Fundación MAPFRE ha presentado el Espacio Miró, un lugar en el que se exhibirán de forma permanente obras de Joan Miró (Barcelona, 1893-Palma de Mallorca, 1983), cedidas como depósito temporal.

La colección está compuesta por 65 obras de Joan Miró procedentes de diferentes propietarios y además cuenta con cuatro esculturas y un óleo de Alexander Calder (obsequios de éste al propio Miró), con el que el pintor catalán mantuvo una gran amistad y una especial proximidad artística.

Aunque en su mayoría se trata de obras de las últimas décadas, se pueden encontrar pinturas de diferentes períodos, en las que Miró refleja continuamente los mismos temas, reinventándolos y dándoles una nueva vitalidad.

El recorrido por la colección se divide en cinco secciones. La primera de ellas, Miró/Calder, presenta la mutua admiración artística y la relación de amistad entre ambos artistas, que compartirán el mismo interés por la depuración formal de los motivos, así como por la abstracción, el circo o el ballet, entre otros. Como ejemplo de esta relación destaca el Retrato de Joan Miró, realizado en alambre de acero por Alexander Calder. Este conjunto de obras expuestas son regalos con los que el propio Calder obsequió a Miró.

Tras las Constelaciones, Miró inauguró un nuevo modo de disponer en la superficie del cuadro toda una serie de formas, que ejercerían una notable influencia en la mayor parte de los expresionistas abstractos norteamericanos, una influencia recíproca, que se observa en la gestualidad de las obras de gran formato del artista catalán. Tal es el caso de Mujer española, de 1972. Por este motivo esta sección se titula El signo y el gesto, donde además se puede ver el uso que hace el artista de distintos materiales como la arpillera, el cartón como soporte, el acrílico o el lienzo sin bastidor, que recuerdan el ambiente del informalismo que por estos años se desarrollaba en Europa.

En la tercera sección Mujeres, pájaros, estrellas se pueden observar los motivos principales de la obra del artista catalán, pero renovados. Miró los utiliza como un pretexto para estudiar sobre la propia pintura y la gestualidad: el negro y el trazo duro y agresivo se alterna con arabescos y formas curvas “manchadas” por las gotas que deja el acrílico sobre la tela, tal y como vemos en Femme, 1974, por citar sólo algún ejemplo. Al mismo tiempo, el artista va depurando los motivos dejando la obra casi desnuda, reducida a su propia esencia.

Una galería de monstruos se centra en “las cabezas” de los últimos años. Personages es la palabra francesa que mejor describe a los monstruos de Miró, criaturas extrañas, unas veces traviesas y otras líricas. Cabezas solitarias que surgen del lienzo y que nos miran inquisitivamente produciendo en el espectador una suerte de miedo mezclado con el humor que trasluce toda su obra.

La última sección, Desafío a la pintura, muestra un conjunto de pinturas, que se entienden mejor al recordar la célebre frase según la cual el artista “quería asesinar su pintura”. Este asesinato tiene un doble sentido. Por un lado los materiales de deshecho, las tablillas, las resinas y los pegotes de pintura se convierten en protagonistas. Por otro, interviene sobre pinturas ya existentes: compra obras de artistas desconocidos, encontradas en mercados populares, sobre las que pinta con un resultado que es una mezcla de los dos. En total, Miró hizo diez de estas obras a lo largo de su carrera de las que la exposición muestra cuatro como Personajes en un paisaje cerca del pueblo, 1965.

En la presentación han participado el director de Cultura de Fundación MAPFRE, Pablo Jiménez Burillo, y el profesor y Director de la New York University en Madrid, Robert Lubar Messeri.

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