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Marie Raymond y Yves Kein en el Círculo de Bellas Artes de Madrid

La exposición «HERENCIAS» cuenta con cerca de un centar de obras de Yves Klein, junto a piezas de su madre la pintora Marie Raymond y de su padre el artista Fred Klein

Una muestra inédita en España que recoge cerca de un centenar de obras de los artistas

28 de octubre al 17 de enero de 2010

Yves Klein (Niza, 1928 – París, 1962) fue uno de los más ilustres artistas franceses del pasado siglo XX. Conocido por el gran público gracias al famoso tono azulado que lleva su nombre, Klein fue uno de los principales actores en la gran ruptura del arte contemporáneo entre abstracción y figuración y el padre de infinidad de conceptos aún vigentes en la actualidad, desde las antropometrías pasando por sus planteamientos artístico-urbanísticos.

Autor de una obra fugaz interrumpida en 1962 por una muerte precoz, su estilo se vio fuertemente influido por la relación que mantuvo con su madre, la también pintora Marie Raymond. Esta muestra, inédita hasta la fecha en España, reúne cerca de un centenar de obras tanto de Klein como de Raymond, y evoca las fuertes resonancias existentes entre ambos artistas. También muestra alguna de las obras del padre, Fred Klein, pintor reconocido en la época, además de diferentes documentos y materiales audiovisuales.

Sobre la obra de Marie Raymond
Las telas de Marie Raymond no solamente nos sitúan en presencia de una de las aventuras pictóricas más ricas del arte francés de los años cuarenta y cincuenta, sino que revelan hoy potencialidades poco explotadas entonces, especialmente la asociación entre un colorismo particularmente libre y el tratamiento directo de la materia pictórica.

La obra de Marie Raymond está influenciada por la gente que frecuentaba, nombres como Jean Cassarini y Émile Gilioli, Nicolas de Satël, Jean Arp, Sophie Taeuber-Arp, Pierre Bonnard, Francis Picabia, o Sonia Delaunay. La obra pictórica de Paul Klee también le influye notablemente durante los años de ocupación y posguerra, y mantendrá su unión con él a través de su pensamiento sobre la línea y el color. Sin embargo, afirma un corte generacional al tomar distancias con las referencias a la naturaleza, sus leyes, su vocabulario formal y sus principios invisibles, que habían constituido una especie corsé para el arte abstracto de entreguerras.

Marie Raymond se convierte en uno de los descubrimientos artísticos de los años cuarenta. Su pintura se hace eco de un gran interés, y los críticos se vuelven hacia esta obra que encarna, junto a la de Nicolas de Staël y del “gestual” Hans Hartung, una posición “poética” en la pintura abstracta no-geométrica, que desde ese momento es sinónimo de la estética más avanzada.

Si bien desde 1945 toma la vía de la abstracción y de la pintura no-figurativa, el punto de partida de los cuadros de Marie Raymond no es geométrico, sino expresamente lineal. El color actúa con fuerza en el cuadro, aunque solamente se despliega en el interior de la forma, delimitada por la línea. Desde un punto de vista teórico, su hijo ve aquí cómo el cuadro se constituye en una ventana con barrotes que impiden que la mirada se lance al infinito. Este conflicto no solamente hace que se enfrenten dos generaciones de artistas, sino también dos miembros de una misma familia. El cruce de biografías de Marie Raymond e Yves Klein permite observar las elecciones fundamentales y las líneas de fractura en el momento de la gran ruptura en el arte contemporáneo, de la que Yves Klein fue uno de los principales actores alrededor de 1960.

Sobre Yves Klein y su obra

Yves Klein retoma el combate entre línea y color rebelándose contra la estética de la Escuela de París de posguerra y el Expresionismo abstracto americano. Rechaza incondicionalmente la línea, a la que asimila con finitud, en beneficio del color, que aparece como infinito.

Antes de ser reconocido como artista, Yves Klein se dedicó a recorrer mundo. En Madrid proyectó como comisario una exposición finalmente fallida en el Círculo de Bellas Artes con las principales figuras de la pintura abstracta y figurativa de posguerra, entre las que se encontraban sus padres. En 1952 se marcha a Tokio, donde se convierte en un deportista de alto nivel y obtiene el cinturón negro cuarto Dan Kodokan, convirtiéndose en el judoka europeo que ha conseguido el grado más alto. En Francia se niegan a homologar su grado por lo que regresa a Madrid, donde le contratan como entrenador de la Selección Nacional de Judo. Es en esta época cuando comienza a desarrollar sus principales teorías artísticas, centradas en el color, que quedarán reflejadas en un su “diario español” y que dirigirán su actividad plástica futura. Además, en Madrid publicará su primera obra en 1954, Yves: peintures.

Tras regresar a París, en 1955 Klein organiza su primera exposición individual consistente en veinte cuadros rectangulares que muestran un solo color: verde, rojo, amarillo, púrpura, azul y naranja. La muestra no es entendida por el público que intenta reconstituir a toda costa los conjuntos tradicionales de la pintura, a pesar de la radicalidad de los cuadros de colores puros.

En 1956 inaugura su tercera exposición en la galería Apollinaire de Milán donde presenta un conjunto visual más radical en el que sólo muestra paneles azules. Se trata de un azul “cósmico” que nadie había visto antes, un azul único que obra un vuelco considerable: el artista no tiene ya necesidad de inventar formas y figuras específicas para sugerir un espacio en la tela. Este color, profundo e intenso, provoca la percepción instantánea de un espacio puro, inédito, con una impresión de inmediatez y una profundidad casi mística. La exposición Yves Klein. Propuesta Monocroma, época blu tiene rápidamente un amplio eco en el gran público.

A partir de entonces, Yves Klein hace carrera en Alemania, Bélgica, Holanda, Italia, EEUU… Por el contrario, en París no hay un solo museo que le compre una obra ni le organice una exposición. En 1958, Yves Klein organiza la primera Sesión Antropométrica donde una joven desnuda, con el cuerpo untado de color IKB, imprime su huella en las telas dispuestas en el suelo. Se trata de uno de los primeros happenings realizados en Europa.

Marie Raymond debió advertir que la obra de su hijo señalaba el comienzo de una época nueva -en la que él jugaría un papel fundador- que de un solo golpe volvía caduca y terriblemente vieja la pintura abstracta de posguerra, incluida la suya. Su propio hijo daba muerte a la estética en la que ella había fundamentado su obra, desde sus comienzos en la abstracción en 1938.

Yves Klein muere el seis de junio de 1962 en París, abatido por una crisis cardiaca. Sólo tiene 34 años. En apenas siete años se convirtió en uno de los actores principales del arte contemporáneo. Hasta su muerte, 210 publicaciones habían hablado de su obra, de ellas dos docenas editadas por sus propios medios, y participó en cerca de 70 exposiciones, 19 de ellas individuales.

En la actualidad, numerosas telas y esculturas de Yves Klein forman parte del fondo de prestigiosas galerías o de importantes colecciones. Incluso Andy Warhol compró dos cuadros monocromos de 1955-56, verde y rojo, sugiriendo así un vínculo entre su “Pop art” y el colorismo de Klein. El reconocimiento definitivo a su obra llegaría gracias a las retrospectivas en grandes museos internacionales: Tate Gallery de Londres (1981), Rice Museum de Houston, Guggenheim Museum de Nueva York, Musée National d’Art Moderne Centre Georges Pompidou (1983 y 2006) Musée d’Art Moderne y d’Art Contemporain de Niza (1993), Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía (1995) Sidney Museum of Contemporary Art (1998) y Museo Guggenheim Bilbao (2005).

http://www.yveskleinarchives.org/

Datos de interés:

Del 28 de octubre al 17 de enero de 2010
En el Círculo de Bellas Artes – Sala Picasso
Organiza: Círculo de Bellas Artes, Expressions Contemporaines y Caja Duero
Colabora: Yves Klein Archives y Embajada de Francia. Comisario: Nicolás Morales