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Un laberinto de Consejos, Secretarías y Juntas

Andrés Merino Thomas

El pasado 8 de marzo se celebró en la Real Academia de la Historia el acto de recepción del hasta entonces Académico Electo Feliciano Barrios, que ocupó la medalla número 5, vacante por el fallecimiento de su anterior poseedor, Guillermo Céspedes. Sus palabras, publicadas como es tradicional en una cuidada edición por la propia institución que le acoge, constituyen un magistral ensayo propuesto a través un género literario y académico singular, el discurso de ingreso, de gran riqueza en contenido y forma. Catedrático de Historia del derecho, Barrios tituló su intervención “España 1808. El gobierno de la Monarquía”, ofreciendo un atractivo acercamiento a la complicada estructura de la cúspide jurídico-política que conformaba la España inmediatamente anterior a la Guerra de la Independencia, un complejo entramado jurisdiccional sobre el que arroja no poca luz y convenientes aclaraciones historiográficas.

Carlos IV fue el quinto monarca Borbón que reinó en Madrid. Heredó, como sus mayores, el secular sistema polisinodial por el que la Monarquía de España se había regulado administrativamente en Consejos, Juntas, secretarios y multitud de cargos que no permitían afirmar precisamente que sus dispersos reinos y territorios constituían un sistema perfectamente homogéneo. Como recuerda el autor, todos ellos habían ido evolucionando durante todo el siglo XVIII –ni siquiera subsistían en su totalidad, ni con la misma denominación, al abdicar el monarca en marzo de 1808-. Perfila, por ejemplo, los primeros, con un lenguaje claro y docente definiéndoles como “órganos pluripersonales de carácter consultivo, en los que el monarca, de forma expresa o genérica, tenía delegadas un serie de competencias administrativas, actuando además como tribunales de justicia en sus respectivas jurisdicciones”. Pero el soberano también recibió como legado las Secretarías de Estado y del Despacho, antecedente del verdadero régimen ministerial que conocemos hoy, puesto en marcha durante el reinado de Felipe V y que, en el momento objeto de estudio, se asentaba en cinco grandes pilares: Estado, Gracia y Justicia, Hacienda, Marina y Guerra. Una tercera herencia, menos conocida pero igualmente significativa, lo constituían las Juntas Reales, una constelación de organismos con sede en la Corte y determinadas competencias judiciales y administrativas, y a cuya cabeza estaban algunos secretarios de Estado o sinodales de algunos Consejos. Como subraya el Académico, su existencia es muestra de la interconexión institucional y personal entre tan variados instrumentos de gobierno de la Monarquía. Entre esas Juntas, de nombre hoy aparentemente pintoresco, aparecen la General de Comercio, Minas y Dependencias de Extranjeros; la de la Real Lotería; la de Facultades de Viudedades…

Cuando la Familia Real marchó escalonadamente a Bayona, personas, órganos y funciones corrieron muy desigual suerte. Ya nada en la Monarquía de España volvió a ser igual. Pero todo ello había conformado un apasionante laberinto histórico en el que Feliciano Barrios se mueve con brillante habilidad. Su dominio de la cuestión le sitúa como uno de los mejores expertos españoles en la materia, como ha demostrado en años de investigación y docencia universitaria, amén de decenas de publicaciones y frecuente participación en congresos y reuniones científicas internacionales. A ese éxito debe añadirse uno no menor: su cercanía humana y la extraordinaria capacidad de transmisión de los conocimientos que atesora. No es extraño que la Real Academia de la Historia le haya llamado por fin para participar en sus nobles tareas.

España 1808. El gobierno de la Monarquía
Feliciano Barrios Pintado

Madrid, Real Academia de la Historia, 170 pág.
ISBN: 978-84-96849-51-8

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1 COMENTARIO

  1. Es paradójico que todo lo que ha avasallado la dignidad del ser humano en épocas en que el más poderoso mandaba, continúe hoy obteniendo igual, o más beneficios que en otrora…

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