Romaña Arteaga, José Miguel - Los Duques de Windsor

Wallis Warfield ¿problema dinástico o solución histórica?

Andrés Merino Thomas

Quizá pocos lectores sepan o recuerden hoy que en diciembre de 1936, algo inaudito en la historia de Inglaterra, un monarca abdicó. Eduardo VIII, hijo de Jorge V, nieto de Eduardo VII y bisnieto de la Reina Victoria, cedía el trono a su hermano, Jorge VI (padre de la actual soberana, Isabel II), para salir del país y vivir el resto de su vida con la mujer que amaba, Wallis Simpson. Adoptó el nombre de Duque de Windsor y, tras un equívoco viaje a la Alemania nazi y ser designado gobernador de las Bahamas durante la Segunda Guerra mundial, acabaría estableciéndose en Francia, donde fallecería en 1972. José Miguel Romaña ha trazado el perfil biográfico de ambos personajes, con especial atención a la etapa de juventud del entonces Príncipe de Gales y a sus afinidades políticas pro-alemanas, aportando también reflexiones que permiten atisbar algunas claves para desentrañar la gran incógnita que representa la aparición de la mujer norteamericana que cambió la historia británica.

Cuando en 1986 fallecía en París a los noventa años Wallis Simpson, los historiadores ya llevaban tiempo poniendo de relieve que su presencia en la vida del monarca no había sido la causa última de su abdicación. El libro de Romaña viene a subrayar, y en este sentido es éste quizá su mayor acierto, que David –como era conocido en familia-, heredero del trono de una potencia marítima en declive, pero gran potencia al fin, no reunía las cualidades necesarias para llevar el timón de la nave de una nación como la británica en el mar convulso del siglo XX. Su personalidad era débil y no pocos testimonios escritos, muy anteriores a la aparición en su vida de la señora Simpson, lo demuestran. En realidad, Eduardo VIII fue “empujado” a renunciar. Una divorciada fue el casus belli. La segunda gran cuestión, a la que se dedica proporcionalmente gran parte del ensayo, es su cercanía al nazismo, que para el autor parece basarse en los propios orígenes familiares y dinásticos del biografiado –hannover como descendiente de Jorge III, y Sajonia-Coburgo al provenir del esposo de la Reina Victoria-. El Duque de Windsor hablaba perfectamente alemán desde la infancia, y siempre admiró la cultura y costumbres de la nación de Goethe. Pero no podía actuar en contra de los intereses del gobierno de su país. Curiosamente, hay una clave de la querencia pro-alemana en varias Casas reales europeas del primer tercio del siglo XX no citada por el historiador, que proviene del anticomunismo visceral que se generó tras el asesinato del zar y otros veinte miembros de la Familia imperial rusa. Como nietos y bisnietos de la propia Reina Victoria, eran parientes cercanos de los soberanos de la mayor parte de las Casas reales europeas de la época, y no pocos de ellos vieron en la Alemania de Hitler la salvaguardia en el orden, un muro de contención ante el peligro de bolchevismo. Se trata de un elemento psicológico a tener en cuenta, pero sin duda la complejidad del personaje es tal que jamás sabremos a qué respondió realmente la decisión del monarca, además de las grandes incógnitas que presenta el pasado de Wallis Warfield. Como muestra un botón: nunca se han desvelado las actividades que realizó durante los dos años que pasó en China junto a su primer marido, objetivo en su día de las cancillerías y gabinetes de decenas de países y causa de infinidad de rumores. En definitiva, un pasado que en realidad nos permite afirmar, siete décadas después, que su presencia fue más una solución que un problema, a pesar del trauma histórico y dinástico que supuso para la monarquía británica.

Hay en la obra de Romaña inquietantes peculiaridades en lo que a apoyo bibliográfico se refiere, que nos sentimos en la obligación de subrayar. Acudir con excesiva frecuencia a obras tan polémicas como las de Kitty Kelley (The Royals,1997) o la hipercrítica The decline and Fall of the House of Windsor (1995), de Donald Spoto (ambas publicadas en España poco después), son opciones legítimas: siempre hay derecho a debatir. Son libros destinados a claro consumo de masas ansiosas de secretos de alcoba, aunque contienen pocos pero interesantes análisis sobre las crisis internas que la Familia Real británica vivió durante los reinados de Eduardo VII, Jorge V y Eduardo VIII. Pero que la primera página de la obra que nos ocupa cite a “Lee y Strachey” (sic) como los “primeros biógrafos” de la Reina Victoria de Inglaterra, cuando se trata del nombre y apellido del genial escritor Lytton Strachey, miembro del londinense círculo intelectual de Bloomsbury, nos parece un error impropio de autor y tema abordado. Por otro lado, la reproducción frecuente de textos de otras obras, aún citando procedencia, resta agilidad al texto, así como la alusión a reportajes o series por entregas de revistas semanales de sociedad. Constituyen fuentes periodísticas de extraordinario valor informativo, pero absolutamente secundarias en lo que toca a biografías históricas si no son materiales publicados en vida de los retratados. A pesar de todo, “Los Duques de Windsor” entronca con la mejor tradición biográfica editorial de nuestro país, y merece leerse con interés.

“Los Duques de Windsor. La pareja más enigmática y controvertida del siglo XX”
José Miguel Romaña Arteaga
Madrid, Actas, 340 pág.
ISBN: 978-84-9739-061-3

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1 COMENTARIO

  1. Quedo realmente asombrado con la aportación crítica y constructiva de AM en este artículo.
    Ya venía observando esta circunstancia. Hoy la comento.
    Analiza y elogia el trabajo, pero…., añade unos toques aclaratorios tanto o más interesantes
    que la obra misma que presenta.
    Gracias.
    Gonzalo Cuesta.

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