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El caballero epígono

 

Andrés Merino Thomas

 

Íñigo López de Mendoza (1398-1458), primer marqués de Santillana, es uno de los principales protagonistas del reinado de Juan II de Castilla. Como militar y cortesano participó en buena parte de la infinidad de tramas políticas que se cruzaron en la península durante la primera mitad del siglo XV. Como poeta, su nombre es a la vez pórtico de la gloria de las letras que constituyó para España el Renacimiento, del que se considera precursor. Una de sus descendientes, la escritora Almudena de Arteaga, ha novelado la vida de tan singular personaje y nos propone un relato que no dejará indiferente al lector. El reto no era menor: sólo bucear en la galería familiar de personajes, individualizando identidades y creando perfiles literarios atractivos, suponía una prueba que podemos calificar como ampliamente superada, pues el entorno del protagonista no fue precisamente vulgar. Su madre, Leonor de la Vega, su abuela, Mencía de Cisneros, o sus rivales, entre los que destacó el propio don Álvaro de Luna, brillan por sí solos en las páginas del libro, pero también contribuyen decisivamente a presentar a un marqués de Santillana de especial perfil humano y sensibilidad hacia las realidades más pragmáticas de una vida bulliciosa en la que también había tiempo para la estética y la composición de poemas.

 

En “El marqués de Santillana” Almudena de Arteaga ha cambiado por completo el estilo de su redacción. Emplea nuevas cadencias, administra otra sintaxis y propone incluso unos diálogos que resuelve de forma absolutamente diferente a la de sus anteriores novelas. Se acerca desde otras perspectivas a sus personajes. Que haya escogido por primera vez como protagonista a un varón no es significativo, pues le retrata rodeado de una sociedad femenina, de un entorno donde la dama medieval crea y recrea un universo de amor familiar, platónico o cultural. Es como si hubiera decidido por fin abordar la figura de un hombre como personaje principal de un libro, a condición de presentarlo a través de la visión coral de las mujeres que lo configuran, que lo hacen visible a la sociedad de su tiempo. Por ello, a partir del pórtico de una hija que acude al dulce recuerdo de un padre que acaba de fallecer, comienza trenzando el importante papel de la madre y la abuela del protagonista. Sigue con la serena presencia de la esposa, de las musas de su escritura o de las hijas pacientes. Incluso reinas e infantas aparecen en el relato como vehículos para presentar al poeta, caballero epígono de la galantería medieval que sirve de pórtico al Renacimiento que llega.

 

A pesar del salto cualitativo en el trabajo de Almudena de Arteaga, siguen sorprendiendo algunos defectos formales fácilmente subsanables tras una corrección de erratas, como la repetición de términos en un mismo párrafo… o frase. Pero preocupa un poco más continuar encontrando, después de diez novelas históricas de la autora, errores como la afirmación que sostiene que en pleno siglo XV a los monarcas castellanos se les coronaba, cuando es conocido que el acceso al trono se realizaba mediante la bien diferente ceremonia histórica de la proclamación. Inquieta también leer que el Rey Duarte de Portugal se llamaba “don Pascual Duarte”. Desconocemos si el nominal añadido es un homenaje a la obra de Camilo José Cela, pero la sorpresa es mayúscula.

 

 

 “El marqués de Santillana”

Almudena de Arteaga

Madrid, MR Ediciones, 415 pág.

ISBN: 978-84-270-3518-8

 

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