Los dólmenes de Antequera, por su espectacularidad y magnífico estado de conservación, son un elemento imprescindible para comprender el fenómeno del megalitismo peninsular y europeo. El dolmen de Menga se levantó hace unos seis mil años. Es un enorme sepulcro de galería en el que ya se intuye un corredor de acceso delimitado por diez enormes losas, cinco a cada lado, aunque en origen posiblemente fueron siete por lateral, que desemboca en la cámara sepulcral propiamente dicha, formada a su vez por dos paredes de siete monolitos cada una y uno en la cabecera.

Todo ello está cubierto con cinco losas sujetas por tres pilares de base cuadrada, destaca la última cobija de la cubierta que está calibrada en más de 180 toneladas. Los monolitos que conforman las paredes se alineaban en una zanja excavada en el suelo, levantándose por medio de un sistema combinado de palancas y cuerdas. A continuación se rellenaba con tierra el interior y se creaba una rampa, por la cual se arrastraban las enormes piedras que forman la cubierta. El último paso sería la retirada de la tierra que ocupa el interior del sepulcro, una vez que ha cumplido su función constructiva. Este un monumento megalítico fue declarado Patrimonio Mundial por la UNESCO el 15 de julio de 2016

El dolmen de Menga es una de las cumbres de la arquitectura adintelada en la Antigüedad europea. Y no nos referimos sólo a su monumentalidad -según el directorio institucional de Cultura de la Junta de Andalucía-, sino a la ingente cantidad de mano de obra comprometida en su construcción o al peso descomunal de las losas que lo compone. Por encima de lo anteriormente dicho, creemos que la grandiosidad de Menga radica precisamente en eso, en su carácter arquitectónico, en la creación de un espacio interno realmente asombroso que difícilmente encuentra parangón en otros casos del Megalitismo europeo. No podemos olvidar que más de la mitad de las referencias a dólmenes que se hicieron en Europa en el siglo XIX aludían al dolmen de Menga. Se trata de una construcción que tiene más de 5.500 años.

Lo primero que nos sorprende al acercarnos a Menga es el descomunal trilito (dos losas verticales y una de cubierta) de la entrada del sepulcro que, como un icono, identifica el monumento. Se trata de una imagen muy popularizada, reproducida en mil ocasiones y desde muy antiguo. Posiblemente, sea la única imagen previa que tengan muchos de los visitantes de los Dólmenes de Antequera o, al menos, la que le resulte vagamente familiar.

Descripción técnica

El dolmen de Menga puede considerarse un sepulcro de corredor. En la planta del sepulcro se pueden distinguir tres zonas: un atrio, un corredor y una gran cámara funeraria, aunque la diferencia entre los dos últimos espacios está muy poco marcada. La longitud total del conjunto alcanza los 27,5 metros.

El atrio

Entendemos por atrio el espacio que se localiza al comienzo del corredor de algunos sepulcros megalíticos. Propiamente, es una parte más del corredor pero, al tener forma trapezoidal y con la base más ancha mirando hacia el exterior, recuerda a una especie de soportal o «recibidor». Parcial o totalmente, debió estar sin cubrir.
En Menga, se conservan de él, restos de dos ortostatos (losas verticales) desmochados, uno a cada lado de la entrada, aunque las dimensiones reales y naturaleza constructiva de dicho atrio quedan por precisar.

El corredor

Menos dudas ofrece el corredor, que estaría compuesto por cuatro ortostatos a izquierda y otros tantos a la derecha, cubiertos con la losa o cobija que se observa desde el exterior. Una ligera discontinuidad marca el paso hacia la gran cámara funeraria.

La Cámara funeraria

Ocupa casi tres cuartas partes del edificio conservado. Tiene planta alargada y tendente a lo oval. Se diferencia del corredor por un ligero estrangulamiento que sólo queda marcado por la distinta orientación de los dos primeros ortostatos que la configuran. Está compuesta por 7 ortostatos en cada lateral y una gran losa que configura, al fondo, la cabecera del sepulcro. Estas losas pueden alcanzar hasta 4.7 metros de altura, incluido el metro aproximado que queda introducido en la zanja de cimentación, y tienen un grosor en torno al metro y medio. En lo alto, el espacio se cierra con cuatro descomunales losas de cubierta (cobijas); alguna de ellas ronda las 150 toneladas de peso.

Sin duda llaman la atención los tres grandes pilares que se alinean a lo largo del eje longitudinal de la cámara, coincidiendo con la unión de las cuatro losas de cubierta. Se trata de un recurso constructivo muy raro en el Megalitismo europeo. Se puede decir que no responde a patrones generalizados en otras zonas o regiones. Por tal motivo, se ha discutido muchos sobre su función y significado. La verdad es que estos pilares dan al conjunto un aspecto más habitacional que funerario, quizá este fue uno de los motivos que llevó a Rafael Mitjana, en el siglo XIX, a reconocer en el edificio un auténtico templo celta. La ubicación estratégica que hace descansar en cada pilar dos losas de cubierta, anima a pensar que se trata de un recurso constructivo orientado a consolidar la estructura y evitar derrumbes. Sin embargo, si observamos detenidamente la parte superior de los pilares, podremos percatarnos de que ni siquiera tocan las cobijas.

En los trabajos realizados en 2005 se descubrió, en el último tramo de la cámara de Menga, tras el tercer pilar, un profundo y estrecho pozo que se encontraba cegado. Tiene una profundidad de 19.50 m. Sin duda, debe ser el que debió excavar R. Mitjana en 1847 y que con posterioridad recogía en su crónica viajera Lady Tenison. Hasta el día de hoy no existen técnicas para datar esta estructura pero confiamos, algún día, en aclarar esta incógnita.

De cara a la mujer durmiente

El dolmen de Menga se orienta hacia el noreste (acimut de 45º), es decir, al norte de la salida del sol en el solsticio de verano, algo totalmente anómalo en el contexto cultural en el que se sitúa. Esto significa que se encuentra fuera del arco en el que el sol puede aparecer en el horizonte. Sin embargo esta peculiaridad se comprende rápidamente si se sitúa a la entrada del dolmen dirigiendo su vista hacia el frente. Su mirada se topará con la excepcional Peña, un hito espacial cuyo perfil nos recuerda la cara de una mujer durmiente mirando hacia el cielo.

En la barbilla de dicho perfil se encuentra el abrigo de Matacabras donde se disponen las ya mencionadas pinturas rupestres, lo que viene a reforzar la convicción de la importancia otorgada a tal lugar. En los albores del solsticio de Verano Menga se convierte en un lugar mágico, incidiendo la luz del sol directa hasta su séptimo ortostato. En este día, todos los años, se abren las puertas del recinto excepcionalmente a las 6:45 para que el público pueda observar el fenómeno (es imprescindible reservar con antelación ya que el aforo está limitado por razones de conservación).

Para conocer cómo se pudo construir este gran espacio recomendamos que vean el audiovisual que se proyecta en el Centro de Recepción «Menga. Proceso de construcción».

Propiedad

El Estado fue el impulsor en 1885 de la adquisición del dolmen de Menga a través del Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes, adquirido en julio de 1886 a Manuel Ramón Zarco del Valle por la cantidad de 25.000 pesetas.

Dicha propiedad es trasferida a la Junta de Andalucía mediante el Real Decreto 864/1984 de 29 de Febrero, sobre traspaso de funciones y servicios del Estado a la Comunidad Autónoma de Andalucía en materia de Cultura.

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1 COMENTARIO

  1. Hay una falta de ortografía en «trasferida en el último párrafo del articulo periodístico.

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