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Pequeños actos de amor heroico

Mapas perdidos de emociones humanas

Andrés Merino Thomas

Comenzar un relato tras el fallecimiento de uno de sus protagonistas es un arriesgado recurso literario que puede desanimar a no pocos lectores. Danny Scheinmann lo sabe. Pero lo ha hecho. Ha matado a Eleni, una encantadora joven griega, en una remota carretera de Ecuador, y enfrenta a su novio, Leo, un estudiante británico de doctorado, a la situación más dura. De forma paralela, separa a dos jóvenes enamorados tras el estallido de la Primera Guerra Mundial. Lleva a Moritz Daniecki, novio combatiente, desde la aún no independiente Polonia, a nada más y nada menos que una prisión de la lejana Siberia, para que escriba mil y una cartas de amor e intente regresar a recuperar a su amada Lotte recorriendo estepas de esperanzas y anhelos que quizá eviten que el corazón se hiele. Propone dos historias que parecen comenzar en paralelo y en ocasiones se alejan casi hasta perderse en el horizonte, logrando que nos preguntemos con indignación qué derecho asiste a un escritor para poner a prueba la paciencia y el interés del quien se acerca a su narración. Cómo será posible –porque lo es- que dos brisas de vientos y esperas, dos desilusiones tejidas de ausencias, dos fechas, 1917 y 1992, puedan coincidir en un libro. Tal eje construye y desplaza las vigorosas ruedas de este monumental carruaje publicado por Almuzara, “Pequeños actos de amor heroico”, una de las propuestas editoriales más originales aparecidas en el año que concluimos, de las que no extraña el éxito de ventas cosechado.

Leo Deakin no consigue superar la muerte del ser con el que ha construido sus últimos años. Su propia madre diagnostica lo que todo el mundo sabe: no hay atajos para superar la muerte de un ser querido. No hay mapas para acortar caminos y senderos en las emociones humanas. Su luto, ese luto oficial y a la vez íntimo, se prolonga más de los esperable y esperado. Porque se siente culpable. Él sabe bien por qué. Y cada una de sus reflexiones merece ser recogida en un cuaderno de notas. “De las emociones humanas, he aprendido que la culpa es la más corrosiva. La ira se pasa rápidamente, y el odio se suaviza con la edad y el aprendizaje. Pero la culpa perdura”. Nadie puede escapar al sentimiento de responsabilidad por hechos que desembocaron en tragedias. ¿Porqué esa excursión, esa carretera, ese autocar, ese día, esa curva… esa chica? ¿Se puede sobrevivir sólo del recuerdo? ¿Es posible construir sólo con la memoria? Es indudable que no, pero hay quien tarda años en comprenderlo. El drama es que siempre habrá seres humanos que no lo aceptarán nunca.

Scheinmann no ha tenido compasión con sus personajes. No les ha ahorrado ni una gota de dolor, ni un gramo de ácido. No ha corrido a vendar una sola de sus heridas. Y no lo afirmamos en sentido figurado. No siente vergüenza a poner en boca de Lotte, la novia del soldado en lucha, ese sentimiento íntimo, primario, animal, que le obliga a desear “Por favor, ten cuidado. Sé un cobarde si hace falta, prefiero casarme con un cobarde que llorar la muerte de un héroe”. Es cierto que nos habla de tragedia, pero de un sufrimiento crisol, de un parto gigantesco que alumbra una vida nueva, de esa que nace y hace posible hacer frente con otros ojos a ausencias. Y toda ausencia supone siempre una nueva presencia. No estamos hablando en clave. Estamos hablando de la clave. Nadie nos prometió nunca que fuera fácil leer novela. Ni que fuera fácil amar. Detalles de amor se regalan, culminan, se cometen y perpetran cada día. Es como decir a todos aquellos a quien amamos “Vivid. Y tened una vida bella”. Pero oportunidades de pequeños actos de amor heroico sólo aparecen en contadas ocasiones. Y después del amor de alguien al que la vida o las circunstancias exigen ser, por un instante, un minuto o varias décadas, un héroe; después de ese amor que suele ser renuncia,  no queda nada. Es decir, queda todo. Aparentemente, un campo de batalla. En realidad se ha ganado la guerra. Y una novela así ha venido a recordarlo.

“Pequeños actos de amor heroico”

Danny Scheinmann

Traducción de Araceli Higeño Delgado

Córdoba, Almuzara, 399 pág.

ISBN: 978–84–88586–91–9