Los otros mensajes de la Corona

 Andrés Merino Thomas

Concluyendo uno de los libros más interesantes que he leído en los últimos meses he recordado a dos anteriores secretarios de Estado norteamericanos. Es extraño, pero tiene su porqué. Me refiero al recientemente fallecido Alexander Haig, de la etapa Reagan, y Madeleine Albright. ¿Cuántos jóvenes o universitarios españoles sabrán quiénes fueron? Sobre la última, una enérgica mujer con gran capacidad de negociación, se publicó el año pasado Read my pins (Lee mis insignias), en el que explica con detalle como usaba incluso sus broches como mensajes diplomáticos. Las doscientas piezas que reunió fueron expuestas en el Museo de Arte y Diseño de Nueva York. Toda una lección sobre administración de comunicación no verbal mediante la acertada elección en los complementos de su atuendo pues, quien dirigió la diplomacia en el segundo mandato de Clinton, desconcertaba a los mismísimos Vladimir Putin o Yasir Arafat escogiendo broches con forma de flechas, mariposas o avispas. Pero si hay personajes célebres en la era de la globalización y de las redes sociales, que sepan hablar sin mover los labios, que se desenvuelvan con soltura en un mundo donde la imagen se impone por sí sola y conceptos como triunfo o excelencia se confunden con glamour, éstos son los pertenecientes a la realeza. Es cierto. Reinas, princesas o infantas continúan luciendo en ceremonias joyas con un valor doble del que sería difícil distinguir cuál despierta más admiración, si el económico o el simbólico. Por el segundo se han decantado rotundamente dos de los mejores especialistas españoles en Casas Reales, Ricardo Mateos Sáinz de Medrano y José Luis Sampedro Escolar, que nos proponen en “Joyas reales, fastos y boato”, publicado por La Esfera de los Libros, un recorrido por los dos últimos siglos de cultura del esplendor de la corte en las monarquías europeas, principalmente a través de las joyas, piezas creadas para ser lucidas en acontecimientos íntimos pero también con vocación de permanencia y recuerdo.

No estamos exactamente ante un libro de historia, sino presenciando la Historia, con mayúsculas. Historia de la imagen que los protagonistas del pasado y del presente quisieron y pretendendar de sí. Es cierto que los catorce capítulos en los que se divide el voluminoso ensayo comienzan con interesantes textos con hilo conductor: subrayar que desde el comienzo del siglo XIX hasta hoy el peso de la monarquía como sistema de estado ha decaído notablemente. Pero no lo ha hecho, en absoluto, su poder simbólico, porque quien quiera comprender la Francia de 1804 o la Alemania de 1888 no podrá hacerlo sin las representaciones pictóricas de sus emperadores… y consortes, hijos y en general, sus descendientes. Los soberanos y sus familias, en retratos de aparato, cortejos procesionales o coronaciones, portaban símbolos que constituían “otros mensajes de la Corona”, que no eran discursos o tratados internacionales pero precisaban de minuciosos mecanismos para su interpretación, no siempre de la mayoría. Auténticos programas iconográficos de poder. Y eso sin apenas hablar de las joyas heredadas o encargadas, los regalos íntimos, las coronas como objetos de metal, las armas heráldicas, las condecoraciones y órdenes dinásticas que formaban parte de un rico lenguaje de relaciones políticas y a la vez familiares, regia conversación entre primos cuyos sofisticados mensajes son objeto de estudio.

Si hay dos características a subrayar en un volumen sorprendente es su extensión y profundidad. En anteriores biografías y ensayos, los autores ya habían mostrado por separado un prodigioso dominio de la materia. Por primera vez han trabajado conjuntamente en una obra en la que pueden detectarse los beneficios, por ejemplo, de poner en común una parte de sus valiosos archivos documentales –sobre todo, gráficos- personales. Y de haber sabido buscar en fuentes fecundas, otros fondos con valiosa información. El significativo despliegue de ilustraciones no sólo asegura el triunfo de una publicación de estas características, una decisión editorial de cierto riesgo y por tanto poco frecuente. Todos y cada uno de los pies de foto muestran una complementariedad en la labor de investigación que ha enriquecido notablemente el contenido. No puede extrañar que en el volumen que hoy nos ocupa los autores hayan continuado su trayectoria: la colaboración de Ricardo Mateos hizo posible que un diario de tirada nacional fuese el único que identificara sin error alguno a la pléyade de miembros de Familias Reales europeas que asistieron a la boda de los Príncipes de Asturias en Madrid, en mayo de 2004, y José Luis Sampedro Escolar es coautor de “Las Joyas de las Reinas de España”.

 

“Joyas reales, fastos y boato. Esplendor y ceremonial en las cortes de Europa»

Ricardo Mateos Sainz de Medrano y José Luis Sampedro Escolar

Prólogo de S.A.R. la Princesa Miriam de Bulgaria

Madrid, La Esfera de los Libros, 458 pág.

ISBN: 978–84–9734–886–7

 

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