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Los encierros de Medina del Campo serán Fiesta de Interés Turístico Nacional

La imagen tradicional que se tiene de los encierros es la de un montón de gente apretujada corriendo y sorteando una manada de toros por estrechas calles, con gritos, caídas y una velocidad infernal durante unos cientos de metros hasta llegar al ruedo. Eso es así en la mayoría de los encierros, pero no en los de Medina del Campo, al menos no sólo eso, que tienen lugar del 1 al 8 de septiembre, como punto fuerte de sus Fiestas de San Antolín, su santo patrón, y están declarados como Fiesta de Interés Turístico Regional y en breve lo será de Interés Nacional.

Aquí los toros son conducidos a la plaza como en los viejos tiempos, no en vano la referencia de estos encierros se remonta a 1490, cuando se celebraban los «juegos de cañas y lanzas» protagonizados por los caballeros hidalgos medinenses y cuando los bravos eran acompañados por caballistas cruzando las dehesas, campos y cañadas formando una estampa bucólica y tranquila.

Todo, en buena parte, sigue igual. Los corrales donde se concentran los toros están a seis kilómetros de la plaza y hasta allí llegan gente a pie y a caballo para, a las nueve en punto de la mañana, después del estallido del tercer cohete, «cuetes» dicen por aquí, presenciar y acompañar la salida de la manada camino de Medina. Tras el ímpetu de la salida, ayudándose de los bueyes, toros mansos que sirven como guía, la misión del caporal y los caballistas, garrocha en ristre, es mantener en todo momento arropada la manada hasta llegar al «embudo», lugar donde se unen el recorrido campero y el urbano, donde se junta el campo con las calles. Es una imagen idílica en la que toros, caballos y hombres forman un conjunto homogéneo y colorista, armonioso y vibrante.

A lo lejos, la iglesia Colegiata y el Castillo de la Mota parecen contemplar como testigos de excepción el recorrido del encierro que transcurre por «los pedregales», el charco «lavaculos» o los barreros.

Al llegar al comienzo de la villa, un pequeño número de caballistas pican a los toros para que estos cojan velocidad, entren en el recorrido y no se den la vuelta a las «tierras». En ocasiones anteriores, alguno lo ha hecho, sembrando un pequeño desconcierto hasta que era reconducido. Las medidas de seguridad actuales hacen que eso sea prácticamente imposible y la manada compacta entra en las calles de Medina.

Es ahora, sí, cuando el encierro vuelve a ser lo que siempre ha sido, los corredores de toros y pastores, jóvenes cortadores y expertos en conducir a los novillos, guían a los animales hasta la plaza de toros, donde una multitud de gente espera desde temprano la llegada del encierro. El recorrido es largo, y en ocasiones hay algún novillo que se queda rezagado por alguna de las calles del encierro, por el cansancio acumulado, o simplemente porque los vecinos que están apostados en las talanqueras llaman su atención.

La llegada a la plaza, tras una hora por el campo y media hora en el recorrido urbano, es celebrada por una multitud entusiasta que previamente ya ha cumplido con todos los ritos: un buen desayuno en el puesto de churros de la feria con chocolate calentito, las imprescindibles sopas de ajo que preparan con esmero «los amigos de las sopas de ajo» en su sede de la calle Carreras, disfrutar el ambiente escuchando las cornetas y tambores de los «pasacalles». Y dentro de coso, cuando aparecen los astados, los más atrevidos practican las capeas y los «cortes», una tradición que ha llegado a convocar concursos entre los más expertos.

Raigambre popular

«Los encierros y las celebraciones taurinas populares han marcado históricamente desde un punto de vista social a Medina del Campo -recuerda su alcalde, Crescencio Martín, en su convocatoria de este año, y también en el diseño urbanístico y funcional de nuestras calles y plazas. Buen ejemplo de ello es la construcción de grandes balconadas en la Plaza Mayor de la Hispanidad durante el siglo XVIII, y la construcción a mediados del siglo XX del Coso del Arrabal, plaza de todos con una capacidad cercana a las 10.000 personas, claramente sobredimensionada para la celebración de otros festejos taurinos, pero necesaria para dar cabida al público participante en el último tramo de los recuperados Encierros Tradicionales.»

El singular traslado de toros del campo a la plaza se remonta a más de 500 años

Los encierros y las Fiestas de San Antolín, uno de los puntos clave en el calendario cultural medinense, representan un excelente reclamo turístico y fueron reconocidas como Fiestas de Interés Turístico Regional desde 2002 y ahora son serias candidatas a ser declaradas de Interés Turístico Nacional. «Hoy Medina del Campo -añade el alcalde Martín- es una ciudad empeñada en aprovechar y poner en valor sus importantes recursos turísticos y apoyándose en la complementariedad que ofrece su excelente localización geográfica, infraestructuras y equipamientos, así como su consolidada oferta comercial, encuentra en el Patrimonio y en la Cultura dos de sus bazas más importantes para la consolidación de la Villa de las Ferias como uno de los destinos turísticos a tener en cuenta por los amantes del turismo de interior. Tradición y participación popular se unen en uno de los festejos taurinos populares más seguros y respetuosos con toros y caballos de Castilla y León, con normativas, ordenanzas y equipamientos de seguridad ejemplo y modelo para otras muchas localidades de España.»

Texto: Enrique Sancho

Más información: www.encierrosmedina.es, www.medinadelcampo.es y tel.: 983 81 13 57