Los últimos años de la trayectoria del maestro italiano son los protagonistas de la exposición que el Museo del Prado presenta hoy. Un “apabullante conjunto de obras tardías de Rafael”, como lo describe Miguel Zugaza, director del Museo del Prado, que repasa el periodo de la carrera de Rafael que mayor impacto en el arte europeo posterior alcanzaría.
Delimitar mejor las fronteras entre las obras ejecutadas por Rafael y las realizadas con participación de sus principales ayudantes, Giulio Romano y Gianfrancesco Penni es a lo que aspira esta exposición que arranca en 1513, cuando Rafael ya llevaba trabajando en Roma cinco años decorando las monumentales estancias vaticanas en paralelo a otros importantes artistas italianos como Miguel Ángel. El recorrido presenta el desarrollo pictórico y estético de Rafael al tiempo que se compara su evolución artística final con una selección de obras de sus dos seguidos Romano y Penni.
Taller con cincuenta ayudantes
Con el cambio de pontificado, Rafael asume un nivel mayor de encargos tanto del Papa como de sus benefactores, y empieza entonces a rodearse de ayudantes. Su taller fue, posiblemente, el mayor de los formados hasta entonces bajo el magisterio de un único gran maestro de la pintura, y llegó a contar con cincuenta pupilos y ayudantes. Casi treinta dibujos que se intercalan con las pinturas en la exposición juegan un papel importantísimo en la identificación de la mano de Rafael, no solo para apreciar la maestría de los mismos sino porque ilustran el diseño y concepción original de sus pinturas.
Comisariada por Paul Joannides (Cambridge University) y Tom Henry (experto independiente), El último Rafael se presenta primero en Madrid, bajo la coordinación científica de Miguel Falomir (Jefe de Departamento de Pintura Italiana) desde el Museo del Prado, y entre el 8 de octubre y 14 de enero de 2013. La muestra se divide en seis secciones temáticas.
Cuadros de altar, Vírgenes y Sagradas Familias
Cuadros de altar reúne una selección de piezas de altar que Rafael pintó en Roma bajo el pontificado de León X se destinaron a la exportación a Nápoles, Palermo, Bolonia o Francia, y fueron ejecutados para mecenas del más alto nivel. Aunque la mayoría ostentan la firma raphael urbinas (“Rafael de Urbino”), ello no significa que en muchas de estas obras la participación del taller no fuera sustancial, y de hecho, en algún caso la ejecución íntegra corrió a cargo de un ayudante.
En el segundo apartado, Vírgenes y Sagradas Familias de gran formato, podemos ver cuadros que probablemente sirvieron de altares en oratorios privados, otras probablemente se mostraron en residencias particulares.
Rafael apenas pudo ocuparse personalmente de la ejecución de versiones poco importantes de la Virgen con el Niño o de las Sagradas Familias de menor tamaño, objeto del siguiente apartado de la exposición. De ahí que en estos cuadros sea donde primero se pueden identificar y mejor se aprecian las contribuciones individuales de Giulio Romano y Gianfrancesco Penni. Los jóvenes ayudantes de Rafael empezaron a pintar cuadros que, aunque frecuentemente basados en motivos rafaelescos, no parecen tener un origen directo en el maestro. Se trata de obras independientes que presagian su trabajo tras la inesperada muerte de Rafael en 1520.
Discípulo aventajado
Un cuarto apartado está dedicado a Giulo Romano. A diferencia de Penni, cuya actividad independiente se limitó a la pintura de caballete dentro de la categoría de Vírgenes y Sagradas Familias de pequeño formato, Giulio fue un pintor más versátil y ambicioso. Las obras de esta sección son representativas de la evolución de Giulio sin la tutela de Rafael. Entre ellas se podrán admirar La Déesis (Cristo en gloria con santos) de Parma, El gran cartón de la Lapidación de San Esteban y La Flagelación de la iglesia de Santa Prassede de Roma.
Uno de los ámbitos más interesantes y reveladores de la muestra en el dedicado a los retratos. Rafael renovó el retrato del Renacimiento, expandiendo sus posibilidades en direcciones que ningún otro artista había imaginado. Sus retratos se pueden dividir en dos grupos: retratos oficiales y retratos de amigos. Los retratos oficiales de cardenales, el papa y otros altos personajes son obras de encargo, a veces ejecutadas en plazos muy cortos. Algunos fueron confiados total o parcialmente al taller, y aunque quizá para el pintor no significaron un especial motivo de satisfacción, ejercieron una enorme influencia en la evolución del retrato áulico posterior.
Retratos fundamentales
El segundo grupo está constituido por retratos que Rafael pintó de sus amigos, posiblemente como obsequio. En estos retratos, que son de la más alta calidad y en los que no se detecta participación del taller, la inventiva de Rafael reside en la ejecución pictórica más que en la forma. Pintados casi siempre sobre lienzo, se cuentan entre las grandes obras maestras del artista, sobre todo por su explotación de las posibilidades propias del soporte. En su Autorretrato con Giulio Romano, que fue probablemente el último retrato que pintó y se puede considerar un testamento artístico, Rafael combinó la inventiva en la composición con una ejecución innovadora, al tiempo que celebraba su relación casi paternofilial con Giulio Romano.
Por último, la última sección, localizada en la sala 49 del edificio Villanueva, aborda el proceso creativo de la Transfiguración, la última gran obra maestra de Rafael que dejó inacabada antes de morir, a través de la copia de la misma realizada por Penni y Romano que se conserva en el Prado.
Gracias a la colaboración entre el Museo del Prado y el Museo del Louvre, la exposición ha podido contar con un conjunto histórico de cuarenta y cuatro pinturas, veintiocho dibujos, una pieza arqueológica y un tapiz, procedentes de cerca de cuarenta instituciones distintas.
El último Rafael
Del 12 de junio al 16 de septiembre
Museo Nacional del Prado
De lunes a sábado, de 10.00 a 20.00 horas, y domingos o festivos, de 10.00 a 19.00 horas
Entrada, 12 euros