Enigmas en un cuadro de devoción

Andrés Merino Thomas

En el marco de su programa “La Colección. La otra ampliación”, el Museo del Prado ha reabierto siete salas que albergan piezas de su magníficos fondos de pintura española medieval y renacentista, a las que se ha dotado de nuevos medios técnicos para su mejor recorrido y disfrute. De entre las piezas que pueden volver a contemplarse destaca la magnífica tabla “Virgen de los Reyes Católicos”, atribuida a un maestro que recibe el mismo nombre de la singular obra de arte que da fe de la devoción de los monarcas que construyeron la España moderna y dieron en gran medida inicio a las colecciones artísticas que hoy se conservan en la pinacoteca. La pieza procede del Cuarto Real del convento de Santo Tomás, en Ávila, por lo que tradicionalmente fue atribuida a Pedro Berruguete, que pintó otras ubicadas en el mismo lugar. También se la relacionó con la obra de otros autores de la época, como Fernando Gallego, pues es indudable su fidelidad al suave estilo hispanoflamenco. Pero en la actualidad se han descartado ambas autorías, sin que haya llegado a individualizarse al maestro que unió de forma tan simbólica elementos religiosos y dinásticos en pleno siglo XV.

Es indudable apreciar el carácter ceremonial de una obra en la que Nuestra Señora aparece entronizada. Con el Niño entre los brazos, recibe el homenaje orante de los Reyes Católicos. Fiel al sentido de reverencia de los monarcas, el artista los ha retratado aparentemente a la misma escala de la Virgen, a la que en gesto de verdadera devoción ni siquiera alcanzan sus mirada. Pero si observamos con atención, el rostro de Isabel, peinada a la italiana, posee mayor proporción y rotundidad que el de su esposo. Que la soberana fuera casi trece meses mayor que su consorte no justifica esta clara preferencia iconográfica de un pintor que destacó una preeminencia institucional. Al menos en esta imagen nadie puede negar que Isabel era la Reina. De Castilla. Junto a los soberanos figuran sus hijos. En el caso del varón, situado tras su padre, no cabe ninguna duda: se trata de Juan (1478-1497), el malogrado Príncipe de Asturias que pudo heredar los reinos de sus padres y cuyos restos reposan precisamente en la Iglesia del convento donde la pieza fue custodiada. Tras él aparece Santo Tomás, bien representado con la Ciudad de Dios en su mano derecha. 

Sobre la Infanta que acompaña a la Reina hay más dudas. Se duda entre la primogénita Isabel (1470-1498) o la que sería Juana I. Dado que la obra ha sido fechada en 1490 el debate está absolutamente abierto. Por un lado, el Príncipe don Juan era ocho años menor que su hermana, pero dos mayor que la infortunada Juana La Loca. Pero la reflexión que acabamos de hacer sobre preferencia iconográficas nos permiten afirmar que bien se pudo optar por representarle con idénticar proporciones a las de la primogénita de los Reyes Católicos. Si fuera así, no hay problema: es la Infanta Isabel quien, vestida con un tabardo bermellón de aberturas laterales y un delicado cinturón de seda blanca, recibe la protección de Santo Domingo. Si se ha afirmado en el pasado que era Juana ha sido por datar erróneamente la tabla.

  

“Virgen de los Reyes Católicos” (1490)

Maestro de la Virgen de los Reyes Católicos

Temple sobre tabla (123 x 112 cm)

Museo Nacional del Prado

 

Museo Nacional del Prado. Programa “La Colección. La otra ampliación”

Nuevas salas de pintura española medieval y renacentista

Presentación patrocinada por la Fundación AXA

Planta Baja del edificio Villanueva

Acceso más cercano: puerta baja de Goya

Desde el viernes 26 de marzo de 2010

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