Arquitecto barcelonés, figura destacada y a menudo olvidada de la época. Autor de destacadas edificaciones repartidas por todo Barcelona

La ciudad de Sagnier Modernista, ecléctica y monumental. Del 14 de septiembre de 2011 al 8 de enero de 2012

Mansiones y casas baratas, iglesias y fábricas. Artífice de más de quinientos proyectos, Enric Sagnier i Villavechia (Barcelona, 1858–1931) es uno de los arquitectos más prolíficos de finales del siglo XIX y principios del XX. Edificios como el templo expiatorio del Tibidabo, el Palacio de Justicia de Barcelona o la sede de ”la Caixa” en Vía Laietana se han convertido en puntos de referencia del paisaje urbano de Barcelona. Con la exposición La ciudad de Sagnier. Modernista, ecléctica y monumental, comisariada por Santi Barjau y Julià Guillamon, la Obra Social ”la Caixa” quiere profundizar en la obra del arquitecto y el contexto histórico en el que fue concebida. El visitante descubrirá, de este modo, la huella de Sagnier en diferentes puntos de la Ciudad Condal, como es el caso de los grandes edificios públicos y las residencias particulares que contribuyeron a modelar el Eixample barcelonés. A través de varios soportes y formatos (fotografías de época, imágenes actuales de los edificios, periódicos de la época, postales, maquetas y audiovisuales), se hacen patentes la versatilidad y la ubicuidad del arquitecto, así como su evolución artística: desde el eclecticismo característico de las últimas décadas del siglo XIX y las influencias clásicas, hasta el modernismo y, en su etapa de madurez, el desarrollo de un estilo propio con la voluntad de crear puntos de referencia monumentales en la trama urbana y en concordancia con las necesidades de una arquitectura sólida y burguesa. Una vida, la burguesa, confortable y cosmopolita, en la que Sagnier desarrolló su vocación, tal como refleja la muestra.

El director general de la Fundación «la Caixa», Jaume Lanaspa; el quinto Teniente de Alcalde de Cultura, Conocimiento, Creatividad e Innovación del Ayuntamiento de Barcelona; Jaume Ciurana; Antonio Sagnier, nieto del arquitecto; y los comisarios Santi Barjau y Julià Guillamon, han inaugurado la exposición «La ciudad de Sagnier. Modernista, ecléctica y monumental». La muestra está dedicada a la obra del arquitecto Enric Sagnier y el contexto histórico en el que la desarrolló, entre finales del siglo XIX y las primeras décadas del XX.

Dentro de su programación cultural, la Obra Social ”la Caixa” presta una atención preferente a grandes figuras de la arquitectura de todos los tiempos. Son ejemplos de ello la muestra dedicada al arquitecto británico Richard Rogers, la exposición sobre el maestro renacentista Andrea Palladio o Construir la Revolución. Arte y arquitectura en Rusia, 1915-1935, centrada en el arte de la vanguardia soviética de los años veinte y treinta del siglo XX y que se pudo ver en CaixaForum Barcelona la primavera pasada.

Enric Sagnier, activo entre 1881 y 1931, es una figura destacada y a la vez demasiado olvidada de la época. A lo largo de cincuenta años de carrera profesional, su abundantísima obra (seguramente más de quinientos proyectos de todo tipo) le reportó distinciones y reconocimientos de toda índole, y sus edificaciones están repartidas por toda Barcelona, con ramificaciones en otros lugares de Cataluña, España y el extranjero.

Esto lo convierte en una presencia constante, incluso para quien no conoce el nombre del arquitecto, pero que alguna vez ha visto edificios tan emblemáticos en la ciudad de Barcelona como el Palacio de Justicia, la sede de ”la Caixa” en la Via Laietana, la Nueva Aduana o el templo del Tibidabo, por citar solo algunos. Coetáneo de figuras como Gaudí, Domènech i Montaner o Puig i Cadafalch, el trabajo de Sagnier representa un momento clave en la evolución de la arquitectura catalana de finales del siglo XIX y principios del XX.

La exposición, organizada y producida por la Obra Social ”la Caixa”, recrea el mundo de ayer, el de la burguesía barcelonesa en la que nació Enric Sagnier: la familia, la modernidad técnica, los viajes por Europa. Y despliega su arquitectura en un montaje inesperado que introduce al visitante en una ciudad en construcción. Por un lado, muestra la versatilidad que lo lleva a interesarse por diferentes tipos de edificios: desde un pequeño taller hasta un hotel, desde un chalé hasta un banco. Al mismo tiempo, presenta el uso de los elementos decorativos del modernismo, reconstruye la vida en el ya desaparecido y mítico Hotel Colón de la plaza Catalunya, profundiza en su trabajo en el Palacio de Justicia y recupera una espectacular colección de fotografías de la construcción del Tibidabo, símbolo religioso e icono internacionalmente conocido de la ciudad de Barcelona.

A través de varios soportes y formatos (fotografías de época, imágenes actuales de los edificios, periódicos de la época, postales, maquetas y audiovisuales), se hacen patentes la versatilidad y la ubicuidad del arquitecto, así como su evolución artística: desde el eclecticismo característico de las últimas décadas del siglo XIX y las influencias clásicas, hasta el modernismo y, en su etapa de madurez, el desarrollo de un estilo propio con la voluntad de crear puntos de referencia monumentales en la trama urbana y en concordancia con las necesidades de una arquitectura sólida y burguesa.

La exposición.

El mundo de ayer
La exposición se abre con el ámbito «El mundo de ayer», que recrea el ambiente de la burguesía barcelonesa que vio nacer a Enric Sagnier i Villavecchia. A través de objetos personales, fotografías familiares y documentación sobre los viajes por Europa y sobre la modernidad técnica que condicionaron su estilo de vida y el de su entorno, acerca el visitante al personaje y le permite contextualizar su obra.

La arquitectura de Sagnier se enmarca en una época concreta de la historia europea, la Belle Époque, que representó el triunfo de las formas de vida burguesas. Era la época de los primeros automóviles, con chofer, que permitían salir a descubrir nuevos paisajes; y la edad de oro de los viajes en tren, que conectaban las principales capitales europeas y los centros de veraneo de la Costa Azul o los Alpes.

Fue en ese ambiente, confortable y cosmopolita, donde Enric Sagnier desarrolló su vocación de arquitecto. Su obra, por tanto, es el reflejo de una época de grandes transformaciones, marcada por el crecimiento de las ciudades, fruto del espíritu emprendedor de la burguesía. Todo esto se hace patente en los grandes edificios y las residencias particulares que proyectó, que contribuyeron a modelar la personalidad del Eixample de Barcelona, donde aún conviven varios edificios de Sagnier destinados a diferentes usos.

Sagnier hoy
Dos grandes mapas en los que aparecen todos los edificios existentes de Sagnier en la ciudad, un audiovisual realizado con fotografías de Rafael Vargas que muestra las construcciones del arquitecto en la contemporaneidad, y un doble vídeo resultante de veinticuatro horas de filmación en dos cruces muy concurridos de Barcelona –los de la avenida Diagonal con la calle Balmes y la avenida Diagonal con el Paseo de Gracia-, muestran que la arquitectura de Sagnier es omnipresente y de vigente actualidad.

A través de estos elementos diversos, el visitante descubrirá los casi cincuenta años de carrera profesional de Sagnier, y los más de quinientos proyectos que le reportaron distinciones y reconocimientos. Sagnier fue el arquitecto que más veces recibió el premio que el Ayuntamiento de Barcelona concedía anualmente a los mejores edificios (un premio que recogió hasta cinco veces) y a los mejores establecimientos (lo recogió en dos ocasiones).

La basílica del Tibidabo, el Palacio de Justicia, la Nueva Aduana de Barcelona y decenas de casas particulares, iglesias y fábricas son el testimonio de su actividad, que evolucionó desde el estilo ecléctico, característico de las últimas décadas del siglo XIX, hasta el modernismo. Más adelante, interpretó un repertorio de formas clásicas de influencia francesa, y en la etapa final de su carrera desarrolló un estilo propio, adaptado a las necesidades de una arquitectura sólida y burguesa, y a la voluntad de crear puntos de referencia monumentales que ya son iconos en la trama urbana.

La ciudad de Sagnier
La parte más amplia de la exposición sorprende al visitante con el montaje de una ciudad imaginaria que se extiende tras cinco fachadas de edificios emblemáticos de Sagnier. Los desaparecidos edificios del Reial Club Marítim de Barcelona (conocido en la época como «la bombonera» o la botella de Calisay) y el Hotel Colón de la plaza Catalunya, el chalé El Pinar, el Palacio de Justicia y la basílica del Sagrado Corazón del Tibidabo introducen cinco secciones que analizan y describen diversos aspectos relacionados con la obra del arquitecto.

Tipologías constructivas (Reial Club Marítim de Barcelona)
Sagnier construyó mucho, todo tipo de edificios y para todo tipo de promotores. Su arquitectura se adapta a las diferentes tipologías constructivas: iglesias y fábricas, hoteles y bancos, arquitecturas efímeras y edificios singulares, grandes edificios públicos y otros nacidos de la iniciativa privada, como los edificios de viviendas, chalés o casas para obreros.

Sus primeros clientes fueron familias acomodadas de Barcelona, que tenían palco en el Liceo y que aparecían habitualmente en las crónicas mundanas de la ciudad: aristócratas y empresarios, como el conde de Fígols; comerciantes de vinos, como los marqueses de Alella; grandes capitalistas, como Joan Josep Ferrer-Vidal o Lluís Rocamora; propietarios de terrenos en el Eixample; banqueros, como Ignasi Coll Portabella o Iu Bosch; empresarios vinculados al mundo de la automoción, como Rodolf Juncadella o Tomàs Recolons. Arnús, Garriga Nogués, Bertrand, Girona, Godó, Sert o Andreu… La historia política, económica y cultural de la Cataluña contemporánea.

El Club Marítimo proyectado por Enric Sagnier era un edificio singular situado en el puerto de Barcelona, muy cerca de la torre de Sant Jaume. En el proyecto original de 1913, Sagnier escribió: «Se ha procurado que su exterior como su interior tuvieran algo de Casino, algo de barco y algo de faro». Los interiores asépticos con escaleras de caracol recuerdan a un transatlántico moderno. La forma de la torrecilla hace pensar en un faro. Los grandes ventanales, el salón abierto y las terrazas transmiten la idea de ocio acomodada. La planta circular y la torrecilla inspiraron los socios del Club Marítimo que, cariñosamente, llamaban el edificio de Sagnier «la bombonera» o «la botella de Calisay».

Vida de un edificio (Hotel Colón de la plaça Catalunya)
El edificio del Hotel Colón ocupaba la esquina de la plaza de Cataluña con el paseo de Gràcia. Enric Sagnier hizo su reforma entre el 1916 y en 1918 para transformarlo en un gran edificio urbano, adaptado a las necesidades de una ciudad que se preparaba para la Exposición Internacional de 1929.

En su azotea, Ràdio Barcelona inició sus emisiones en 1924. En la década de 1930 el Hotel Colón era una referencia indispensable de la vida barcelonesa: hotel de lujo, lugar de encuentro de artistas e intelectuales de diferentes generaciones… En el American Bar del hotel se concentraba la modernidad cosmopolita y mundana del foxtrot y del cóctel. También se convirtió en uno de los lugares de encuentro de una nueva generación que introdujo en la prensa catalana los nuevos géneros del periodismo moderno, con voluntad literaria.

En los años de la Guerra Civil, el Colón fue requisado y se convirtió en la sede del PSUC. Una portada del diario La Vanguardia muestra la vitalidad truncada del hotel después de los acontecimientos políticos del 18 de julio del 36. En 1942 fue derrocado, pero ha permanecido vivo en el testimonio de los escritores y en el recuerdo popular.

Las artes aplicadas (Chalé El Pinar)

En el ámbito de la vivienda, la versatilidad de Sagnier no tiene límites: chalés, casas baratas, apartamentos y mansiones señoriales. Uno de los inmuebles más destacados es el chalé El Pinar. Situado en un lugar privilegiado, en lo alto de un cerro en la falda del Tibidabo, la casa es visible desde diferentes puntos de la ciudad. Se trata de un chalé de lujo, construido por encargo del banquero Manuel Arnús, que incorpora elementos de una arquitectura fantástica: torres con almenas, pináculos y gárgolas, tribunas, balcones, logias y galerías. El interior integra las artes decorativas del modernismo: vitrales, cerámica, esculturas de mármol blanco y muebles diseñados por Joan Busquets.

Además de los palacios, los chalés y los edificios de pisos del Eixample, Sagnier también construyó casas baratas por encargo de la Obra del Hogar, una iniciativa benéfica promovida por varios prohombres barceloneses, como el conde de Sert, Joan Josep Ferrer-Vidal, Manuel Arnús o Francesc Moragas. El conjunto más destacado de casas baratas, promovido por la Caja de Ahorros de Barcelona, se edificó en Horta: treinta y seis casas unifamiliares de planta baja y piso que se podían pagar en quince años.

Como arquitecto de las familias de la aristocracia y la alta burguesía barcelonesa, Enric Sagnier también construyó los panteones de los que, en vida, fueron sus clientes. Se trata de construcciones suntuosas, con elementos simbólicos personalizados que hacen referencia a las personas que efectúan el encargo.

Arquitectura y poder (Palacio de Justicia)

Además de encargos privados como los chalés familiares, las sedes de empresas o las fábricas, Enric Sagnier también proyectó numerosos edificios para la Administración.

Uno de los proyectos más destacados del arquitecto fue el Palacio de Justicia, que diseñó conjuntamente con Josep Domènech i Estapà. Se trata de un edificio moderno para la época, con estructura de hierro laminado, de acuerdo con las técnicas constructivas de la primera década del siglo XX. Esta estructura ligera está recubierta con grandes cantidades de piedra y, en conjunto, el edificio transmite una imagen colosal. Las grandes arcadas, las cúpulas, las esculturas alegóricas de la fachada y la escalinata que da acceso al Salón de los Pasos Perdidos refuerzan la idea de una arquitectura al servicio del poder, en la que los diferentes elementos constructivos y decorativos representan simbólicamente el peso de la justicia.

También destaca entre los encargos públicos del arquitecto el edificio de la Nueva Aduana de Barcelona, situada en las Atarazanas y singular por su ornamentación. Sagnier quiso decorar el inmueble con águilas y grifos, con la voluntad de conferir un sentido mítico y heroico a la actividad comercial.

La construcción del Tibidabo (Basílica del Sagrado Corazón del Tibidabo)

Católico y conservador, Sagnier proyectó numerosas iglesias y escuelas religiosas. Su obra más importante en este ámbito fue el templo expiatorio del Sagrado Corazón del Tibidabo.

A raíz del viaje a Barcelona de san Juan Bosco en 1886, un grupo de promotores cedió un terreno en la cima de la montaña para hacer un templo dedicado al Sagrado Corazón, parecido al Sacro Cuore di Gesù de Roma o al Sacré Coeur de París. El 28 de diciembre de 1902 se puso la primera piedra, y las obras se alargaron más allá de la muerte de Enric Sagnier en 1931.

La compleja construcción del templo presenció la transformación de la montaña, que en pocos años se convirtió en un símbolo, una visita obligada para las personalidades del mundo de la política o de la cultura que pasaban por Barcelona, como por ejemplo Grace Kelly y el príncipe Rainiero, que visitaron el templo durante su viaje de bodas, en 1956.

El templo fue inaugurado en 1961, y su silueta, que corona Collserola, es una de las imágenes más conocidas de Barcelona.

Datos de interés:
La ciudad de Sagnier. Modernista, eclécticay monumental
Del 14 de septiembre de 2011 al 8 de enero de 2012
CaixaForum Barcelona  Av. de Francesc Ferrer i Guàrdia, 6-8   (08038 Barcelona)
Horario: De lunes a domingo, de 10 a 20 h / Sábados, de 10 a 22 h

Comisarios:  Santi Barjau y Julià Guillamon

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