Doscientos cincuenta años de un rey pacífico

Andrés Merino Thomas

Con motivo del CCL Aniversario del fallecimiento de Fernando VI, la Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales y el Ejército del Aire han conmemorado su figura con una selecta exposición que S.M. el Rey Don Juan Carlos inauguró el pasado 20 de octubre, en el mismo lugar en el que el tercer monarca de la dinastía Borbón en España falleció, en 1759. Hablamos del actualmente denominado Castillo de Villaviciosa de Odón, hoy sede del Archivo Histórico del Ejército del Aire. Un edificio que nació como pabellón de caza y al que el soberano se retiró tras la muerte de su consorte, Bárbara de Braganza. En sus estancias vivió en la más triste condición los últimos meses de su vida. Del medio centenar de piezas que forman la muestra hemos escogido la principal, el retrato de que Jean Ranc dedicó al entonces Príncipe de Asturias, con apenas dieciocho años de edad y apenas dos después de haber contraído su primer y único enlace matrimonial. Con toda una vida por delante y el trono de San Fernando aguardando en los meandros del futuro.

No era la primera vez que el pintor de cámara abordaba un lienzo de aparato. El maestro ya había pintado a la prole del monarca en otras ocasiones, incluso proponiendo un retrato conjunto de la familia de Felipe V con su segunda esposa, la todopoderosa Isabel de Farnesio, el mismo año el que había alcanzado tan importante rango artístico en la corte. Pero aquello había sucedido en 1723, y ocho años después no había tiempo de pensar en rivalidades con otros pintores, sino en centrarse en contribuir a la fascinante tarea de consolidar la imagen pública de la dinastía. Se trataba de reafirmar la posición de un joven Príncipe Fernando, recién casado con aquella Infanta portuguesa que habría de darle descendencia. Era importante destacar… ¡tantas cosas! Se escogió para la ocasión el mismo porte regio que en anteriores propuestas iconográficas. El heredero que sostiene un bastón de mando, simbolizando el mismo valor que sus antepasados mostraron siempre al frente de unas tropas que su propio padre, el Rey Felipe, había conducido en Italia durante la no tan lejana Guerra de Sucesión. Una mano derecha firme lo agarra decidido. No precisamos ver la izquierda, para que el juego de la luz nos permita apreciar el brillo de la media armadura que no consigue ocultar la riqueza de los bordados de las mangas o el bolsillo de la casaca que viste el sucesor del Rey de España. Prendido, el Toisón de Oro, visible siempre pero conviviendo con la banda del Santo Espíritu, esa orden dinástica francesa tan muy presente en los palacios peninsulares en el siglo XVIII y recordando a aquellas generaciones regias el origen familiar de una sucesión que costó sangre, sudor y lágrimas.

El azul del manto no es el de la orden que hemos citado. Es el azul de Asturias, del Principado que da nombre al sucesor. No se entienda nunca como guiño. Un pintor de cámara no hace guiños. Un retratista regio reafirma soberanías, confirma ceremonialmente siglos de herencia y conciencia de misión histórica. Ese azul es azul de espera, el propio del título creado por Enrique III. Que el futuro Fernando VI lleve una peluca a la francesa o la espada que cuelga de su lado izquierdo permita adivinar valiosa pedrería son selectos detalles que visten un conjunto exquisito. Nos hallamos ante el retrato de un futuro monarca que, como el lector sabe, reinó finalmente durante trece años de paz, pero no dejó descendencia directa. Mencionar su nombre y el de su esposa, hablar de su sueño de locura, de sus noches desgarradas y su solitaria muerte en Villaviciosa de Odón, con la misma melancolía que su padre, de sus miedos y soledades, es asumir también un final triste de unos años de paz para nuestro país. Cuando dejó este mundo, fue su hermanastro, Carlos III, quien acudió a Madrid para continuar con la historia de España. Al contemplar detalles como la ¿aparentemente? inacabada columna que se alza junto a su figura o ese extraño cortinaje que en vez de pender parece ascender anhelante, podríamos preguntarnos si por una extraña casualidad el arte podría haberse anticipado a ese caprichoso destino, y aquél Príncipe de Asturias lleno de esperanzas, que posó para Ranc orgulloso y consciente de su alta misión, en el fondo fuese consciente de que no conseguiría todo esos retos que se le habían impuesto.

“Retrato de Fernando VI como Príncipe de Asturias” (1731)

Jean Ranc (1674-1735)

Óleo sobre lienzo (104 x 84 cm)

Museo Naval. Madrid

Exposición “Fernando VI en el Castillo de Villaviciosa de Odón”

Organizan y producen: Servicio Histórico y Cultural del Ejército del Aire (SHYCEA) y Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales (SECC)

Colaboran: Comunidad de Madrid. Instituto Madrileño de Desarrollo. IMADE. Ayuntamiento de Villaviciosa de Odón

Comisario: Guillermo Calleja Leal

Sede: Castillo de Villaviciosa de Odón (Madrid)

Villaviciosa de Odón (Madrid), 21 de octubre a 3 de diciembre de 2009

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