La hija del escritor Juan Eduardo Zúñiga y García Montero, en el momento de introducir el legado del autor de “Trilogía de la Guerra Civil”. Foto: Instituto Cervantes (Juanjo del Río).

Entre otros objetos secretos la caja de seguridad 1190 guardará durante medio siglo un manuscrito y una visera «para llamar a las musas» de Juan Eduardo Zúñiga.

La Caja de las Letras es una antigua cámara acorazada del banco que albergaba hace años a lo que es hoy la sede del Cervantes en Madrid y que custodia los legados de una treintena de escritores, artistas y científicos, entre ellos los que entregan cada año los autores galardonados con el Premio Cervantes.

El manuscrito de un cuento y una visera para “llamar a las musas”, parte del legado de Juan Eduardo Zúñiga en la Caja de las Letras en el Instituto Cervantes de Madrid.

La Caja de las Letras del Instituto Cervantes custodia desde hoy el legado personal del escritor centenario Juan Eduardo Zúñiga (Madrid, 1919), en el que figura el manuscrito de un cuento de su libro Largo noviembre de Madrid y la primera edición de Inútiles totales, la novela con la que debutó en 1951.

Adriana Zúñiga, hija del también traductor y crítico literario, ha sido la encargada de depositar el legado de su padre en la caja de seguridad número 1190 de esta antigua cámara acorazada del Cervantes, donde quedará guardado durante medio siglo, hasta el 24 de enero de 2079.

En esa fecha, en la que coincidirían apertura de la caja y 150 cumpleaños del autor de Misterios de las noches y los días, se extraerían los otros objetos que componen el legado: uno de sus portaminas favoritos, una pipa de fumar y una visera negra, “como de un contable de los años 20, con la que se concentra para escribir, y llamar a las musas”, según detalla la hija del autor madrileño.

En el acto, Adriana Zúñiga ha estado acompañada por el director del Instituto Cervantes, Luis García Montero, que ha glosado la vida de Juan Eduardo Zúñiga, y ha destacado que es fundamental «recibir la herencia de nuestros mayores. Su fertilidad cultural. Por este motivo, estos actos contienen un gran valor simbólico”.

“Todas las actividades realizadas con motivo de su centenario culminan hoy con este legado. Este año hemos celebrado el centenario de Juan Eduardo Zúñiga, y ha sido muy significativo no sólo por el valor de sus obras, si no, por todo lo que representa –los autores rusos que le han influido y la conciencia crítica de Mariano José de Larra-“.

El director del Instituto Cervantes ha entregado a Adriana Zúñiga una llave simbólica y un certificado acreditativo del depósito en la antigua cámara acorazada de la institución, y ha resaltado: “Nosotros dejamos este legado como un compromiso de futuro. En medio del largo invierno, la cultura de Zúñiga se convierte en la capital de la gloria”.

Por su parte, Carlos Alberdi, director de gabinete del ministro de Cultura, que acudía en representación del ministerio ha recordado a Zúñiga como alguien cercano, vecino además de la madrileña zona de Menéndez Pelayo: «Desde la primera vez que le vi, me di cuenta que era alguien único, una especie de científico. Después, cuando conocí su personalidad literaria reconocí en él a uno de los viejos sabios de la tribu. Qué importante es la senectud, la acumulación de experiencia”, para concluir ha resaltado el toque aventurero que tiene “esconder, o guardar, la vida de Zúñiga en un pequeño cajetín”.

En el acto, también han asistido los escritores Manuel Longares y Jesús Marchamalo, y la profesora universitaria Ángeles Encinar, todos ellos amigos y expertos en la obra de Zúñiga.

Este reconocimiento al escritor madrileño se enmarca en los actos de homenaje que el Instituto Cervantes ha realizado, hace apenas dos semanas, coincidiendo con la celebración de su cumpleaños. Los días 24 y 25 de enero se le rindió un doble homenaje en el que participaron los escritores Luis Mateo Díez y Almudena Grandes, la historiadora Carmen Iglesias, el filósofo Emilio Lledó y los profesores universitarios José María Pozuelo Yvancos, Santos Sanz Villanueva, Natalia Arséntieva, Luis Beltrán Almería y Ángeles Encinar.

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