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La sombra del primer gran error napoleónico

Andrés Merino

En la madrugada del 21 de marzo de 1804, pocos meses antes de coronarse emperador, Napoléon ordenó la ejecución en los fosos del castillo de Vicennes, a las afueras de París, del Duque de Enghien, nieto del Príncipe de Condé y uno de los miembros más destacados de la dinastía Borbón en el exilio. Primo de Luis XVI, decapitado una década antes, un tribunal militar lo condenó a muerte “por inteligencia con el enemigo, alta traición y complicidad de complot”. El fusilamiento puso de manifiesto hasta donde era capaz de llegar el corso en su ambición por el poder, pues el prisionero había sido secuestrado por tropas francesas en Ettenheim -¡más allá del Rhin!- por orden del primer cónsul.

Setenta años después Jean-Paul Laurens recibió el encargo de plasmar en un lienzo el momento trágico de la ejecución. El artista situó a Luis Enrique Antonio de Borbón-Condé junto a los muros del foso y se propuso ofrecer una metáfora sobre las sombras del poder, la política y la fatalidad de la muerte violenta con pocos pero rotundos elementos visuales. De la posición del protagonista, erguido, que acaba de cortar un mechón de su pelo y lo ha entregado, junto a su anillo de compromiso, a uno de sus carceleros para que lo envíen a la princesa de Rohan, su prometida, podemos deducir cierta altura física, pero sobre todo una presencia de ánimo engrandecida por la luz de farol que desde el suelo proyecta la sombra de su imagen alargada sobre las piedras centenarias de la pared de la fortaleza. Junto a él, un perro al que nos atrevemos a atribuir las cualidades simbólicas de la fidelidad, frecuentes en el retrato de aparato cortesano en la Edad moderna. El animal no se separa, pero gira ante el gesto decidido de dar la orden de disparo de quien está al frente del pelotón de ejecución. También el can tiene su sombra. La luz del pantalón del duque es quizá la expresión en blanco de la inocencia ante las manipuladas acusaciones políticas de un proceso irregular. La expresión de su rostro mezcla la gravedad del momento con la incredulidad, pues se le negó la petición de derecho de gracia y otras elementales opciones de defensa jurídica. Y más recursos estéticos continúan significando la negrura de la muerte: la propia proyección sobre el muro de la silueta redonda del sombrero ecuestre con el que ha sido sorprendido en su captura.

El contraste de luz y sombra también proyecta sutiles metáforas de carácter histórico y político en la composición. Un último personaje, en el extremo derecho del lienzo, aparece con su rostro perfectamente iluminado. Queremos pensar que, aún perteneciendo a la guarnición de Vicennes, simboliza la conciencia de la comisión de una injusticia histórica. Su mirada parece buscar la nuestra, buscando comprensión. Quien sabe si la encontrará en el visitante de la exposición “La sombra”, para la que esta magnífica pieza ha sido escogida, pues es una clase magistral sobre cómo administrarla en el arte.

“La muerte del Duque de Enghien” (1872)

Jean-Paul Laurens (1838-1921)

Óleo sobre lienzo (165 x 104 cm)

Museo de Bellas Artes de Alençon (Francia)

Exposición “La Sombra”

Organiza: Museo Thyssen-Bornemisza y Fundación Caja Madrid

Sede: Museo Thyssen-Bornemisza (P. del Prado, 8 ) y Fundación Caja Madrid (Pza. San Martín, 1)

Madrid, 10 de febrero a 17 de mayo de 2009

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2 COMENTARIOS

  1. Excelente artículo, que nos acerca la Historia a través de un acertado análisis del realismo
    representado en una gran obra de arte.
    Gracias.
    Gonzalo Cuesta.

  2. Bueno me gusta el arte, todo ,la literatura, el arte modernO y antiguo. El cuadro la muerte del duque de Enghien es fantástico. Hasta la vista y buena suerte!!

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