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Isabel en Poznan: el rastro iconográfico de la emperatriz

Entre los atractivos de “Polonia. Tesoros y colecciones artísticas”, la exposición que reúne en el Palacio Real de Madrid un formidable ejemplo de cultura y mecenazgo en la historia europea, figura, casi al finalizar el recorrido, una muy sugestiva sala sobre la presencia de la pintura de maestros occidentales en las colecciones polacas del siglo XIX. A diferencia de otras secciones, las piezas han sido colocadas en desconcertante horror vacui. Pero la calidad de todas ellas atrae la atención del visitante, que se detiene ante no pocas. Para los españoles, un retrato femenino tiene especial interés. Nos referimos al que William Scrots realizó de Isabel de Portugal, esposa de Carlos V. Un óleo sobre tabla con la imagen de una de las reinas españolas más populares; nacida infanta de Portugal en 1503, como hija de Manuel I el Afortunado y la infanta doña María (hija de los Reyes Católicos), había casado con su primo carnal en Sevilla en 1526. Al año siguiente alumbró al futuro Felipe II. La historiografía ha ensalzado su figura como mujer y gobernadora, pero no ha explicado suficientemente que, a su temprana muerte en mayo de 1539, fuera escasísima la herencia iconográfica de la emperatriz. Y este retrato póstumo que acabó en Polonia es, con muchos interrogantes, parte de ella. Observémoslo con detenimiento.

Isabel de Portugal aparece de media figura. Un muro bajo que acrecienta la sensación ceremonial, de cierta lejanía. El doble cojín de terciopelo verde, quizá sustituyendo la cortina que en retratos barrocos de aparato simbolizará soberanía y majestad, suaviza la rotundidad de la piedra. Su borla, que hubiera sido crin del caballo en el retrato ecuestre de su esposo, divide en dos el esfuerzo del autor por enmarcar la regia efigie en el mismo verde del fondo oscuro, sólo roto por dos bandas laterales en negro que dotan de profundidad a la tabla. El pintor consiguió una imagen serena pero fría, una mirada fija pero ausente, una belleza altiva y ajena a los cánones de Tiziano que se impusieron finalmente para recordar a la esposa del césar Carlos. Nos hallamos con claridad ante una obra manierista. Scrots ha estilizado el pálido rostro de la emperatriz, que quizá por su peinado logra recuperar las proporciones. Con ello ha dotado al personaje del sobresaliente autodominio que pensaba inherente a la dignidad de su condición. Las manos de la dama aparecen extrañamente alargadas, en una postura artificial que nos hace pensar que su modelo ha sido masculino. Ha empleado colores fríos, artificiosos, sin gamas, sin alternativas. Incluso en los dos joyeles que concluyen con perlas en forma de pera, o los rubíes tallados que los distinguen. Nos hallamos indudablemente ante un retrato póstumo, como los que Tiziano realizó de la misma soberana por encargo de Carlos V, que quiso que los pinceles del veneciano retuviesen la imagen de su esposa perdida. Y hemos llegado al debate: ¿Se inspiró Scrots en el más conocido de los retratos que Tiziano realizó de Isabel?, ¿fue al revés?

De William (o Guillim) Scrots, tambien llamado Scrotes o Stretes, ni siquiera tenemos las fechas de su nacimiento y muerte, pero se ha delimitado el periodo de su producción artística: entre 1537 y 1553. Esos son precisamente los años en que vivió Eduardo VI de Inglaterra, el primer heredero de Enrique VIII que ocupó el trono tras su muerte. Scrots fue pintor de cámara de ambos monarcas. Desde 1537 lo había sido dela Regente María de Hungría, hermana de Carlos V, a la que dejó en 1546 para suceder a Hans Holbein en Londres, como hemos dicho. Si no abandonó la corte inglesa hasta la muerte del rey niño siete años después, dejando varios retratos tanto de éste como de la entonces princesa Isabel, futura reina, la cuestión es la siguiente. ¿Por qué a tabla con Isabel de Portugal está fechada en la exposición hacia 1550? Si fue, efectivamente, más tardía, tuvo que ser posterior a 1553. Pero eso supone desechar que pudo ser pintada en Bruselas para los Habsburgo, como el conocido retrato del futuro Maximiliano II, futuro emperador y sobrino y yerno de Carlos V, realizado en la misma época en que Tiziano pintaba, por primera vez, a la emperatriz, en el famoso lienzo que se perdió en el incendio de El Pardo en 1608 o el del Alcázar de Madrid en 1734… Son éstas razones cronológicas suficientes para que no pueda afirmarse categóricamente que Scrots copió a Tiziano. La pieza, desde 1946 en el Museo Nacional de Poznan, procede de la colección de Izabela Dzialynska, miembro de la familia de los Príncipes Czartoryski.

Andrés Merino Thomas

A mano alzada /// La presencia en el Palacio Real de Madrid de uno de los retratos menos conocidos de la emperatriz Isabel no ha supuesto la puesta en marcha de iniciativas culturales, académicas o de investigación específicas. A pesar de que entre sus especialistas figuran varios expertos en iconografía de monarcas españoles del siglo XVI, Patrimonio Nacional, que ha vuelto a contar con el patrocinio de una de las primeras entidades bancarias españolas para la organización de la muestra que lo acoge, no ha convocado ni siquiera una sesión monográfica o ciclo de conferencias sobre el personaje y su retrato, que no se trajo España en ninguna de las numerosas exposiciones que tuvieron lugar con motivo de las Conmemoraciones de los Centenarios de Carlos V y Felipe II. Otra ocasión perdida.

“Retrato de Isabel de Portugal” (h. 1550)
William (Guillim) Scrots
Óleo sobre tabla (87, 5 x 66,5 cm)
Museo Nacional de Poznan. Polonia
Exposición: “Polonia. Tesoros y colecciones artísticas
Organiza: Patrimonio Nacional
Colaboran: Acción Cultural Española (AC/E), Ministerio de Cultura de Polonia y Museo Nacional de Cracovia
Sede: Palacio Real de Madrid (Salas de Exposiciones Temporales)
Comisaria: Beata Biedronska-Slota
Madrid, 3 de junio a 4 de septiembre de 2011
www.patrimonionacional.es