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Crónica inquieta, de Susana Talayero, en el Museo de Bellas Artes de Bilbao

Susana Talayero (Bilbao, 1961) cursó estudios de Bellas Artes en la Universidad del País Vasco entre 1980 y 1985, y seguidamente inició su trayectoria artística en Roma, en donde vivió entre 1986 y 1995. Esa década, en la que la artista pudo conocer de primera mano la herencia de las vanguardias históricas incorporada a la efervescente vida cultural y artística italiana, fue una influencia decisiva y de largo recorrido en su trayectoria, de modo que ella misma asume ese legado como algo vitalmente primordial que le ha acompañado desde su regreso a Bilbao, en donde vive y trabaja, hasta el presente. Roma y Bilbao configuran los dos lugares que Talayero conecta a lo largo de tres décadas.

La exposición Susana Talayero. Crónica inquieta (1987-2016), comisariada por el investigador Aimar Arriola, presenta en profundidad el trabajo de Talayero a través de un itinerario por treinta años de su práctica artística, para lo que se ha reunido, por primera vez, un conjunto significativo de piezas realizadas desde finales de la década de 1980 hasta la actualidad. Son cerca de 100 obras, entre ellas unas 40 pinturas de mediano y gran formato y collages en papel de menor tamaño. A ello se le añaden otros trabajos de naturaleza diversa realizados entre 1980 y 1990, como las pequeñas esculturas en caucho o las fotografías intervenidas y otros objetos de pequeño tamaño que conforman la estructura Mesa-Roma, o la instalación Jardín, donde dibujos y pinturas se exponen en desarrollo vertical y horizontal en la pared y el suelo de la sala. Se incluye también una pieza de vídeo, práctica que comenzó de manera más continua a partir de 2000 y que, aunque no es regular dentro de su trayectoria, se ha considerado interesante en el contexto de esta retrospectiva. Se trata de La murata (2015), en donde Talayero aborda –con el libro homónimo de la historiadora del arte y escritora Toni Maraini como referencia– conceptos como la espacialidad o el encierro en la práctica artística dentro del estudio.

La muestra se distribuye en tres ámbitos. En el primero, denominado Roma, se incluyen la Mesa- Roma y diversos trabajos en pared realizados entre 1987 y 1995; para el segundo, Jardín, se han seleccionado principalmente pinturas a la encáustica fechadas desde 1999 hasta 2009, que, expuestas sobre la pared y el suelo, adquieren aquí el significado de una instalación acumulativa. Por último, en Cabezonas se presentan obras de 2006-2014 pertenecientes a las series Cabezonas y Bizarras.

Entre las pinturas se incluyen tres pertenecientes a la colección del museo. Dos son de gran formato: Los motivos de una mirada sentimentalmente femenina (1993) y La rosa de nada (2003). La primera es un papier collé (papel calco de escribir y servilleta de papel), gouache y carboncillo sobre papel adherido a tela de 95,5 x 203,8 cm, mientras que la segunda, que toma su título de un poema de Paul Celan, es una pintura a la encáustica sobre madera, de 200 x 420 cm. Por último, la más reciente Retrato bulboso I (2013) es óleo, tinta, grafito y bolígrafo sobre papel poliéster de 152 x 110 cm.

El resto de las piezas proceden del estudio de la artista y son, por tanto, trabajos para ella significativos que, al ser ahora expuestos en el museo, componen una especie de instalación en cuyo proceso de selección y diseño de montaje la artista ha encontrado nuevas percepciones sobre su trabajo. Según sus propias palabras: “El objetivo… está en el montaje expositivo mediante su instalación en paredes y espacio central de la sala, una operación que otorgue un nuevo significado a las imágenes al inscribirlas y reactivarlas como parte de un relato… que fluye por los distintos periodos de producción artística”.

Todas las obras se recogen en el catálogo editado por el museo que incluye, además, un texto y una cronología artística del comisario Aimar Arriola, un texto de Toni Maraini –que en 1987 propició la primera exposición individual de Talayero en Roma– y otro a cargo de la artista. Cabe añadir que la relación de Talayero con el museo se manifiesta también en otros proyectos basados en su interés por aspectos pedagógicos y terapéuticos del arte. Así, y además de diferentes talleres didácticos, entre 2011 y 2013, el Departamento de Educación y Acción Cultural del museo puso en marcha dentro del programa para familias Rutas insólitas, una experiencia apoyada en un material educativo diseñado y realizado por Susana Talayero, en colaboración con la ingeniera forestal Claudia Maldonado, en el que se establecen relaciones entre obras de la colección permanente del museo y árboles del parque en el que se sitúa.

SUSANA TALAYERO

La larga estancia de Talayero en Roma en un momento de especial intensidad en el contexto artístico italiano dejará un rastro duradero en su práctica creativa. De este modo, en su obra se puede apreciar la influencia del informalismo gestual europeo, el expresionismo abstracto norteamericano, el neoexpresionismo alemán y las instalaciones junto a la del arte povera, los nuevos realismos y la transvanguardia italianos, sin olvidar la ironía y la ingenuidad aparente del art brut. En este periodo sus intereses se orientan hacia la pintura de Osvaldo Licini y Cy Twombly, los dibujos de Wols y Enzo Cucchi, los espacios pintados de Nicola De Maria, el informalismo de José Guerrero, las cajas de Joseph Cornell y los fotomontajes surrealistas de Nicolás de Lekuona, estos últimos, rastros de su memoria de estudiante en la Facultad de Bellas Artes.

Desde sus comienzos surge en Talayero un intenso afán experimental y un impulso creativo que necesitan una concreción urgente. Estas dos pulsiones –experimentación e inmediatez– se traducen en el uso de materiales pobres a veces encontrados y reciclados –papel, cartón, caucho o plástico, entre otros–, que utiliza según sus intereses creativos. Trabaja además con una enorme variedad de técnicas –desde el grafismo hasta la encáustica o, más ocasionalmente, el vídeo experimental– con las que, sin jerarquías, elabora sus pinturas y dibujos en soportes más o menos convencionales, como el papel o el lienzo, pero también en otros –álbumes, librillos o baldosas– que responden ex profeso a sus intenciones expresivas.

En este proceso, combina espacios de cromatismo intenso con otros caracterizados por la desnudez del trazo limpio del lápiz o la tinta. El uso de técnicas mixtas y collage abunda en su producción. También el proceso de ejecución de las obras es dispar, según utilice el plano vertical o el horizontal que caracteriza, paradigmáticamente, a Mesa-Roma.

Con todos estos materiales y recursos, Talayero conduce con inmediatez su energía creativa hacia un proceso casi siempre inconcluso, como en una instalación que se hace y rehace permanentemente. A través de este procedimiento las partes construyen con trazos más o menos gestuales, más o menos controlados, narraciones que incluyen referencias al cine, la literatura, la música y a su propia memoria vital. A menudo titula las obras a partir de esos testimonios e incluye frases o citas en la superficie pictórica.

En esos relatos heterogéneos, y siempre enigmáticos, que se distribuyen por la obra de Talayero, cobran protagonismo las figuras que proceden del imaginario vegetal-animal y del humano, y que con aire simbólico o surreal intercambian sus cualidades para convertirse en arquetipos o metáforas. De este modo, los “retratos” adquieren carácter zoomórfico mientras que los animales se corresponden con formas humanas. En el espacio del lienzo o el papel Talayero despliega flores, rostros, signos, manchas de color y objetos encontrados para conectar al espectador con el alma de la artista y a la vez con antiguas resonancias culturales en un ecosistema propio y enigmático.

EXPOSICIÓN SUSANA TALAYERO. CRÓNICA INQUIETA (1987-2016), EN EL MUSEO DE BELLAS ARTES DE BILBAO
Sala 33, 04/03/16–06/06/16