Esculpida en el tiempo

Andrés Merino Thomas

Cuando un genio destaca en un arte es frecuente que el destello de sus cualidades proyecte, en cruel paradoja, una curiosa sombra sobre otros logros que alcanza su maestría. Shakespeare es un caso paradigmático. En la primavera de 1564, nadie en Stratford-upon-Avon podía saber que aquél niño que engordaba el censo iba a cambiar la historia de la Literatura inglesa. De las letras universales. Pero no sólo en lo referido al Teatro. Y aún hoy, al referirnos al dramaturgo, lo hacemos pensando en las comedias y dramas históricos de jalonan una de las trayectorias intelectuales más prolíficas. Su fama creció gracias a un género singular como fueron poemas narrativos, como su Venus y Adonis o La violación de Lucrecia. De este último llegó a conocer en vida nada menos que nueve ediciones, todo un record en su época. Cuando su obra dramática fue publicada en el conocido “Primer folio”, no se incluyeron sus creaciones poéticas, porque ya circulaban por libre y su calidad les hacía moverse vertiginosamente en los vasos comunicantes de la física del incipiente mercado editorial inglés. Y con un éxito tal que, con sus “derechos de autor”, el beneficiario había podido adquirir la casa, hoy desaparecida, en el solar conocido como “The New Place”, en Stratford. Almuzara y la Fundación Biblioteca de Literatura Universal acaban de proponer en “Poesía completa” una magnífica edición bilingüe preparada por Antonio Rivero Taravillo, que a través de su traducción, introducción y notas redescubre las facetas estéticas de un inglés universal siempre de actualidad.

Cinco son los poemas que componen el corpus poético principal de Shakespeare. A los tres que hemos citado debemos añadir El peregrino apasionado, El fénix y la tórtola y Lamento de un amante. Por supuesto, una colección de sonetos completa un vasto panorama lírico que para muchos autores se extiende a la propia composición teatral, afirmándose que en realidad tres cuartas partes de la totalidad de su obra son en realidad pura poesía. De acuerdo, quédese quien desee en el debate. Avance quien prefiera a aventurarse en el inmenso poder literario de cada verso de esas composiciones, en la fuerza que destila su lectura. El poeta, sobre todo en Venus y Adonis, despliega abundantes juegos de palabras, acudiendo a la invitación de Ovidio en Las Metamorfosis. Es lógico que se desenvuelva con facilidad en un mundo onírico, propio de la mitología. Al escribir La violación de Lucrecia, el bardo prefirió dotar de un protagonismo especial a aforismos y sentencias, como si un jurista romano parase a valorar cada acción mientras entre brumas se recogiese la gravedad de hechos y destinos que podría no haber sido esculpidos en el tiempo.

Antonio Rivero apuntara en su estudio interesantes reflexiones sobre relaciones y concomitancias entre la poesía y célebres pasajes de dramas shakesperianos. Así, como origen del poema El peregrino apasionado figuraría la escena de Romeo y Julieta en la que el amante entra en el baile de los Capuleto disfrazado, precisamente, de peregrino. Pasos más atrevidos se dan en el baile de la investigación al afirmar sobre El fénix y la tórtola  que, siendo la segunda de las aves representación iconográfica histórica y artística de la fidelidad, bien pudo y puede representar un auténtico símbolo del catolicismo encubierto del autor. Nos hallamos ante un ejercicio de investigación literaria que precede a cientos de páginas con obra poética sublime. No es otro William Shakespeare. Es más Shakespeare.

 

“Poesía completa”

William Shakespeare

Edición, traducción, introducción y notas de Antonio Rivero Taravillo

Córdoba, Editorial Almuzara y Fundación Biblioteca de Literatura Universal, 609 pág.

ISBN: 978–84–92573–81–3

 

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1 COMENTARIO

  1. Andrés Merino nos sorprende cada día con sus artículos.
    Los que hemos leido, poco, de Shakespeare y tenemos sus obras
    en la estantería y además hemos pisado Stratford-upon-Avon y Verona
    siguiendo sus pasos, de alguna forma, nos alegramos de este comen-
    tario y del libro de Antonio Rivero Taravillo, que trataremos de ojear.
    Gracias.
    Gonzalo Cuesta.

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