en esta ocasión llega de las profundidades del Japón. El inmenso espacio del pabellón 9 de IFEMA desaparecía al entrar en el espacio oscuro iluminado sólo por las imágenes que colgaban de las paredes. Una experiencia de sentimientos “pensé en cómo contar…, y comencé con los orígenes, por la creación, somos agua” esta serie que se ha realizado en el agua de Japón utilizando plásticos habla del amor, habla de esa agua que nos lo ha dado todo y nunca nos ha pedido nada y, sin embargo, no sabemos cuidar “¿Qué les vamos a dejar a nuestros nietos?”

La cultura y la mitología japonesa se muestra a través de unas inquietantes imágenes donde la danza “butoh” suena en cada una de las obras que transmiten el dolor del pueblo después de la guerra y de la bomba atómica, los bailarines cubren su cuerpo desnudo con cenizas blancas. “quizás estamos viviendo los últimos movimientos de esta danza, porque la sociedad japonesqa ya no es la misma”.

Isabel se encontró inmersa en el Prado mientras estaba trabajando con Zurbarán, los colores del Greco, Ribera, Durero… Reflexionando sobre esa idea de mirar y descubrir, Isabel Muñoz retrató las tres edades un hombre de más de 80 años que muestra su cuerpo con todas las horas que ha vivido, que ha amado, con todo lo que nos tiene que contar. Al lado, un hombre de 50 años con esa forma de expresar, de canalizar, de mostrar su ser. Es una forma de ir al corazón de las personas, explica Isabel.

Isabel Muñoz atendía, como he comentado, a todo aquel que quería saber algo más sobre su obra, a los que la felicitaban y, en un momento, una niña llamó la atención de la artista. Se paró frente a su autómata, pudimos sentir la desesperación de la artista viendo la reacción de la niña y no tener su cámara para poder recoger ese momento. “por favor haced una foto, por favor que no tengo mi cámara”. Fueron unos segundos, no necesitaba más.

Continuamos el recorrido hacia Cosmos “es una forma de investigar a la hora de contar. Habla sobre la preocupación, sobre nuestro mundo, sobre el cosmos. Dentro de esa caja negra lo que vemos es de dónde venimos, un universo sin contaminación, vinimos del agua, de esa pareja que aparece haciendo el amor, no podemos olvidar que el ser humano es fruto del amor”. Una vez dentro nos encontramos con el mundo de hoy. Las imágenes en movimiento que van mostrando un mundo cambiante franqueadas por unas cortinas que son los propios negativos utilizados para las fotos que se muestran fuera del cubículo, sobre los que se proyectan imágenes que se fusionan con los sonidos grabados de dos monjes uno budista y otro sintoísta que hace sentir el recinto como sagrado. (María Jesús Burgueño)

Isabel Muñoz (Barcelona, 1951). Premio Nacional de Fotografía 2016. Se matricula en 1979 en el Photocentro y decide convertir su afición en profesión. En 1980 conoce a sus fotógrafos de referencia, Ramón Mourelle y a Eduardo Momeñe. Al poco tiempo recibe sus primeros encargos para prensa y publicidad y conoce a Tote Trenas, quien la introduce en el mundo de la fotografía para cine. Hace la fotofija de películas como Sal gorda y Penumbra. En 1982 decide ampliar sus estudios en Nueva York. Obsesionada por hallar un soporte idóneo para reproducir la piel, continúa sus estudios en Maine con Craig Stevens, con Robert Steinberg y con Neil Silkirk. Regresa a Nueva York para estudiar el gran formato en el International Center of Photography (ICP). En 1986 regresa a Madrid y realiza su primera exposición, Toques, en el Instituto Francés. De 1990 a 2007 se dedica a recorrer el mundo intentando compartir sus emociones; a través de la danza realiza trabajos en Cuba, Burkina Fasso, Mali, Egipto, Turquía y con el ballet de Víctor Ullate.

Su trabajo ha podido verse en PHotoEspaña (1998, 2007, 2010 y 2012) y en instituciones de todo el mundo, como el Chrysler Museum of Art (Norfolk, Virginia, EEUU, 1992), el Dansmuseet (Estocolomo, 2002), el Museo de Arte Contemporáneo Unión Fenosa (La Coruña, 2006), la Casa de América (Madrid, 2006), la Fototeca Nacional del INAH (Pachuca, México, 2008), el Canal de Isabel II (Madrid, 2010), Caixa Forum (Barcelona y Madrid, 2010), el Instituto Valenciano de Arte Moderno (2011) o el Musée du Quai Branly (París, 2014), entre otros. Ha obtenido el premio World Press Photo en 1999 (en la categoría Arte y Entretenimiento) y 2004 (en la categoría Retratos), fue Premio de Fotografía de la Comunidad de Madrid en 2006 y Premio PHotoEspaña en 2009. Recibió la Medalla al Mérito de las Bellas Artes en 2009. Su obra forma parte de colecciones como la de la Maison Européenne de la Photographie (París) y el New Museum de Nueva York, entre otras.

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