Los visitantes que se acerquen al Museo del Prado estas próximas semanas tendrán la oportunidad única de ver un retrato, recientemente atribuido a Velázquez, colgado de sus paredes. Se trata de un lienzo prestado por el museo Metropolitan de Nueva York, que ha recuperado su autoría recientemente y que podría tratarse incluso de un autorretrato del propio pintor sevillano.

El debate lo ha abierto Keith Christiansen, conservador de pintura europea en el museo neoyorquino, que asegura que las conclusiones de los estudios realizados sobre este retrato apuntan a que podría tratarse de la misma persona retratada en Las Meninas y en el Autorretrato de Valencia, es decir, de Diego de Velázquez. “El estudio facial fue realizado por un evaluador forense”, aseguró Christiansen.

¿Un autorretrato del pintor?
Desde el Museo del Prado, sin embargo, se muestran más cautos. “Tenemos dudas de que sea un autorretrato de Velázquez”, admitió Gabriele Finaldi, director adjunto de la pinacoteca madrileña. Según explicó Javier Portús, jefe de pintura española, no tendría mucha lógica que un pintor de la corte se autorretratara en un lienzo destinado a ser colgado en el Salón de Reinos, antiguo palacio real.

Lo que sí parece claro es que el caballero retratado en el cuadro del MET es el mismo personaje que aparece en el célebre lienzo de Velázquez La rendición de Breda, también conocido como Las lanzas, en el margen derecho y que mira al espectador. Un personaje que, durante el siglo XIX, se identificó también con el maestro sevillano.

Precisamente la obra prestada, que podrá verse hasta enero, se expone junto Las Lanzas. La comparación directa de la obra invitada con el gran cuadro de historia del pintor permitirá apreciar la estrecha semejanza del caballero retratado con el soldado anónimo situado en el margen derecho del cuadro del Prado.

Historia del retrato
En 2009, este retrato masculino, que se exponía en las salas del museo de Nueva York atribuido al círculo de Velázquez, fue enviado al taller de restauración. A medida que se avanzaba en su limpieza se fueron haciendo más evidentes sus cualidades, que llevaron al catedrático Jonathan Brown a publicarlo como original de Velázquez. Con ello se le restituía una paternidad que había mantenido hasta 1963, cuando José López-Rey afirmó que en el estado de conservación que se encontraba entonces, no era posible asegurar que se trataba de un Velázquez.

Ese estado de conservación estaba relacionado con los avatares del cuadro. Desde el siglo XVIII había pertenecido a colecciones privadas alemanas, hasta que en 1925 o 1926 pasó a manos de Joseph Duveen, el marchante de pintura antigua más importante de su tiempo. Con objeto de facilitar su salida comercial, hizo restaurar el cuadro atendiendo a criterios que satisficieran las expectativas del coleccionismo internacional.

Esa intervención creó un fondo homogéneo, definió las partes del tronco que estaban simplemente abocetadas, convirtió el cabello en una masa uniforme y, en general, dio lugar a una imagen muy estática y uniforme, una sensación que el envejecimiento del barniz no hizo sino aumentar.

Técnica velazqueña
La última restauración ha liberado al cuadro del corsé en el que estaba atrapado, y ha revelado recursos técnicos y estrategias de representación típicamente velazqueñas. El fondo ya no es uniforme, sino vibrante, y construido a base de sutiles gradaciones lumínicas que sirven para crear profundidad y animar la figura, una fórmula que aparece en otros cuadros de Velázquez, como el Retrato de hombre del Wellington Museum. Esta restauración permite comprobar cómo Velázquez rectificó sobre la marcha la posición de la cabeza, y cómo el cabello es dinámico y animado.

El Retrato de caballero permanecerá en el Museo del Prado hasta el 27 de enero, gracias al patrocinio de la Fundación Amigos del Museo del Prado, dentro del programa La Obra Invitada.

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