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La conspiración de Yuste


Manipulando al emperador

Andrés Merino

Carlos V pasó sus últimos meses de vida en el Monasterio jerónimo de Yuste, en Cáceres, pero no se desentendió en absoluto de la situación política y religiosa de Europa. Mientras su salud se deterioraba irremediablemente, recibió con preocupación noticias sobre el brote luterano que surgió en Valladolid y otras ciudades castellanas. A partir de tan singular marco histórico se desarrolla la trama de la primera novela de Víctor Fernández Correas, publicada por La Esfera de los Libros. Al comenzar sus páginas se atisba lo que podría parecer un delicado ejercicio de reivindicación del infructuoso intento del protestantismo por anidar en la España del siglo XVI. Para ello presenta a dos apóstoles, maestro y discípulo de la justificación por la fe en Lutero. Pero conforme se avanza en la lectura de una narración excesivamente lenta, en la que no faltan diálogos de increíble construcción y peor resolución, asistimos a un sorprendente cúmulo de confusiones. Todo protestante presente en el argumento aparece con una extraña mezcla de adanismo intelectual y deseo de venganza que en nada beneficia la imagen las corrientes nacidas de la Reforma. Como inútil contrapartida, la presentación de los inquisidores como sádicos vampiros sedientos de sangre, verdugos sin otro objeto que mantener encendidas las hogueras, los convierte en malos de película, sin credibilidad ni consistencia, con un papel irrisorio. Sostener que tras ser sorprendido intentando matar a Carlos V en su propia alcoba la Inquisición pudiera llevarse al atacante evitando la acción de la justicia penal y militar castellana no es desconocer la historia, sino proponer un absurdo que desarma el resto la novela.

Sorprende que, a pesar del amplísimo despliegue de explicaciones sobre las fuentes bibliográficas, de las que el autor afirma haber bebido, hayan permanecido en el texto errores como la afirmación de que Carlos V llegó al trono alemán “que heredó de su abuelo Maximiliano, en 1515, antes incluso de que alcanzara la mayoría de edad, a los quince años” (sic., pág. 20). Menos grave pero de igual incoherencia cronológica resulta escribir que tras ser avisadas del estado de salud de su padre, la Regente Juana y la Archiduquesa María se dispusieron a viajar a Yuste desde Valladolid, cuando la segunda residía en Alemania y en esas mismas fechas se encontraba en Neustadt, a punto de dar a luz a uno de sus hijos. Otras construcciones en la redacción provocan la sensación de falta de revisión de contenido y estilo, como  “sus manos estaban ligeramente abrasadas” (pág. 363) o frecuentes repeticiones de términos en un mismo párrafo.

Si hasta bien entrada la trama todavía puede sostenerse una cierta buena fe del autor al presentar una propuesta atrevida sobre las últimas semanas del emperador, sugerir que un atormentado Carlos V pudo morir en paz gracias a protestantes teologías que el Arzobispo Carranza vertió en sus oídos en sus momentos postreros es, sencillamente, una inadmisible falsedad histórica. Una mentira de esas que cuando aparecen en tramas de ficción huelen enseguida a lo que suelen ser: un ejercicio de manipulación.

“La conspiración de Yuste. Hay que matar a Carlos V”

Víctor Fernández Correas

Madrid, La Esfera de los Libros, 612 pág.

ISBN: 978-84-9734-759-4