Tiempo para la imaginación

Andrés Merino Thomas

Si para describir los siglos transcurrieron entre el V y el XV tenemos que atenernos a la imagen oscura, en lo estético, lo filosófico y lo moral, que se nos ha venido imponiendo en estafas literarias y sus frecuentes secuelas cinematográficas, jamás podremos retener una idea real de lo que aportó la Edad Media a la historia de la humanidad. Tampoco se trata, naturalmente, de velar los errores de una etapa de incertidumbre en la que también abundaron vacilaciones y desasosiegos, guerras –por cierto, con porcentajes de víctimas significativamente inferiores a las de eras posteriores- o epidemias. Pero el periodo del nacimiento de la vida urbana, las grandes catedrales, la cultura de los monasterios o de la aparición infinidad de inventos hoy incorporados con toda naturalidad a nuestra vida cotidiana no puede ser descalificado con tanta facilidad de un plumazo, de forma acrítica.

Puede que no pocos lectores se asombren al comprobar que a la Edad Media se remontan ingenios, recursos, artefactos o utensilios como el papel, la imprenta de caracteres móviles, la universidad, los números árabes, la banca, la nomenclatura de las notas musicales, los botones, el uso de cristales en las ventanas, el tenedor, la brújula o el timón. Chiara Frugoni nos propone un repaso de todas esas novedades y muchas más en un curioso libro, “Botones, bancos, brújulas y otros inventos de la Edad Media” (Paidós), una interesante obra de divulgación que recoge, desde una perspectiva amena, todo un elenco de aportaciones, unas más conocidas y otras verdaderamente singulares, con orígenes verdaderamente llamativos.

Un sano ejercicio de crítica nos obliga a matizar. Nos hallamos ante una propuesta atractiva ante la que sin duda, cualquier lector con nivel básico de conocimiento del pasado, sentirá inquietud y surgirán no pocos interrogantes sobre la precisión de afirmaciones y relatos. Como muestra, precisamente, un botón: si el origen histórico del ajedrez ha sido fijado en leyendas mesopotámicas, Frugoni dará razón del mismo precisamente desde la Edad Media, en un libro del dominico Iacopo de  Cessolis, en la Italia del siglo XIV. Tampoco puede acusarse de apropiamiento indebido a una medievalista cuyo apellido denota un origen geográfico obvio… Detalles como éste pueden proporcionarnos una idea de cierta sacralización del periodo, en el que podrían haberse centralizado quizá demasiados de los inventos. Con todo, el ensayo resulta de lectura atractiva e indudable interés, pues incluso sus pasajes más discutibles invitan a buscar información contrastada. No es poco, desde luego. Algo así desearíamos para la mayoría de los libros de los cursos superiores de la E.S.O. o el Bachillerato.

 

 “Botones, bancos, brújulas y otros inventos de la Edad Media”

Chiara Frugoni

Traducción de Carlos Gentile

Barcelona, Paidós, 136 pág.

ISBN: 978–84–493–2172–6

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