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Las Fábulas de La Fontaine

Bebiendo en la fuente de los clásicos

Andrés Merino Thomas

Cuando en 1683 Jean de La Fontaine ingresó en la Academia Francesa lo hizo con el orgullo de saber que pasaría a la historia de las Letras galas. Con sesenta y dos años, había publicado buena parte de sus obras y como poeta estaba consagrado en el Parnaso de la corte literaria que también floreció durante el reinado de Luis XIV. Sin duda, entre sus creaciones más conocidas figuran las series de fábulas que a mediados de su siglo fueron publicadas con elegantes ilustraciones, preciosos grabados que en Francia corrieron a cargo de Jean-Baptiste Oudry. Pocos años después, en España, la primera edición ilustrada vio la luz de la mano del genial Gustavo Doré. Hoy tenemos el privilegio de contar con una nueva edición que nos ofrece Edhasa, en un formato que recoge aquellas magistrales imágenes de 1867 en un volumen. 

Aunque sea difícil sustraerse al comentario de la extraordinaria calidad de una edición, no podemos dejar de abordar el envolvente estilo de La Fontaine. A lo largo de doscientas cuarenta fábulas repartidas en doce libros, el escritor describe a grandes rasgos lo principal de la naturaleza humana. Es cierto que no penetra en grandes honduras. Bebe las fuentes de grandes clásicos como Esopo y Horacio, Ariosto y Bocaccio. No falta quien insiste en la influencia de François Rabelais o Margarita de Navarra, franceses como él, en su obra. La Fontaine traza como pocos malicias y comicidades. Con agudeza. Pero lo hace, si se nos permite la expresión, renunciando a establecer grandes categorías conceptuales. Es como si se limitara a dar sólo consejos. Quiere construir con sus personajes, tantas veces animales antropomórficos, una sociedad más equilibrada y feliz. Pero renuncia a entrar en las grandes cuestiones en las que la Ilustración, pocas décadas después, daría una batalla en el campo de las ideas. 

La Fontaine eleva definitivamente el género de la fábula a la cumbre en lo que a pedagogía se refiere. Prácticamente, no puede entenderse la formación infantil actual sin el uso de un recurso tan práctico. Mencionar la historia de la cigarra y la hormiga no es sólo un medio de mostrar la necesidad de preparar algo con tiempo o enseñar a un niño a ser previsor. Es toda una lección sobre la crisis energética mundial o en cuanto a provisiones bancarias se refiere. La belleza literaria de una prosa en tantas ocasiones poética cruza con La Fontaine el puente de la realidad en barcas sin remos hacia orillas de filosofía, pero por ríos de aguas del más puro pragmatismo. Es el mundo de las fábulas que ya descubrieron los clásicos y que, al ser adaptadas a los lectores en pleno siglo XVIII, en realidad lo fueron también para lectores adictos a consolas y juegos de ordenador del XXI.

 

“Las fábulas”

Jean de la Fontaine

Ilustraciones de Gustavo Doré

Traducción de Teodoro Llorente Olivares

Barcelona, Edhasa, 446 pág.

ISBN: 978–84–350–4016–7