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Paisaje político antes de la tormenta

Andrés Merino

En no pocas conferencias y debates que tienen lugar en estos meses en universidades y otros foros, al conmemorarse el segundo centenario de la Guerra de la Independencia, se plantea un interesante interrogante historiográfico de primer nivel. ¿Qué motivó realmente la intervención de Napoleón al sur de los Pirineos? Aparentemente, la debilidad de la dinastía Borbón en Madrid convertía a la monarquía de España en una pieza útil como estado satélite en el tablero europeo, sin necesidad de sustituir necesariamente a su soberano. Tampoco la tradicional alianza luso-británica y los repetidos incumplimientos de los bloqueos marítimos y comerciales a los buques ingleses aconsejaban por sí solos ocupar una península de gran extensión. Otras causas entre las que la ambición del Emperador no fue un motivo menor fueron semilla sin duda de aquél error táctico que desencadenó el brutal conflicto con el que se inició en nuestro país la etapa política contemporánea.

André Fugier (1896-1976) publicó en 1930 la que fue su tesis doctoral que, a pesar de analizar uno de los periodos más apasionantes del pasado de las relaciones entre España y Francia, no tuvo en aquellos años prácticamente ningún eco en nuestro país. El historiador galo se acercaría también a la tensa vecindad del imperio napoleónico con otros estados meridionales, como Portugal o los de la península italiana, pero su “Napoleón y España” es sin duda su mayor aportación académica y erudita, hoy rescatada y puesta en valor por la feliz iniciativa conjunta del Centro de Estudios Políticos y Constitucionales y la Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales.

Un hilo conductor sostiene el extenso ensayo: durante las dos décadas estudiadas, las relaciones políticas hispano-francesas son en realidad… las que sostienen Napoleón y Godoy, hasta que en 1807 la nación española hace acto de presencia tras los sucesos de El Escorial, en que queda desvelado definitivamente el carácter del todopoderoso ministro de Carlos IV. Naturalmente el historiador no cae en la trampa de absolutizar tal tesis eliminando toda valoración de la intervención de la multitud de personajes que, como copartícipes destacados o meros comparsas del tira y afloja post-revolucionario, vivieron las tensiones del cambio del siglo entre Madrid y París. En este sentido, no podemos dejar de mencionar la singular embajada de Luciano Bonaparte, o la inquietante posición del siempre intrigante Talleyrand. Pero aún así, Fugier no deja de subrayar a la menor ocasión que estos y otros actúan en referencia al gran proyecto napoleónico. Es cierto que algunos de esos planteamientos metodológicos y conceptuales han sido superados hoy por haberse puesto en valor buen número de nuevas fuentes, sobre todo quizá en lo que a correspondencia diplomática se refiere, o que la lógica evolución de muchos puntos de vista permite ampliar horizontes de interpretación. Pero, como sostiene en su presentación Emilio La Parra, “Napoleón y España” es un estudio no superado, en conjunto, a pesar de los casi ochenta años transcurridos desde su publicación. El titánico esfuerzo del historiador describe a la perfección la sombra política de Bonaparte sobre la península ibérica, que se agranda traumáticamente cuando comenzó el lenguaje de las armas, en mayo de 1808.

“Napoleón y España (1799-1808)”

André Fugier

Presentación de Emilio La Parra

Madrid, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales y Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales, 831 pág.

ISBN: 978-84-259-1432-4 y 978-84-96411-65-4

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