Maupassant se descubre ante Monet

Andrés Merino Thomas

En 1886 Guy de Maupassant describía por carta, una vez más, su contacto con los impresionistas, tan inmersos en el paisajismo de los meandros del Sena o las costas del Canal de la Mancha. Uno de ellos era Claude Monet, al que seguía con curiosidad en su búsqueda de “impresiones” y a quien no dudaba en describir no tanto como pintor sino cazador. Contaba que caminaba seguido por niños, que le llevaban telas que reproducían el mismo tema a horas distintas, con efectos de luz diferentes. Al llegar, el maestro las colocaba e iba modificando a su gusto. Este delicioso texto ha sido escogido por Paloma Alarcó para formar parte del catálogo de “Monet y la abstracción”, la exposición que ofrecen conjuntamente el Museo Thyssen-Bornemisza y la Fundación Caja Madrid, con objeto de presentar una original visión sobre la influencia del pintor sobre los creadores abstractos de la segunda mitad del siglo XX. Y es precisamente un párrafo de esa epístola de Maupassant la que mejor describe el universo de “Puesta de sol en Etretat”, pintada en 1883.

“Tomó a manos llenas un aguacero descargado sobre el mar y lo lanzó sobre la tela. Y así fue como pintó la lluvia, sólo lluvia velando las olas, las rocas y el cielo, apenas perceptibles bajo el diluvio”. No era la primera vez que escribía sobre la costa de Normandía. Incluso había dado formas antropomórficas, quiebros literarios, a los acantilados de Porte d’Aval. En este caso, Monet había capturado con una pluma, que era pincel, más bien un castillo, que resiste firme a la violencia de una tormenta embravecida. Su impresionismo individualiza una torre del homenaje, apenas unida por una pasarela de roca que se desliza como cordón umbilical, en el centro de una composición llena de armonía, de notas-pincelada. Por momentos, el artista parece haber sucumbido a no distinguir entre cielo y mar, pero es precisamente en los reflejos que dibuja esa porción de roca, casi independiente, donde reside buena parte del magnífico estudio del color. Un color que reclama ser observado en cada trazo, en cada pincelada, propuesta desde la individualidad hacia el diálogo con las demás en un esquema de horizontalidad serena, aun reflejando –grandioso– las leyes de la física que viene guardando la lluvia desde que el mundo es mundo.

Maupassant se descubre ante Monet, ante su maestría al recoger el desafío del agua. Es sabido que el pintor sentía predilección por los amaneceres y las puestas de sol. Momentos generosos de luz, cuando el astro rey se alía con los pinceles y es posible lograr la esencia del destello mágico, de lo sublime que se escapa entre los dedos. Era artista de momentos, por eso se convirtió en precursor de la abstracción, porque recreó atmósferas donde el tiempo queda suspendido y la idea pasa a ser sentimiento, percepción, subjetividad.

“Puesta de sol en Etretat” (1883)

Claude Monet (1840-1926)

Óleo sobre lienzo (70 x 73 cm)

Museo de Bellas Artes de Nancy (Francia)

(Imagen de P. Philipphot)

Exposición Monet y la abstracción

Comisaria: Paloma Alarcó

Organiza: Fundación Museo Thyssen Bornemisza y Fundación Caja Madrid

Sedes: Museo Thyssen-Bornemisza (P. del Prado) y Casa de las Alhajas (Pza. San Martín)

Del 23 de febrero al 30 de mayo 2010

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