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El Prado recuerda a Bacon con la mayor retrospectiva sobre el artista

La primera gran retrospectiva de Bacon, tras la muerte del artista irlandés en Madrid, se convierte en el mayor acontecimiento artístico del Prado. “La pintura de Bacon se somete a un nivel inédito de exigencia, reclama su calidad y verdadero valor. Al mismo tiempo, es un reto para el museo que juzga la prosperidad moderna del Museo”. Con estas palabras Miguel Zugaza, director del Museo del Prado, definió la gran exposición retrospectiva sobre Francis Bacon que acoge el museo del 3 de febrero al 19 de abril.

Organizada por la Tate de Londres y el Metropolitan Museum of Art de Nueva York, próxima ciudad donde itinerará, ha contado con el patrocinio de Acciona y la Comunidad de Madrid para su cita madrileña. Gary Tinterow, comisario del Metropolitan; Chris Stephens, comisario de la Tate; Carmen Becerril, directora de recursos corporativos de Acciona; Miguel Zugaza y Manuela Mena, comisaria de la muestra, presentaron la retrospectiva que abre las puertas del Prado, de nuevo, a Francis Bacon.

Una relación especial, la de Bacon con el Prado, gestada ya en los años 90 cuando el artista visitó las salas de Goya y Velázquez, acompañado de Manuela Mena, comisaria de la retrospectiva en Madrid. La exposición cobra por ello un cariz más sentimental en Madrid, donde falleció hace 17 años.

Un conjunto de 78 obras, entre composiciones singulares y dieciséis de los trípticos más importantes del artista, además de un importante material documental procedente de su taller, dan cuenta del trabajo de un artista que desarrolló un singular realismo, capaz de comunicar más acerca de la existencia humana a través de temas intemporales cargados de sensualidad y brutalidad.

La exposición abarca desde los inicios de su carrera, hacia 1946-1949, hasta los años finales de su vida. El diseño expositivo trata de ordenar las obsesiones sucesivas del artista y dar una visión exacta y desapasionada de sus elevados intereses artísticos. Animalidad, Aprensiones, Crucifixión, Crisis, Retrato o Épica sirven para hablar de los temas del artista: el paso del tiempo, la muerte, la violencia, el sexo o la fragilidad humana.

La retrospectiva incluye los lienzos que revelan el interés de Bacon por Velázquez como el Retrato del Papa Inocencio X, que fueron, según el artista, el primer paso importante de su pintura. Entre las obras más destacadas se encuentran los trípticos de la Crucifixión, el Retrato de Isabel Rawsthrone en Soho, los trípticos homenaje a su amante, George Dryer o el tríptico inspirado por un poema de T. S. Eliot.

Las paredes del Prado se convierten en el mejor tributo al artista, al compartir espacio en una de las mejores colecciones de arte cumpliendo el deseo del artista de “servir de puente de los grandes maestros”, apuntó Chris Stephens, comisario de la Tate.

Bacon comparte espacio con los grandes de la pintura, prolongando el Prado hasta nuestros días. Para Stephens, “el Prado es el lugar apropiado para mostrar a Bacon. Él aspiraba a continuar la línea de los grandes artistas: Goya, Velázquez, Tintoretto, Picasso… se preguntaba si sería recordado en el siglo XX”.

Un relación artística que con el paso de los años se ha teñido de emociones tras el paso del artista por el museo. Así lo recordó Manuel Mena con una emoción apenas contenida, “tenía una mirada para penetrar en lo más profundo”, señaló Mena. “Quedé impresionada por su grandeza como artista. Espero que la exposición sea un descubrimiento lleno de sorpresas en cada esquina”.

El resultado es “una cercanía y un combate directo con  las obras. La muestra quiere crearnos la necesidad de acercarnos a las obras para buscar los recursos de los grandes artistas”, de este modo es cómo nos aconseja Mena que nos acerquemos a la obra de Bacon.

Beatriz García Moreno