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Poderoso caballero

Andrés Merino

Con motivo de la conmemoración del quinto centenario de la primera edición conservada de “Amadís de Gaula”, quizá el más importante de los libros de caballería de nuestra historia, una exposición recrea en la Biblioteca Nacional el mundo caballeresco y las excelentes cotas creativas que alcanzó. Si una de las principales instituciones culturales españolas podía organizar una muestra así era la casa de los libros, que acoge además una ingente colección de grabados, litografías y otros soportes en los que se recogió la riqueza estética de los artistas que se dedicaron a ilustrar las aventuras de los héroes medievales y renacentistas que hicieron las delicias de las primeras generaciones de “aficionados” a la lectura –en pleno sentido del término- que se enamoró de la novela como género.

Entre las piezas que se ofrecen figura un grabado de Durero bien conocido: “El galán y la dama”, una composición de extraordinaria calidad donde sobresale en sentido de la proporción en la figura humana y la capacidad alegórica del maestro alemán. La imagen nos muestra un caballero al que se presupone valentía, simbolizada en la sólida espada que cuelga de un cinto. La espada parece haberse deslizado, quizá en un movimiento descuidado, hacia el centro de la figura. Su presencia lógica al representar un guerrero adquiere así el carácter de metáfora del arrojo y valor siempre presentes, incluso en la secuencia formal del cortejo a una dama. A la espada contrapone el caballero la mano, que parece abrir paso al femenino caminar de la dama que acompaña. Son precisamente las manos, tanto la del galán como la de la señora, pequeñas disonancias en ese concierto estético. Manos añosas, trabajadas, quizá razonables en los trabajos físicos del guerrero, pero que no parecen corresponder a la edad que podríamos presuponer en la cortejada. Al elevar la vista a ambos rostros la sorpresa es mayor. La juventud del galán contrasta con las notas de madurez que presenta su amada, de la que incluso podríamos sospechar una gestación en el abultado vientre. Pero quizá sus vestiduras a la moda no sean tanto las propias de una espera del futuro, sino más bien huellas del paso de tiempo, como subrayan manos, cuello u hombros.

La clave está a la derecha de la composición. El nervudo árbol de la vida se encuentra rodeado por la alegoría de la vejez, del paso del tiempo, simbolizado en un reloj de arena cuya cápsula inferior parece llena. Esa vejez huesuda acecha a la pareja. Al rostro principesco del caballero, tocado con un rico sombrero y plumaje, se contrapone la dama en la que el peso del tiempo va aumentando inexorablemente. ¿Metáfora quizá del idealismo que representó la novela de caballería en aquellos tiempos? La composición data en 1550, cuando la abundancia creativa del género comenzó su lento declive. Si. Presenciamos una crítica feroz al modelo caballeresco medieval, superado por el Renacimiento y el humanismo. Asistimos a una caricatura velada del amor cortés. A una genial impostura de un Durero desafiante. Como siempre. El maestro nos ofrece un grabado, a fuego, sobre la superación de toda una concepción del mundo.

“El galán y la dama” (ca. 1550)

Alberto Durero

Grabado

Biblioteca Nacional de España (Madrid)

Exposición “Amadís de Gaula (1508): Quinientos años de libros de caballerías”

Organiza: Biblioteca Nacional de España y Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales

Sede: Sala Recoletos. Biblioteca Nacional (Madrid)

Madrid, 3 de octubre de 2008 a 18 de enero de 2009

Horarios: martes a sábados de 10 a 21 h. Domingo de 10 a 14 h.

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