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Rincón de mesa

El genio que no quería pintar retratos

Andrés Merino Thomas

Extraño siglo el XIX en lo que a retrato se refiere. Una exposición, con la que el Museo Thyssen-Bornemisza está agitando el panorama cultural madrileño –a estas alturas, no perdamos viejas costumbres-, nos está recordando que aún quedan artistas cuya aportación a la visión del rostro humano está por revisar. Henri Fantin-Latour es uno de esos locos del pincel que puso patas arriba las convenciones más arraigadas de la historia de la pintura. De las más de setenta obras que se nos proponen, uno de sus retratos colectivos preside no sólo la mayor de las salas de la muestra que se está dedicando, sino que aguarda cada día, como un desafío, a que miles de visitantes acudan a desentrañar el misterio de ocho personajes que se vieron atrapados en la retina del maestro. Un rincón de mesa supone una paradoja de manual. Es uno de los cuadros más conocidos de uno de los pintores menos comprendidos.

Lo cierto es que a Fantin-Latour no le gustaba pintar retratos. Lo dejó por escrito y en no pocas ocasiones. Al menos, detestaba hacerlos de personas desconocidas, por encargo. Cedía con familiares e íntimos, por lo que podemos sacar una primera e interesante conclusión. Los personajes de nuestra pieza alcanzaron un grado de cercanía notable con el retratista. A saber: nada más y nada menos que Paul Verlaine, Arthur Rimbaud, Elzéar Bonnier, Léon Valade, Élmile Blémont, Jean Aicard, Ernest d’Hervilly y Camille Pellatan.  A los dos primeros, figuras señeras de las letras francesas, les había conocido el año anterior a la composición, pero muestra una capacidad increíble de caracterización psicológica. En poco más de cuatro estaciones supo trasladar al lienzo rostros con tal fuerza expresiva. ¿Qué encontró en ellos?, ¿qué les ofreció en sus conversaciones, qué vivencias compartieron? De cada gesto y personaje saltemos a una incógnita mayor. ¿Cómo adquiere Fantin-Latour la destreza compositiva para abordar la distribución de las figuras? ¿Cuándo decidió el sutil equilibro estético de compensar, con discreto ornato verdoso en el ángulo superior izquierdo, la flores del extremo derecho de la mesa? Pero aún con todas estas reflexiones, surge el gran debate sobre la influencia del impresionismo en la obra del autor. La influencia es quizá mínima en la pieza. Pero está presente. El resto es un estilo personal, propio. Profundamente sobrio. Elegante.

Un rincón de mesa fue expuesto en el Salón de 1872, Está firmado y fechado por su autor de forma contundente. La pieza fue comentada por la mayoría de las críticas del certamen. Por supuesto, aparece en no pocas de las obras dedicadas a Verlaine y Rimbaud. El cuadro fue adquirido directamente al artista por la galería Durand-Ruel, de donde pasó a la colección Crowley. Veinticinco años después se hallaba en la galería Tempelaere, y entró en usufructo en el Museo del Luxemburgo en 1910, siendo tranferido más adelante al Museo d’Orsay, a cuya colección permanente está adscrito desde entonces. Poder contemplarlo en Madrid es un lujo que nadie debería perderse.

“Un rincón de mesa” (1872)

Henri Fantin-Latour (Grenoble, 1836 – Buré, 1904)

Óleo sobre lienzo, 160 x 225 cm

París, Musée d’Orsay

Exposición “Fantin-Latour

Organiza: Museo Thyssen-Bornemisza

Colabora: Fundación Calouste Gulbenkian

Sede: Museo Thyssen-Bornemisza (P. del Prado, 8, Madrid)

Del 29 de septiembre de 2009 al 10 de enero de 2010