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Siete siglos de cruces medievales

 

Andrés Merino Thomas

 

El domingo 27 de marzo del año 908, Pascua de Resurrección, Alfonso III de Asturias y su esposa, la reina Scemena, decidieron donar la Cruz de la Victoria a la basílica de San Salvador de Oviedo. La simbólica pieza, compuesta por una lámina de oro sobre madera de roble, con esmaltes y pedrería, había sido fabricada en el castillo de Gauzón, junto a la playa de Salinas (Castrillón). La leyenda sostenía que su corazón de madera se enarboló durante la batalla de Covadonga. La entrega se realizaba justo cien años después de otra histórica donación al mismo templo, la de la Cruz de los Ángeles, con la que Alfonso II agradeció su vuelta al trono tras años de reclusión en un monasterio. Ambas cruces marcaron el origen histórico del emblema que marca la ciudad de Oviedo y el Principado de Asturias, cuya Consejería de Cultura y Turismo ha publicado “Signum Salutis. Cruces de Orfebrería de los siglos V al XII”, en el marco de las iniciativas culturales puestas en marcha durante 2008 para conmemorar hitos históricos como los dos citados: doce y once siglos de las donaciones de la Cruz de los Ángeles y de la Victoria a la hoy Catedral de San Salvador, respectivamente; IV siglos del inicio de la actividad docente en la Universidad de Oviedo; II siglos de la asunción de poderes por parte de la Junta General del Principado… y otras efemérides.

 

La edición de un catálogo de tales características constituye una encomiable iniciativa. A pesar de la presencia frecuente de cruces medievales en exposiciones histórico-artísticas en museos, nunca hasta la fecha se había propuesto un estudio iconográfico de tal extensión y profundidad sobre el origen y la composición de las piezas, cuya estructura se analiza con gran detalle y a la que acompaña abundante aparato bibliográfico. La edición, a cargo del arqueólogo César García de Castro, propone un recorrido por noventa cruces europeas creadas a lo largo de setecientos años. Fueron y son signos de todo un continente, entonces denominado Cristiandad, auténticas joyas materiales y espirituales que hoy se conservan en templos, museos y colecciones públicas y privadas. La misma decisión de acotar cronológicamente el periodo artístico se razona en su introducción de manera acertada, recordando con una excepción bizantina del V, que no hay cruces de orfebrería gemadas y con aparato de pedrería anteriores al siglo VI y que, con posterioridad al año 1200, la producción de cruces en los talleres de Limoges apenas aporta novedades a la investigación de los tipos artísticos que se exponen en el volumen.

 

La variedad en la procedencia permite establecer semejanzas y diferencias notables, así como diferentes usos y corrientes estéticas. Aunque se trata de un libro conjunto, en el que la participación de decenas de especialistas merece el reconocimiento de un notable esfuerzo por la búsqueda de la uniformidad formal en la presentación de contenidos y conclusiones, no es difícil extraer ideas comunes como la profunda fe los propietarios y donantes de las piezas, que decidieron su composición y regalo a los templos, desde la convicción de que los mejores materiales debían destinarse al recuerdo del sacrificio central de la teología cristiana, que se resumía en el Signum que se reproducía. La calidad del libro que hoy comentamos muestra con excelencia la visión de las relaciones entre la historia, el arte y la religiosidad de la sociedad que promovió tan sublime manifestación estética y de fe en los siglos que recoge.

 

 

 “Signum salutis. Cruces de orfebrería de los siglos V al XII”

Edición de César García de Castro Valdés

Oviedo, Consejería de Cultura y Turismo del Principado de Asturias y KRK Ediciones, 483 pág.

ISBN: 978-84-8367-162-7

 

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