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El Museo Reina Sofía presenta una antológica de Txomin Badiola en el Palacio de Velázquez del Retiro

El Museo Reina Sofía presenta en el Palacio de Velázquez del Retiro una exposición antológica de Txomin Badiola (Bilbao, 1957), con una amplia selección de su producción artística —alrededor de unas 60 obras entre fotográficas, dibujos, piezas escultóricas e instalaciones multimedia—, que abarca desde los años ochenta hasta la actualidad.

Bajo el título Otro Family Plot, la muestra es el resultado de un proceso continuado de diálogo y colaboración de Badiola tanto, con artistas de su entorno, como con el comisario de la exposición, João Fernandes. Ana Laura Aláez, Ángel Bados, Jon Mikel Euba, Pello Irazu, Asier Mendizabal, Itziar Okariz y Sergio Prego, han seleccionado diez de obras de Badiola cada uno, y han realizado grabaciones de los encuentros en que estos razonan su elección. Para ello, en lugar de ser el propio Badiola el entrevistador, los interlocutores han sido otros artistas más jóvenes, manteniendo así una posición descentralizada en este proceso. El resultado de este singular sistema colectivo de discusión ha dado lugar a la estructura que define el dispositivo expositivo en sus relaciones materiales, espaciales, temporales y textuales.

La exposición —específicamente concebida para el espacio del Palacio de Velázquez— pone de manifiesto el binomio entre construcción y deconstrucción crítica que caracteriza todo el trabajo del artista vasco, además de la evocación a referencias históricas y culturales que han marcado la trayectoria artística de Badiola.

La obra del artista

Desde los años ochenta Badiola ha trabajado en diversos proyectos que, entre otros aspectos, han cuestionado los conceptos formalistas más convencionales, como la representación o la originalidad, por su influencia para limitar la escultura a su más elemental forma de objeto —el cuestionamiento de herencia minimalista y conceptual—. Con la idea del diálogo siempre presente y “sin sucumbir del todo al modelo que se imponía en forma de transvanguardia, neoexpresionismos, etcétera…”, su obra muestra un afán constante por superar esa “mera retórica”. Su trabajo se caracteriza, también, por generar una dinámica propia, superadora de sus círculos artísticos más próximos en el País Vasco.

El trabajo de Txomin Badiola, aunque se identifica con excesiva facilidad con la “Nueva Escultura Vasca”, no puede encasillarse en un estereotipo ni responde a clichés preestablecidos. Badiola insisten en ello: «En realidad, tampoco ha sido parte del programa romper ningún tópico, ni hacer uso del mismo en beneficio de nada. Se ha tratado más bien de responder a esa cotidianidad más vital o más real, de dejarse llevar por ella».

La exposición: las cuestiones vivenciales de Badiola en primer plano La muestra, que se presenta ahora en el Palacio de Velázquez, está estructurada en ocho grandes áreas que resumen las cuestiones fundamentales del devenir del artista a lo largo de 35 años: “He realizado diferentes tipos de retrospectivas, me pareció que este era el momento adecuado para que todas las cuestiones vivenciales que de algún modo dan sentido a mi propio trabajo se pusieran en un primer plano”, afirma el artista. La presentación no es estrictamente cronológica ni exclusivamente temática, —presenta obras de diferentes épocas—sino que responde a problemáticas que han buscado respuestas de manera acumulativa a lo largo del tiempo, como refleja su estructuración en distintas secciones. Si bien, como apunta el propio artista “los límites entre las secciones son muy permeables: hay piezas que dependiendo del aspecto en el que te fijes podrían estar en varias secciones a la vez.»

A lo largo de la exposición se advierte algún tipo de evolución, de progreso, no deja de estar permanentemente contrapunteada por una especie de flashbacks y flashforwards, de manera que se avanzan cosas que se van a tratar luego o se vuelve sobre aspectos que ya se habían tratado.

La primera sección, denominada «Formas deseantes, bastardas e insatisfechas», plantea cómo se genera una manera de funcionar a niveles formales-estructurales en el “intersticio” entre el cuestionamiento de herencia minimalista y conceptual, y la no aceptación de la inevitabilidad del nuevo paradigma en los años ochenta a partir de la Transvanguardia o los Neos (neo-expresionismo, neo-geo, etc.). El artista lo describe de esta forma: “Cada uno de nosotros formuló su propia respuesta a esta situación. La mía consistió en una serie de esculturas que denominé «Bastardos» (1984) — realizadas con materiales de procedencias diversas (bronce, hierro, madera), así como la combinación escultura-pintura y la articulación de diferentes formas—. Esta manera de funcionar se apunta, además de en la idea del «bastardo», con la «Pieza insatisfecha» (1987), perteneciente a su fase de esculturas de acero.

En un segundo apartado, «Sobrevivir entre signos, ser signo», se aborda cómo las relaciones sujeto-objeto han quedado totalmente trastocadas en una sociedad plenamente posmoderna, “Bilbao en los años ochenta era un páramo posindustrial; la ciudad languidecía en su oscura decrepitud”. Su cambio de residencia a Londres, a finales de los años ochenta, tuvo en él un definitivo impacto: “las dinámicas de la posmodernidad emanaban de la misma ciudad. Ya no se trataba de forzar debates sobre arte y la cultura, sino de responder con las herramientas de la vida y de la cultura los imperativos que tales dinámicas marcaban”. En este apartado, “las cosas pierden su materialidad objetual, se evidencian como «signos»”, señala Badiola. Este ejercicio “deconstructivo” —reflejo de su atracción por la arquitectura deconstructiva— da lugar a la elaboración de grupos de signos muy diferentes —signos de una abstracción “hipermoderna” y signos que llaman a la identificación de ciertos aspectos de la realidad “más humanos”.

«Un Yo-imagen. Alteridad ineludible. Todo es vanidad», tercera sección de la muestra, incluye obras que tratan de las consecuencias de todo ello para la cuestión de la subjetividad, lo real y lo simbólico —cuestiones que preocupan al artista desde su llegada a Nueva York en 1990—. Es algo que está implícito en su serie inicial de Family Plot (1987). «Necesidades públicas/Pasiones privadas» se compone por obras que apuntan a los dilemas generados entre el respeto a los proyectos más personales y las responsabilidades respecto de lo común, entre lo individual y lo colectivo. “Mi herramienta para gestionar esta relación entre lo individual y lo colectivo, lo personal y lo público fue la «mala forma»”, en oposición a la «buena forma», obra que se cierra en sí misma”. En el ecuador de Otro Family Plot encontramos «El grupo, la banda, el comando», parte vinculada a la anterior. Trata sobre la atracción hacia figuras “intermedias”, como la familia, el grupo o la comunidad de iguales. Como dice el artista: “La idea de «lo familiar» atraviesa tanto mi trabajo como mi mundo relacional dentro del arte”. La sexta sección, «Avatares de la forma», incluye obras que participan de la tensión irresoluble entre la tendencia a identificarse con la vida, a disolverse como obras, y la de mantenerse separadas de la vida como formas.

En «Espacio, cuerpo y lenguaje», se exhiben obras en las que se tratan diferentes aproximaciones a la relación entre el cuerpo, el espacio y el lenguaje, y a los procesos de materialización y desmaterialización: cuerpos que generan espacios, espacios que evocan uso corporales, cuerpo masivos, tridimensionales, y cuerpos reducidos a los relatos de la producción de poder (raza, genero, antropocentrismo…), objetos corporales parciales, etcétera. La muestra se cierra con «Frase-imagen-cosa», una zona transversal al resto de la secciones y que incluye una sola obra, Lo que el signo esconde (2010), formada por 11 elementos imagen-texto que se intercalan entre las obras de la exposición generando una especie de metacomentario o flujo permanentemente irresuelto entre la potencia de verdad de la imágenes y la de los textos.

Una vida dedicada al arte

Licenciado en Bellas Artes por la Universidad del País Vasco, ejerció como profesor entre 1982-1988 y es uno de los fundadores de la segunda edición de la Asociación de Artistas Vascos. En 1988 fue comisario de la muestra antológica «Oteiza: Propósito experimental», realizada en Madrid, Bilbao y Barcelona, y posteriormente, junto a Margit Rowell, fue también comisario de la exposición «Oteiza. Mito y Modernidad» para el Museo Guggenhein de Bilbao (2004) y New York (2005), y para el Museo Nacional de Arte Reina Sofía (2005). En 1989 se traslada a Londres, donde inicia un proceso de deconstrucción de su propia obra. A partir de esculturas seriadas y pintadas en colores fosforescentes, y de conjuntos de dibujos repetidos, configura la instalación. En 1990 se instala en Nueva York. En esta ciudad inicia sus trabajos basados en construcciones a partir de materiales industriales de bricolaje, en los que progresivamente van adquiriendo más protagonismo la fotografía y la imagen audiovisual. En 1998 regresa a Bilbao, donde continúa su actividad. También realiza una labor formativa, junto a Angel Bados, en dos talleres organizados por el centro de arte Areleku. en 1995 y 1997, y el proyecto Primer Proforma (2010), con Sergio Prego y Jon Mikel Euba, en el MUSAC (León). Además, desde 2007 es el encargado de realizar el «Catálogo Razonado de Escultura» de Jorge Oteiza para la Fundación Museo Jorge Oteiza.

Galardonado con el premio Gure Artea 1986 y el premio ICARO al artista joven más sobresaliente en 1987, su obra ha sido objeto de muestras individuales y colectivas entre las que caben destacar PRIMER PROFORMA 2010 BADIOLA EUBA PREGO 30 ejercicios 40 días 8 horas al día en MUSAC, León (2010). La Forme Qui Pense en el Museé d’Art Moderne de Saint-Étienne, Francia (2007) y Malas Formas 1990-2002, (2002) en el MACBA, Barcelona, y el Museo de Bellas Artes de Bilbao.

FECHAS: 22 de septiembre de 2016 – 26 de febrero de 2017
LUGAR: Palacio de Velázquez. Parque del Retiro
ORGANIZACIÓN: Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía
COMISARIO: João Fernandes
COORDINACIÓN: Beatriz Jordana y Soledad Liaño