Para muchos de quienes visitan el convento de las Descalzas Reales, fundado a mediados del siglo XVI por Juana de Austria, una de las hijas de Carlos V, en el palacio madrileño donde nació, uno de sus mayores atractivos artísticos es su extraordinaria colección de Niños Jesús. De las ochenta pequeñas imágenes de valor incalculable, cuidadas, mimadas por las religiosas en las capillas del monasterio, se expone una porción como muestra de la riqueza de esa tradición de representación que, con todas sus variantes, está presente desde la Baja Edad Media en muchas escuelas artísticas, países católicos y órdenes y congregaciones religiosas. Una expresión espiritual con sólido fundamento teológico a la que también podemos acercarnos desde una perspectiva estética, antropológica, social. En definitiva, humana. Michele Dolz, profesor de Historia del Arte Cristiano en la Pontificia Universidad de la Santa Cruz, en Roma, publicó en 2001 en Mondadori un apasionante ensayo sobre la evolución de la devoción a la infancia de Cristo en Occidente. Por fin se presenta “El Niño Jesús” su primera edición en español, en versión actualizada cargo del propio autor, gracias a Almuzara.

Para penetrar en el génesis y exponer desarrollo de todo un sistema devocional que cristalizó en las más  variadas iconografías del Dios Niño, Dolz se apoya en una casuística significativamente plural.  Aunque el hilo conductor de su ensayo sea básicamente cronológico, acudir a la espiritualidad de santos, protagonistas de la cercanía con la infancia de Cristo, es un acierto metodológico. Porque las órdenes religiosas que fundaron muchos de ellos difundieron esos medios de acudir en devoción al pequeño Salvador. Apoyarse en fuentes perfectamente identificadas no es complemento, sino sustancia para un recorrido no tanto complejo sino extenso. Nos presenta, por así decirlo, un ramillete de experiencias personales, pero muy lejos de aburridos libros de devoción sin opción a la imaginación. Es cierto que se aborda el misticismo, pero también el espíritu sencillo de los pastores que acudieron a la llamada del ángel que proclamó el nacimiento del Mesías, primera referencia histórica de la tierna devoción que nació en Belén de Judá. Pocas veces el lector se encontrará ante un ensayo más vivo, no tanto por lo atípico del tema en una actualidad no precisamente atenta al hecho religioso, sino por la novedad de su enfoque y la originalidad de los hechos y personajes a los que nos acerca. Es así. En la evolución del arte, el Dios Niño ha aparecido como peregrino, como pastorcillo, como emperador. En una cuna o dando sus primeros pasos. Calzado o con pies desnudos. Como Infante a la moda de la Corte, en brazos de su Madre o como figura exenta; como retoño jugando en Nazaret, en la vida cotidiana, o precoz esposo entregando a una novicia el anillo de su promesa de fidelidad en una orden monástica. A veces, un santo ora ante él arrobado, atento al tierno pequeño sedente al que las piernas no llegan al suelo, pero cuya mano derecha alza para bendecir. Así, el autor nos recuerda cómo San Juan dela Cruz tomará una imagen de tan bella factura, de las manos, para danzar en éxtasis. Otras veces, un escultor representará al Hijo de Dios como niño precursor de devociones, como la del Sagrado Corazón. O como representación paradójica que le “rebaja” a aparecer transmutado a santos, apareciendo de pequeño San Francisco o San Isidro.

La investigación va más allá de teología e iconografía. Penetra de lleno en sociología, historia, pensamiento de cada tiempo. En 1608, hubo que reponer en la Iglesia de San Miguel la imagen de un bebé divino. La costumbre que permitía a las familias que lo solicitasen llevarse al Niño para mecerle por Navidad había deteriorado tanto la talla que la Corte tuvo que reponerla. Era una corte alemana… protestante. Dolz nos descubre que Dios quiso morir en una Cruz y resucitar para redimir, pero también, al despertar el más humano sentimiento de cariño hacia Él, encarnado en un Niño, quiso demostrarnos que se hizo hombre comenzando con la primera escuela de amor, que comienza en la lección de la cuna. Al final del ensayo no podemos dejar de pensar en aquellos versos atribuidos a Lope de Vega, pensando en los prontos regocijos de la Navidad cercana: “Pues hacemos alegría cuando nace uno de nos, ¿Qué haremos naciendo Dios?”.

Andrés Merino Thomas

 

“El Niño Jesús. Historia e imagen de la devoción del Niño Divino”

Michele Dolz

Córdoba, Almuzara, 241 pág.

ISBN: 978–84–92924–54–7

 

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