Como fruto del proyecto de investigación “El Ejército de la Ilustración: novedades orgánicas, tácticas y logísticas”, financiado por el Ministerio de Ciencia e Innovación, el Servicio de Publicaciones de la Universidad de Alicante ha editado el estudio de los historiadores Enrique Martínez Ruiz y Magdalena de Pazzis Pi Corrales Protección y Seguridad en los Sitios Reales desde la Ilustración al Liberalismo. El catedrático y la profesora titular de Historia Moderna de la Universidad Complutense nos ofrecen un amplísimo panorama del establecimiento, organización y desarrollo del primer sistema de seguridad del territorio en el que se enclavaron los palacios reales más conocidos, y otros no tanto, de los siglos XVIII y XIX. Para ello era necesario delimitar con precisión el concepto Sitio Real como espacio en el que habitó no sólo la familia del rey durante unos meses al año, sino como sede, durante ese mismo espacio temporal, del gobierno de la monarquía. Con todo  lo que esa realidad política, pero sobre todo humana, conllevó. Los autores se han referido por tanto a servicios logísticos, pero también de esparcimiento y entretenimiento en un entorno natural que debía ser protegido: jardines, recursos hídricos, pesca en sus vías fluviales, caza en los montes… La presencia del monarca, su esposa y prole hacía necesaria la habilitación puntual o permanente de lo que hoy denominaríamos servicio de seguridad, que hasta el siglo XVIII no fue normalizado militarmente con la creación de la Compañía de Fusileros Guardabosques Reales. Como subraya el volumen, se trató de un cuerpo que sirvió básicamente para la protección de la Real Familia en su propio entorno y residencia, articulando a su vez la relación del Real sitio con las tierras circundantes y su población. Una convivencia no siempre pacífica.

Cuando en 1762, poco después del comienzo de su reinado, Carlos III crea los Fusileros como cuerpo militar directamente adscrito a la Corona, lo concibe distinto al de la Guardia Real y no duda en formarlo con efectivos catalanes. La explicación es clara: toma como modelo los Mozos de Escuadra, los Fusileros de Montaña y algunas Compañías de Fusileros de Rentas, que habían dado ejemplo por la eficacia de su funcionamiento en un principado en el que la relativamente lejana en el tiempo Guerra de Sucesión y la permanente frontera con Francia hacía necesario disponer de tropas con amplia movilidad. Su primer mando fue el hasta entonces Capitán General de Cataluña, Jaime Miguel de Guzmán y Dávalos, que había demostrado con creces su eficacia y dotes estratégicas. Aunque era sevillano, el marqués de la Mina había pasado gran parte de su vida solucionando cuestiones de estrategia y aprovisionamiento de tropas. Martínez Ruiz y Pí Corrales dedican muchas páginas a su figura y contribución a los primeros pasos de un cuerpo al que extrañamente no se dotó de Reglamento propio hasta veinte años después de su creación. No es un dato menor, porque al analizar el esfuerzo que supuso articular un sistema racional de defensa en la España de la Ilustración, asistimos a un suma y sigue de problemas: llama la atención la casi permanente falta de suministros tan básicos como uniformes, lo que choca con planteamientos teóricos propios de la época como los del higienismo. La cifras de efectivos aportadas en el minucioso estudio documental muestran a todas luces insuficiencia crónica dada la extensión de terreno a atender, en contra de los claros atisbos de funcionalismo que podrían asociarse a los intentos de distribución racional de personal que ya se coligen de las plantillas de los ejército del XVIII. Los historiadores han preferido no incluir un elenco de conclusiones finales. Van trufando sus acercamientos de enunciados concretos, muchos de ellos numéricos cuyas fuentes son perfectamente identificadas y manejadas. Al ir avanzando en los ochenta y ocho años de vida de la Compañíade Fusileros Guardabosques, y su hermana pequeña, aquella Compañía Suelta de Castilla la Nuevaque creó Carlos IV en 1792, es difícil no concluir que ambas supusieron en gran parte un fracaso de intentos serios pero insuficientes de trasladar criterios ilustrados a cuerpos castrenses especializados.

La Compañíade Fusileros subsistió hasta que a mediados del siglo XIX dos nuevas realidades imponen una nueva regulación de la seguridad de los bosques regios: la aparición dela Guardia Civil (1844) y el propio reajuste de la denominada Guardería de los Sitios Reales en el interior dela Real Casa, que supusieron modificaciones a fondo. La Benemérita se hizo ya cargo del contorno de las fincas del rey para hacer frente a problemas enquistados, como el contrabando, mientras que el interior de los predios palatinos pasaría a organizarse, en lo que a seguridad se refiere, con otros criterios. Pero esa es ya otra historia.

Andrés Merino Thomas

 

 

“Protección y seguridad en los Sitios Reales desde la Ilustración al Liberalismo”

Enrique Martínez Ruiz y Magdalena de Pazzis Pi Corrales

Publicaciones de la Universidad de Alicante, 378 pág.

ISBN: 978–84–9717–089–5

 

 

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