Aldeano - copiaLa Obra Invitada Museo de Bellas Artes de Bilbao es cuadro obra singular de uno de los artistas clásicos de la pintura vasca, el bilbaíno Adolfo Guiard (1860-1916). Se trata de El aldeano de Bakio (1888), un óleo sobre lienzo de 127 x 76,2 cm, procedente de una colección particular de California (EE. UU.).

Adolfo Guiard inició tempranamente su formación artística, primero en Bilbao con el pintor costumbrista Antonio María Lecuona y más tarde en Barcelona con Ramon Martí i Alsina. En 1878 viajó a París para completar su aprendizaje, convirtiéndose así en el primer pintor vasco de su generación en conocer de primera mano las novedades artísticas de la capital francesa. Allí entró en contacto con el pintor Edgar Degas y los escritores Émile Zola y Alphonse Daudet, que le dieron a conocer en los círculos artísticos franceses, donde se relacionó también a Édouard Manet, Claude Monet o Pierre Puvis de Chavannes, entre otros.

Durante esos años Guiard fue abandonando paulatinamente la factura academicista presente en sus primeras obras al tiempo que asimilaba un nuevo lenguaje propio de la pintura al plein air. De este modo, el espíritu impresionista aprendido de Degas se plasma de forma contenida en la obra de Guiard, que utiliza un delicado dibujo en los primeros planos junto a una pincelada más deshecha en los últimos, y una paleta clara con predominio de los tonos luminosos. El mundo rural vizcaíno con su paisaje, habitantes y costumbres será el tema predilecto de su pintura más característica. En 1885 o 1886 regresó a Bilbao e instaló un estudio en donde impartió lecciones de pintura. A partir de entonces, se convirtió en un referente de modernidad para los jóvenes artistas y en protagonista relevante de la vida cultural de la ciudad. Junto con Darío de Regoyos, inició la pintura vasca moderna e introdujo los postulados estéticos del impresionismo también en la pintura española.

En 1887 recibió un importante encargo por parte de la Sociedad Bilbaína para pintar tres lienzos con destino a sus locales. Durante este periodo, buscando el contacto directo con la naturaleza, se trasladó a Bakio (Bizkaia). Dos años después realizó a petición de la Diputación un transparente para decorar la Plaza Nueva de Bilbao. En 1890, con su carrera artística ya plenamente consolidada, se instaló en Murueta (Bizkaia) y al final de esa década trasladó su estudio a Artea (Bizkaia), compartiéndolo con Anselmo Guinea. Por estos años entabló relación epistolar, que más tarde sería personal, con el pintor Darío de Regoyos. En 1900 recibió otro importante encargo, los estudios para las vidrieras de la Casa de Juntas de Gernika (Bizkaia). Tres años más tarde, en 1903, se estableció en Bilbao, en donde pasó los últimos años de su vida.

El Museo de Bellas Artes de Bilbao posee una colección representativa de obras de Adolfo Guiard y, entre ellas, algunas de las más emblemáticas de su trayectoria, como El cho (1887), De promesa (1894) y, sobre todo, La aldeanita del clavel rojo (1903). El conjunto incluye nueve pinturas y trece obras sobre papel con diversas técnicas: un cartel taurino, considerado el más antiguo afiche del cartelismo vasco, acuarelas, plumillas, tintas, lápiz y pastel.

El aldeano de Bakio (1888)

Además de por su interés artístico, El aldeano de Bakio es una obra destacada dentro de la trayectoria de Guiard por la controversia que suscitó en la prensa local de la época al ser presentada al público en un establecimiento de la calle Correo, en Bilbao, tal y como documentó el historiador del arte Javier González de Durana en la monografía que escribió sobre el pintor, editada por el museo y por la Caja de Ahorros Vizcaína en 1984. Según se narra en ella, a los elogios al cuadro publicados en 1888 por el escritor costumbrista Nicolás Viar, respondió cuatro días más tarde el poeta Antonio Trueba con una agria crítica sobre el estilo impresionista de la obra. La polémica tuvo más episodios y en ella terminó por intervenir también Miguel de Unamuno. Si bien el magisterio de Guiard como dibujante era unánimemente reconocido, su uso del color en gamas armónicas de gran sutileza y fuerte efecto atmosférico fue objeto de discusión entre críticos y aficionados.

El crítico de arte Juan de la Encina señaló así la importancia de esta pintura en 1921: “Ese Aldeano de Baquio, que posee don Ramón de la Sota –obra que marca un punto importante en el desarrollo artístico de su autor, pues en ella aparece por primera vez a lo largo de su obra la pintura al aire libre–; ese aldeano que toma un pequeño respiro en su tarea, con su faz de agudos rasgos, nos deja una impresión mansa de señorío”.

Se da la circunstancia de que El aldeano de Bakio (1888), La siega (1892) –depositado en 1999 en el museo por una colección particular de Bilbao– y De promesa (1894) –adquirido por el museo en 2008–, pertenecieron al ilustre naviero Ramón de la Sota. La siega, representa a un grupo de personas dedicadas a labores del campo en las marismas de la ría de Gernika. Por su parte, De promesa, un paisaje con tres aldeanos que hacen un alto en el camino. Frente a ellos, una cesta contiene los dos candeleros y el paño blanco que se utilizaban en el ritual funerario. Las tres obras reúnen lo mejor del estilo de Guiard, con un dibujo magistral y una paleta dominada por los grises y los azules distribuidos en delicadas gamas que crean un fuerte efecto atmosférico.

Por último, cabe mencionar que los tres cuadros fueron restaurados entre mayo y noviembre de 1947 en París por el pintor Julián de Tellaeche, quien se encargó también de comprar los marcos de madera tallada que aún hoy conservan las dos obras del museo.

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