La duquesa de Alba

Una biografía de urgencia

Andrés Merino Thomas

María Eugenia Yagüe es una de las cronistas de sociedad más conocidas de nuestro país por la agudeza de sus análisis en intervenciones televisivas y en reportajes y columnas en periódicos y revistas. Durante décadas ha sido una de las periodistas más cercanas a la duquesa de Alba, a la que ha dedicado una biografía publicada recientemente por La Esfera de los Libros en la que no sólo presenta la trayectoria de Cayetana Fitz-James Stuart, sino que aborda la trayectoria histórica de la Casa de Alba y penetra de forma incisiva en la vida de los seis hijos de la aristócrata. Su lectura resulta de gran interés y no deja de proponer numerosos interrogantes –literalmente- de la primera a la última página.

En lo que a datos históricos se refiere, el libro es claramente deudor de “La Casa de Alba” (2007), ensayo de José Luis Sampedro Escolar, de la misma editorial, el mejor estudio sobre los sucesivos poseedores del más conocido título nobiliario español. Es honrado por parte de la periodista reconocerlo así, además de agradecer la tarea de la documentalista, María Muñoz. En el propio trabajo de la autora no es difícil distinguir entrevistas de buena factura realizadas en su día a la duquesa o a algunos de sus hijos y publicadas en los medios, si bien la abundancia de detalles personalísimos que harán la delicia de muchos de los lectores chocará con una excesivamente frecuente repetición de situaciones, anécdotas, acontecimientos y personajes que son mencionados hasta cuatro y cinco veces en distintos capítulos del texto, a veces inmediatos. Todo ello, junto a la redacción en pasado de no poco párrafos, hace pensar que la idea de escribir la biografía no venía fraguándose precisamente desde hace décadas, sino que es el urgente producto final de la unión de material informativo preexistente, al que ha faltado una tarea siempre laboriosa de cohesión final.

Yagüe relata con todo derecho –contamos al menos siete veces- llamadas personales de Cayetana Alba para confidenciar con la periodista. Nos atrevemos a pensar que con ello pretende dotar a la biografía de un carácter al menos oficioso. Pero resulta preocupante leer, casi al finalizar el libro, (pág. 374) que “Cuando Cayetana tenía un problema o quería que alguien interviniera en los asuntos de sus hijos que ella no osaba manejar, hacía algunas llamadas y nos pedía que hiciéramos algo como periodistas, que habláramos mal de ese personaje indeseable al que ella detestaba. En una palabra, que hiciéramos el trabajo sucio”, revelación verdaderamente sorprendente en boca de una profesional perteneciente a la Federación de Asociaciones de Periodistas de España (FAPE). No es la única afirmación objeto de debate, ni el periodístico es el único ámbito en el que se adentra el retrato biográfico que nos ocupa. Para el televisivo baste la personal opinión que la autora muestra sobre antiguas y recientes amistades de la duquesa. Para el sociológico: “Los Alba son una dinastía, no una familia”. Para el académico, el valor de la labor histórico-artística de la Fundación Casa de Alba. Y no podemos dejar de subrayar algún que otro error, como el que relaciona en dos ocasiones el condado de Monterrey, uno de los títulos históricos de la Casa, con la ciudad mejicana y no con la histórica Galicia. O situar el salón de baile del palacio de Liria en la planta baja o junto a la capilla. En fin. Extrañas inexactitudes que sorprenden en un libro que se asegura realizado con rigor.