La sencilla inscripción “Robert Graves. Poeta. 1895-1985”en una lápida en Deia (Mallorca) indica el lugar en el que reposan los restos de uno de los intelectuales británicos más enamorados de la cultura mediterránea. Cuando exactamente tres décadas antes de morir se publicaban “Los mitos griegos”, su recreación del apasionada y apasionante de la mitología helena, el escritor se sintió satisfecho de una obra cuya lectura destila la comodidad con la que escribió cada línea, balanceándose entre erudición e ironía. Y siempre sin perder aquella flema británica que tan bien quedaba de fondo, decorado y mar, en sus obras. Acercarse a la última reedición, en la colección “Libros de Bolsillo” de Alianza Editorial, supone comprobar que las aportaciones que el intelectual añadió en sucesivas ediciones siguieron conformando un ensayo cumbre escrito a modo de estudio y relato, porque en realidad los mitos son una exhaustiva presentación comparativa de las historias y sus fuentes, que componen el canon de lo que denominamos, de forma académica y un tanto convencional, mitología griega clásica. Un pórtico de obligado paso para quien quiera penetrar en la antigüedad no solo como periodo histórico. Como pasado  y tiempo. Sino como arte de vida, pasión de sentidos, mito y arcadia eterna de dolores felices y terribles dones.

Graves pone patas arriba lo que entendemos por mitología: que un mito no es exactamente un mito. Que la suave línea que separa heroísmo de divinidad puede convertirse en gruesos trazos según consultemos a un autor con siglos de diferencia, o que no es lo mismo acudir desde una perspectiva arqueológica que antropológica a cada fuente originaria de los relatos. De su mano podremos conocer que la ambrosía, manjar de dioses, sería muy probablemente un hongo alucinógeno. O que el primero de los nombres que compone el compuesto Palas Atenea es el homenaje que la segunda rindió a la primera al matarla accidentalmente durante sus juegos infantiles. O la evocadora y aleccionadora historia de los dioses Zeus, Helio y el Carro de Faetón, aviso de caminantes a jóvenes intrépidos, por cierto presente en la serie de tapices que, durante el almuerzo posterior a su boda, los Príncipes de Asturias pudieron contemplar a su derecha en el comedor que se dispuso en el Palacio Real de Madrid…

La mayor aportación de Los mitos es la desmitificación rotunda, la destrucción de los falsos ídolos que el cine, las series televisivas o los cómics han creado sobrela Antigüedad griega. Graves, anticipándose a la cultura de consumo, de las rebajas en la exigencia de contenidos rigurosos, eleva en sus lectores el conocimiento profundo de un sistema de valores peculiar, pero sistema al fin, que fundala Europa Occidental que hoy conocemos. Aquella que preparó a los habitantes del continente para hacer frente, con éticas frenéticas, a sus pasiones más humanas: odios, miedos, celos, traiciones… pero también les dispuso a aportar ideas de convivencia y filosofía como la de Aristóteles y Platón. Al escribir sobre el Olimpo, Graves no cedió a la tentación de escribir una historia sobre cómo dioses y hombres cedieron a la tentación. Habló de virtudes, eso que hoy llamamos valores, y debilidades, eso que hoy llamamos pasiones. Cada uno tiene, además, sus mitos. Pero esa es otra historia.

Andrés Merino Thomas

 

“Los mitos griegos”

Robert Graves

Traducción de Esther Gómez Parro

Madrid, Alianza Editorial, 2 vol., 549 y 600 pág.

ISBN: 978–84–206–4350–2

 

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